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Paciencia (Amelia, libre-Mañana)
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Paciencia (Amelia, libre-Mañana)
El tiempo pasaba con una lentitud exagerada, deseaba fervientemente que se detuviera, no quería seguir viviendo este suplicio; lamentablemente no podía parar las manecillas del reloj que estaba en la pared frente a mí, dándome de cachetadas cada detestable segundo, desgarrando cada vez más a mi corazón.
Hacía tiempo que pare el llanto, mis ojos no podían sacar más lágrimas, se me habían acabado. Y pese a todo no podía dejar de contar cada segundo, cada día que transcurría en esta mi nueva y desdichada vida, necesitaba saber cuánto tenía desaparecida, cuanto tiempo me tomaría el poder juntar valor y enfrentar cara a cara a Franco. La vida resulta ser así de irónica y cruel, cuando menos deseas afrontar tus miedos, penas y problemas estos te atacan más y más, metiendo presión por si solos para que les encares y si pueden burlarse de ti en tus narices.
Mire por el gran ventanal, los copos de nieve caían con su suave danza hasta envolverse en los que ya estaban en el suelo cubriendo todo rastro de vida. Puse mi mano en el vidrio helado que provoco un ligero estremecimiento en mi cuerpo, los techos de las casas se encontraban absolutamente cubiertos de nieve, junto con los árboles y las calles. Esto era un mundo donde la nieve reinaba haciendo del lugar, era muy parecido a la nada, un pueblo fantasma tenía más vida que aquel lugar.
Camine a mi gigantesco ropero y lo abrí de un jalón. Todo cambiaba en mi vida inclusive la ropa, ahora mis nuevos atuendos eran más al estilo de Katherine y María, tan ostentosos y elegantes, un estilo que no iba conmigo pero lo prefería a morir de frío. Tome un largo abrigo y me cubrí muy bien porque aun estando dentro de la casa y con la chimenea prendida el fría me calaba los huesos y no planeaba soportar eso más. ¿Porque a Matt no se le había ocurrido un lugar más cálido? Claro, como ellos no percibían el frio les daba igual el lugar donde se encontraran.
Baje lentamente las escaleras de madera blanca sin hacer ni un ruido, moviéndome con cautela y sigilo. Aguce el oído para poder percibir el movimiento de los vampiros, pero ni uno se encontraba por ahí. Tenía entendido que Yaeel se había ido a cazar y no perdería mi tiempo esperándolo, no a él, si lo hacía era más por pura obligación que por aprecio ya que todo rastro de aquel cariño que le tenía en el pasado se había esfumado cuando me entere de la verdad y ahora me era difícil volver a retomar aquel camino que se había llenado de barrera creadas por el mismo.
Matt tal vez había salido con sus amigas, deseaba que así fuera.
Tras asegurarme que nadie estuviera me encamine a la cocina y rebusque algo en el refrigerador hasta encontrar lo que se en apeteciera, cazar era una opción que no tomaría por no acompañar a Yaeel.
Me encontré absorta en cocinar alguna comida decente que pudiera ingerir hasta escuchar unos pasos detrás de mí. No era Matt ni Yaeel, ya que sus pisadas eran fuertes, tampoco eran Katherine o Paula, ya que se escucharía el estruendo de sus habituales tacones. Esas pisadas eran suaves y delicadas, supe al instante que era Amelia que usaba el mismo tipo de zapatos que yo, algo que no me agradaba pero era cómodo.
Suspire e ignore a mi compañera, no quería dirigirle la palabra, de todos los vampiros que estaban ahí ella me desagradaba más.
Hacía tiempo que pare el llanto, mis ojos no podían sacar más lágrimas, se me habían acabado. Y pese a todo no podía dejar de contar cada segundo, cada día que transcurría en esta mi nueva y desdichada vida, necesitaba saber cuánto tenía desaparecida, cuanto tiempo me tomaría el poder juntar valor y enfrentar cara a cara a Franco. La vida resulta ser así de irónica y cruel, cuando menos deseas afrontar tus miedos, penas y problemas estos te atacan más y más, metiendo presión por si solos para que les encares y si pueden burlarse de ti en tus narices.
Mire por el gran ventanal, los copos de nieve caían con su suave danza hasta envolverse en los que ya estaban en el suelo cubriendo todo rastro de vida. Puse mi mano en el vidrio helado que provoco un ligero estremecimiento en mi cuerpo, los techos de las casas se encontraban absolutamente cubiertos de nieve, junto con los árboles y las calles. Esto era un mundo donde la nieve reinaba haciendo del lugar, era muy parecido a la nada, un pueblo fantasma tenía más vida que aquel lugar.
Camine a mi gigantesco ropero y lo abrí de un jalón. Todo cambiaba en mi vida inclusive la ropa, ahora mis nuevos atuendos eran más al estilo de Katherine y María, tan ostentosos y elegantes, un estilo que no iba conmigo pero lo prefería a morir de frío. Tome un largo abrigo y me cubrí muy bien porque aun estando dentro de la casa y con la chimenea prendida el fría me calaba los huesos y no planeaba soportar eso más. ¿Porque a Matt no se le había ocurrido un lugar más cálido? Claro, como ellos no percibían el frio les daba igual el lugar donde se encontraran.
