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Huyendo de los cobardes.
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Huyendo de los cobardes.
Sí, me llamarían cobarde. Sí... lo merecía. Pero no era estúpida. Jamás tendría oportunidad frente a dos lobos incluso si tomáramos en cuenta que la hembra estaba herida.
Perros. Eso eran. Ni siquiera merecían auto denominarse licántropos. Pulgosos.
Escupí enloquecida en un gesto de desagrado cuando noté que se me terminaban las ramas por las cuales saltar. La tormenta había amainado, pero las nubes continuaban intactas en su posición, como de costumbre.
Llegué a un especie de claro y pronto lo reconocí. Allí había sido mi primer encuentro con la pareja de rebeldes.
Me detuve un instante, casi segura de que nadie había seguido mi rastro con la confusión del diluvio.
La hierba estaba lógicamente resbalosa y rociada con gotas de la reciente lluvia.
Observé mi mano ensangrentada, con cuyas uñas había atravezado el cuerpo de la inocente vampira.
Abrí y cerré el puño, sintiendo placer con cada crujir de la sangre coagulada de aquella maldita enjendradora de mestizos.
Luego recordé mi brazo herido.
Corte brutalmente un retazo de la parte inferior de mi túnica negra y con movimientos ascendentes y circulares comencé a vendarlo. Las cicatrices de las mandíbulas de la loba no se irían tan rápidamente, pero al menos tras la lavada que había recibido la herida con la lluvia, ya no sangraba y lentamente recuperaba en su totalidad la movilidad de mi miembro.
Hice un nudo al acabar y me examiné en busca de más razguños. Exceptuando el de la cara, que sanaría en pocos días, no tenía otros problemas de gravedad.
Sonreí imaginando a la pulgosa cojear con su pierna quebrada. Dentro de lo que había sucedido, había salido bastante entera de la batalla.
Mis sentidos aún continuaban alerta, por si acaso. Y a pesar de haber descargado algo de energía, mi fuego interno no se apagaba. Llegué a temer, que me consumiera a mi misma de no calmar mi ansiedad de destrucción y lujuria.
Perros. Eso eran. Ni siquiera merecían auto denominarse licántropos. Pulgosos.
Escupí enloquecida en un gesto de desagrado cuando noté que se me terminaban las ramas por las cuales saltar. La tormenta había amainado, pero las nubes continuaban intactas en su posición, como de costumbre.
Llegué a un especie de claro y pronto lo reconocí. Allí había sido mi primer encuentro con la pareja de rebeldes.
Me detuve un instante, casi segura de que nadie había seguido mi rastro con la confusión del diluvio.
La hierba estaba lógicamente resbalosa y rociada con gotas de la reciente lluvia.
Observé mi mano ensangrentada, con cuyas uñas había atravezado el cuerpo de la inocente vampira.
Abrí y cerré el puño, sintiendo placer con cada crujir de la sangre coagulada de aquella maldita enjendradora de mestizos.
Luego recordé mi brazo herido.
Corte brutalmente un retazo de la parte inferior de mi túnica negra y con movimientos ascendentes y circulares comencé a vendarlo. Las cicatrices de las mandíbulas de la loba no se irían tan rápidamente, pero al menos tras la lavada que había recibido la herida con la lluvia, ya no sangraba y lentamente recuperaba en su totalidad la movilidad de mi miembro.
Hice un nudo al acabar y me examiné en busca de más razguños. Exceptuando el de la cara, que sanaría en pocos días, no tenía otros problemas de gravedad.
Sonreí imaginando a la pulgosa cojear con su pierna quebrada. Dentro de lo que había sucedido, había salido bastante entera de la batalla.
Mis sentidos aún continuaban alerta, por si acaso. Y a pesar de haber descargado algo de energía, mi fuego interno no se apagaba. Llegué a temer, que me consumiera a mi misma de no calmar mi ansiedad de destrucción y lujuria.
Invitado- Invitado
Re: Huyendo de los cobardes.
Notaba como mi herida de la pata trasera se iba curando. Me escocia, pero a la vez me dolía menos, y eso hacía que pudiera correr un poco más deprisa.
Por un instante perdí el rastro de Akasha, la lluvia dificultaba mi rastreamiento. Se había parado.
Dejé de correr y empecé a olisquear profundamente. Estaba en el claro. Me acerqué lentamente, con cuidado de no hacer ningún ruido ni nada. No quería delatarme. De repente, me asomé y la vi. Estaba parada. No sabía lo que hacía. Lo más probable es que estuviera cansada, y había parado para descansar, creyendo de que no la seguía. Como se notaba que no me conocía.
Me metí de nuevo entre los arbustos, mientras me agazapaba. Emití un gruñido.
Por un instante perdí el rastro de Akasha, la lluvia dificultaba mi rastreamiento. Se había parado.
Dejé de correr y empecé a olisquear profundamente. Estaba en el claro. Me acerqué lentamente, con cuidado de no hacer ningún ruido ni nada. No quería delatarme. De repente, me asomé y la vi. Estaba parada. No sabía lo que hacía. Lo más probable es que estuviera cansada, y había parado para descansar, creyendo de que no la seguía. Como se notaba que no me conocía.
Me metí de nuevo entre los arbustos, mientras me agazapaba. Emití un gruñido.
Invitado- Invitado
Re: Huyendo de los cobardes.
Un sonido delató a la loba que al parecer había encontrado mi rastro. Había sido lo bastante ilusa como para pensar que no me seguiría.
Arrugué la naríz y me volteé en su dirección. Mi brazo se sentía fuerte y la sangre se me recalentaba nuevamente. Lo mejor de todo, era que se encontraba sola.
Mis colmillos parecían afilarse con el correr de los segundos, mis manos se doblaban esperando su próximo ataque. No sólo estaba lista para luchar, pensaba deshacerme de ella para siempre.
Extraje de mi bolsillo un pequeño frasco de esmalte y comencé a pintar mis uñas, desafiándola. El frasco no sólo contenía esmalte, sinó también, un ácido muy potente que quemaba casi como el fuego.
Solía utilizarlo con frecuencia, por lo que mis uñas podían atravezar sencillamente la carne de un vampiro.
Agudicé el oído, aguardando que se sintiera ofendida y me atacara.
_Vamos perrito, sal de tu escondite, no hagas esperar a tu dueño_ Dije riendo con asco.
Arrugué la naríz y me volteé en su dirección. Mi brazo se sentía fuerte y la sangre se me recalentaba nuevamente. Lo mejor de todo, era que se encontraba sola.
Mis colmillos parecían afilarse con el correr de los segundos, mis manos se doblaban esperando su próximo ataque. No sólo estaba lista para luchar, pensaba deshacerme de ella para siempre.
Extraje de mi bolsillo un pequeño frasco de esmalte y comencé a pintar mis uñas, desafiándola. El frasco no sólo contenía esmalte, sinó también, un ácido muy potente que quemaba casi como el fuego.
Solía utilizarlo con frecuencia, por lo que mis uñas podían atravezar sencillamente la carne de un vampiro.
Agudicé el oído, aguardando que se sintiera ofendida y me atacara.
_Vamos perrito, sal de tu escondite, no hagas esperar a tu dueño_ Dije riendo con asco.
Invitado- Invitado
Re: Huyendo de los cobardes.
En cuánto emití el gruñido se giró, como si de un animal confuso y asustado se tratara. Pero ella olvidaba que yo era asesina de vampiros, olvidaba que mis heridas se curaban rápidamente y olvidaba que no la dejaría escapar. Sacó un esmalte. Olisquee para averiguar de que se trataba. No era un esmalte de uñas normal. Rió y pronunció una frase. Pero no ataqué. Ella me esperaba, estaba al acecho.
Deje de gruñir. Corrí suavemente y silenciosamente hasta otra parte oculta, donde ella estaba de espaldas. Me avalancé hacía la sin alma y le quité un gran trozo de su espalda.
Deje de gruñir. Corrí suavemente y silenciosamente hasta otra parte oculta, donde ella estaba de espaldas. Me avalancé hacía la sin alma y le quité un gran trozo de su espalda.
Invitado- Invitado
Re: Huyendo de los cobardes.
Apenas pude correrme a tiempo. Un trozo de mi piel repozaba en la hierba, pero sólo eso, no más. Un razguño que había provocado que la sangre se escapara a borbotones. Nada.
Gruñí enfurecida, enloquecida por el olor de mi propia sangre.
La perseguí, la alcanzé y lanzé un golpe directo a sus ojos con mis afiladas uñas. Si no daba en el blanco, al menos heriría su rostro, al menos, con mi ácido, corroería su contorno .
El calor de mi herida resultaba motivador. Me impulsaba a dar hasta la vida contra el enemigo.
Los ojos desorbitados y los comillos chorreando saliva y sangre tanto propia como suya, eran mis características escenciales en la batalla. No perdería, no sería un vampiro más al que pudiera asesinar ese caniche.
Gruñí enfurecida, enloquecida por el olor de mi propia sangre.
La perseguí, la alcanzé y lanzé un golpe directo a sus ojos con mis afiladas uñas. Si no daba en el blanco, al menos heriría su rostro, al menos, con mi ácido, corroería su contorno .
El calor de mi herida resultaba motivador. Me impulsaba a dar hasta la vida contra el enemigo.
Los ojos desorbitados y los comillos chorreando saliva y sangre tanto propia como suya, eran mis características escenciales en la batalla. No perdería, no sería un vampiro más al que pudiera asesinar ese caniche.
Invitado- Invitado
Re: Huyendo de los cobardes.
Al poco tiempo me rozó con sus uñas en los ojos. Me dió en el hocico, perdiendo el olfato. Además de eso, la herida escocía, aunque sabía que pronto se curaría y estaría bien.
Me quedé quieta por un segundo. La miré, mientras ella esperaba mi ataque. Pero me metí entre unos arbustos, para poder transformarme en una humana y poder hablar con ella, de mujer a mujer.
Salí entre los arbustos. Su expresión era de alivio, alegría y duda. Sabía que si ella quería podría morir al instante, ahora solo era una simple humana.
-Estoy cansada de luchar Akasha -dije mientras tocaba mi nariz, llena de sangre.
Me quedé quieta por un segundo. La miré, mientras ella esperaba mi ataque. Pero me metí entre unos arbustos, para poder transformarme en una humana y poder hablar con ella, de mujer a mujer.
Salí entre los arbustos. Su expresión era de alivio, alegría y duda. Sabía que si ella quería podría morir al instante, ahora solo era una simple humana.
-Estoy cansada de luchar Akasha -dije mientras tocaba mi nariz, llena de sangre.
Invitado- Invitado
Re: Huyendo de los cobardes.
Su actitud me sorprendió. Fácilmente podría descuartizarla y arrojar sus restos luego, pero el odio iba disminuyendo. Mi ira se agotaba así como se había encendido.
Cerré el puño y si hubieran sido capaces, mis ojos se habrían llenado de lágrimas. _ ¡No puedes! ¡Debes seguir peleando! ¡NO HEMOS TERMINADO!...!_ Mis gritos eran desesperados y parecían súplicas, mientras que el rostro se me desfiguraba en la personificación de la furia.
_ Pronto moriré... seguramente Aro no aprobará la muerte de aquella mujer... pero mi sed..._ Gruñí.
Ceré los ojos, impotente. Debía reconocer que jamás había superado aún mi etapa de neófita.
El deseo de sangre... el de asesinar.
Mis músculos temblaban al tiempo que mis heridas me forzaban a arrodillarme. Ahora que mis venas retomaban su curso tranquilo y las llamas se habían apagado, el dolor se abrió camino.
Nadie me había pedido jamás que me detuviera. Al menos, nadie se había ofrecido y entregado de tal forma sin que utilizase mis poderes. ¿Por qué...?
Bajé el mentón en dirección al suelo, tensionando los músculos de mis brazos y cuello. Estaba luchando contra la impotencia.
Levanté nuevamente el rostro, observando la silueta de la licántropo, indefensa. Herida.
Lancé un gemido cuando el supuesto razguño de mi espalda comenzó a palpitar y como punzadas que cruzaban mi cuerpo, el dolor se volió insoportable.
Caí. Pero no perdí la conciencia, jamás lo haría.
Mis labios se movieron suavemente y mi mente me forzaba a cerrarlos, a preservar el orgullo. Sin embargo, las palabras se escaparon desde el corazón, mientras que la lógica sólo pudo conseguir que el sonido fuese casi inaudible. Casi.
_ Lo siento_
Me mantuve temblando sobre la hierba, con la vista perdida en una mariposa que se paseaba alegre cerca del suelo.
Soy un monstruo
Cerré el puño y si hubieran sido capaces, mis ojos se habrían llenado de lágrimas. _ ¡No puedes! ¡Debes seguir peleando! ¡NO HEMOS TERMINADO!...!_ Mis gritos eran desesperados y parecían súplicas, mientras que el rostro se me desfiguraba en la personificación de la furia.
_ Pronto moriré... seguramente Aro no aprobará la muerte de aquella mujer... pero mi sed..._ Gruñí.
Ceré los ojos, impotente. Debía reconocer que jamás había superado aún mi etapa de neófita.
El deseo de sangre... el de asesinar.
Mis músculos temblaban al tiempo que mis heridas me forzaban a arrodillarme. Ahora que mis venas retomaban su curso tranquilo y las llamas se habían apagado, el dolor se abrió camino.
Nadie me había pedido jamás que me detuviera. Al menos, nadie se había ofrecido y entregado de tal forma sin que utilizase mis poderes. ¿Por qué...?
Bajé el mentón en dirección al suelo, tensionando los músculos de mis brazos y cuello. Estaba luchando contra la impotencia.
Levanté nuevamente el rostro, observando la silueta de la licántropo, indefensa. Herida.
Lancé un gemido cuando el supuesto razguño de mi espalda comenzó a palpitar y como punzadas que cruzaban mi cuerpo, el dolor se volió insoportable.
Caí. Pero no perdí la conciencia, jamás lo haría.
Mis labios se movieron suavemente y mi mente me forzaba a cerrarlos, a preservar el orgullo. Sin embargo, las palabras se escaparon desde el corazón, mientras que la lógica sólo pudo conseguir que el sonido fuese casi inaudible. Casi.
_ Lo siento_
Me mantuve temblando sobre la hierba, con la vista perdida en una mariposa que se paseaba alegre cerca del suelo.
Soy un monstruo
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Re: Huyendo de los cobardes.
Esperaba sentir sus uñas de nuevo en mi cuerpo, pero no lo hizo. Empezó a gritar desesperadamente, como si le hubiera quitado un caramelo a un niño. De pronto cayó sobre la hierba, mientras todo su cuerpo temblaba. Me quedé asustada, no sabía lo que le pasaba. Un vampiro no podía morir de unas cuántas heridas.
En un leve susurro, se disculpó. Sabía que todo había acabado, que ella no haría daño. Pero había matado a una persona. Y no la salvaría. Se merecía sufrir, tanto como ella hizo a otros. Me arrodillé junto a ella y le miré fijamente a los ojos.
-Si, sé que lo sientes. Pero yo lo he sentido más aún. No voy a cuidarte, ni a curarte -dije en un susurro-. Y no vas a morir, pero vas a sufrir. Te lo mereces.
En un rápido movimiento me alejé de ella, para dejarla tendida en el suelo, mientras recapacitaba y sufría.
En un leve susurro, se disculpó. Sabía que todo había acabado, que ella no haría daño. Pero había matado a una persona. Y no la salvaría. Se merecía sufrir, tanto como ella hizo a otros. Me arrodillé junto a ella y le miré fijamente a los ojos.
-Si, sé que lo sientes. Pero yo lo he sentido más aún. No voy a cuidarte, ni a curarte -dije en un susurro-. Y no vas a morir, pero vas a sufrir. Te lo mereces.
En un rápido movimiento me alejé de ella, para dejarla tendida en el suelo, mientras recapacitaba y sufría.
Invitado- Invitado
Re: Huyendo de los cobardes.
_ No es por mis heridas..._ Continué. _ Aro me asesinará... sé que lo hará. Lo único que tengo, es mi capacidad de luchar_ Susurré mientras me ponía de pie tambaleándome.
_ El sufrimiento de otros quizás no sea la solución. Ya he perdido tanto mi honor como mi criterio al hablarte a ti de estas cosas. Pero una confesión es digna de ser oída. Y especialmente cuando me aguarda un castigo jamás imaginado. Eres una gran luchadora..._ Giré el rostro intentando no mostrar mi expresión humillada.
Cerraba los ojos buscando algún rastro de la bestia que me había movilizado todo este tiempo. Ya noe estaba. La ira había resultado ser el disfráz del sufrimiento, de la agonía. Ahora sentía un vacío increíblemente grande en el centro de mi pecho. Como si no sólo las heridas me provocaran dolor, sino también la culpa de millones de cadáveres amontonados en mi conciencia.
Años en Volterra, seduciendo idiotas humanos, jugando con ellos. Me daba asco.
Mi vida había resultado una gran mentira, incluso Aro Vulturi se había encargado de utilizarme como un peón en su tablero de ajedréz.
La licántropo se alejaba, dejándome sola con el vacío que se había creado en mi interior.
_ El sufrimiento de otros quizás no sea la solución. Ya he perdido tanto mi honor como mi criterio al hablarte a ti de estas cosas. Pero una confesión es digna de ser oída. Y especialmente cuando me aguarda un castigo jamás imaginado. Eres una gran luchadora..._ Giré el rostro intentando no mostrar mi expresión humillada.
Cerraba los ojos buscando algún rastro de la bestia que me había movilizado todo este tiempo. Ya noe estaba. La ira había resultado ser el disfráz del sufrimiento, de la agonía. Ahora sentía un vacío increíblemente grande en el centro de mi pecho. Como si no sólo las heridas me provocaran dolor, sino también la culpa de millones de cadáveres amontonados en mi conciencia.
Años en Volterra, seduciendo idiotas humanos, jugando con ellos. Me daba asco.
Mi vida había resultado una gran mentira, incluso Aro Vulturi se había encargado de utilizarme como un peón en su tablero de ajedréz.
La licántropo se alejaba, dejándome sola con el vacío que se había creado en mi interior.
Invitado- Invitado
Re: Huyendo de los cobardes.
Escuché sus palabras, las mismas que me hicieron parar. Giré la cabeza, para mirar su rostro. Decía la verdad. Me dí la vuelta, mientras Akasha seguía hablando y asimilando todas esas palabras.
Me coloqué delante de ella, mientras suspiraba mis pensamientos.
-Debería matarte -dije mientras cerraba los puños-, pero solo habría otra muerte. Has matado a miles de personas, Akasha. No solo de las cuáles bebiste su sangre, si no hermanos, hijos, padres, abuelos... Familias enteras, echas añicos por tú estúpida acción.
Me arrodillé en el suelo. Debía de contenerme para no convertirme ahora, pues recordar todo eso hacía que mi ira aumentara. Y quería matarla, con toda mi alma y mi ser. Pero no arreglaría nada. Me levanté de nuevo, para poder mirarle a los ojos.
-Ahora quieres cambiar -dije en un suspiro-. Pero no puedes. ¡Eres un máldito vampiro, Akasha, un asesino de vidas! -grité en su rostro, mientras una lágrima se desprendía de mi ojo.
Me coloqué delante de ella, mientras suspiraba mis pensamientos.
-Debería matarte -dije mientras cerraba los puños-, pero solo habría otra muerte. Has matado a miles de personas, Akasha. No solo de las cuáles bebiste su sangre, si no hermanos, hijos, padres, abuelos... Familias enteras, echas añicos por tú estúpida acción.
Me arrodillé en el suelo. Debía de contenerme para no convertirme ahora, pues recordar todo eso hacía que mi ira aumentara. Y quería matarla, con toda mi alma y mi ser. Pero no arreglaría nada. Me levanté de nuevo, para poder mirarle a los ojos.
-Ahora quieres cambiar -dije en un suspiro-. Pero no puedes. ¡Eres un máldito vampiro, Akasha, un asesino de vidas! -grité en su rostro, mientras una lágrima se desprendía de mi ojo.
Invitado- Invitado
Re: Huyendo de los cobardes.
Sus palabras ceyeron terminantes sobre mi cuerpo postrado en el sufrimiento. Sin embargo una fuerza nueva surgìa en mi mente, quizàs, la rabia habìa dejado lugar a la lògica.
Me enderecè y me puse de pie erguida, con unas gracia y frialdad hasta el momento inexistentes en mi persona.
_ Te estarè por siempre agradecida... por abrirme los ojos... aunque siempre seremos enemigas. Asì es, soy un monstruo, pero no me arrodillarè al destino de la muerte. Lucharè por mi vida, pero no terminarè otras sin razones para hacerlo. Mucho gusto loba_ Dije con una sonrisa mientras me volteaba, adentràndome en las profundidades del frondoso bosque de Forks.
Me enderecè y me puse de pie erguida, con unas gracia y frialdad hasta el momento inexistentes en mi persona.
_ Te estarè por siempre agradecida... por abrirme los ojos... aunque siempre seremos enemigas. Asì es, soy un monstruo, pero no me arrodillarè al destino de la muerte. Lucharè por mi vida, pero no terminarè otras sin razones para hacerlo. Mucho gusto loba_ Dije con una sonrisa mientras me volteaba, adentràndome en las profundidades del frondoso bosque de Forks.
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Re: Huyendo de los cobardes.
Vi como se alejaba. Se había arrepentido, aunque sabía que no sería tan fácil. Me quedé quieta, hasta que decidí volver a la push.
Invitado- Invitado
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