Baje lentamente las escaleras de madera blanca sin hacer ni un ruido, moviéndome con cautela y sigilo. Aguce el oído para poder percibir el movimiento de los vampiros, pero ni uno se encontraba por ahí. Tenía entendido que Yaeel se había ido a cazar y no perdería mi tiempo esperándolo, no a él, si lo hacía era más por pura obligación que por aprecio ya que todo rastro de aquel cariño que le tenía en el pasado se había esfumado cuando me entere de la verdad y ahora me era difícil volver a retomar aquel camino que se había llenado de barrera creadas por el mismo.
Matt tal vez había salido con sus amigas, deseaba que así fuera.
Tras asegurarme que nadie estuviera me encamine a la cocina y rebusque algo en el refrigerador hasta encontrar lo que se en apeteciera, cazar era una opción que no tomaría por no acompañar a Yaeel.
Me encontré absorta en cocinar alguna comida decente que pudiera ingerir hasta escuchar unos pasos detrás de mí. No era Matt ni Yaeel, ya que sus pisadas eran fuertes, tampoco eran Katherine o Paula, ya que se escucharía el estruendo de sus habituales tacones. Esas pisadas eran suaves y delicadas, supe al instante que era Amelia que usaba el mismo tipo de zapatos que yo, algo que no me agradaba pero era cómodo.
Suspire e ignore a mi compañera, no quería dirigirle la palabra, de todos los vampiros que estaban ahí ella me desagradaba más.
Anya Andrew- Semi-Vampiro
- Cantidad de envíos : 768
Edad : 32
Fecha de inscripción : 27/02/2010
Re: Paciencia (Amelia, libre-Mañana)
El viento helado golpeaba mi rostro con desdén mientras mi garganta ardía como si fuese sometía ante una hoguera. Delante de mí se encontraba Matt, Katherine y Paula en un perfecto orden. Habíamos dejado la casa kilómetros atrás para dirigirnos saciar la sed que nos estaba aniquilando a todos en conjunto.
Aun pasábamos desapercibidos ente los humanos, nuestros ojos ahora se tornaban de un negro tal como el carbón. Nuestras pupilas e mantenían fijas y duras tales como dos piedras preciosas. Parecían dos ónixs posados en perfecto orden en nuestro rostro. Yaeel por su parte decidió tomar un camino alejado hacia el bosque ya que no le apetecía nuestro “Menú”.
No me agradaba pensar en mi hermana, ya que me causaba un sentimiento que no podía definir. Era un dólar tan insufrible más que la sed que ardía en mi garganta en este momento. No podía entender y seguía sin digerir la idea de que mi hermano se haya enamorado de una estúpida niña.
Recordé un pasaje de mi vida humano, donde mi madre antes de morir nos hizo prometerle algo. Yaeel y yo la tomábamos de la mano mientras pronunciaba sus últimas palabras donde decía que siempre debíamos cuidar uno de otro. A toda costa debíamos evitar el sufrimiento del otro sin importar el costo.
Yo por mi parte cumplía a la perfección. No había intervenido en la felicidad de mi hermano y me había alejado para que su felicidad perdura con la hibrida por lo mas doloroso que resultara para mi. Yaeel por su parte no cumplía su palabra al no darse cuenta que sufría con un dolor tan latente en lo mas profundo del corazón.
Detestaba llegar a mi casa y ver a mi hermano hipnotizado, mirando ala niña como si no existiera absolutamente nada para el. Yaeel ahora solo me dedicada el mínimo tiempo mientras en unas escasas horas donde la niña dormía.
Mientras más me olvidaba mi hermano mas odiaba la chiquilla que cuando podía no hacia más que llorar. No tenía idea de quien sufría más. Ella al alejarse para proteger a su amado. O yo viendo como mientras más pasaba mi hermano con ella menos existía yo. Ambas sufríamos ala par.
Las luces del centro de San Petersburgo eran abrumadoras. Me percate de haber llegado al centro donde la diversión reina. No sabía a donde nos dirigíamos, solo tenia la idea de que hoy seria un gran festín. Seguían todos en la entrada de un gran hotel costos, donde las paredes caoba hacían juego con los grandes candelabros de cristal que colgaban por todo el lugar.
Katherine se dirigió hacia el salón de eventos donde, el olor humano parecía abofetearnos con una llamarada de ardor en la garganta mas intensa a cada paso. A pesar de la sed no podía quitarme de la cabeza la imagen de mi hermano y de Anya. Sacudí la cabeza y entramos al gran salón donde se festejaba una boda.
Una manera descarada de mostrarme lo que jamás había tenido la dicha de probar y parecía estaría destinada a jamás saborear lo que se sentía amar. Todo se encontraba perfectamente combinado con colores crema y tonos azul cielo. Haciéndolo insoportablemente encantador. El salón estaba cubierto por personas de todas las edades. Desde los niños vestidos de pajecillos hasta loas abuelos de los festejados.
Nos colamos n la fiesta como si fuéramos invitados, lo único que anhelaba era terminar con el festejo empalagoso que se celebraba. El olor de los invitados hizo que cada vez no prestara atención a mí alrededor. Cerramos las puertas y ventanas del lugar. Matt y Katherine se encargaron de dar un discurso perturbador para los humanos. Paula y yo apagamos la electricidad quedando completamente a obscuras
En unos segundos el salón se invadió de gritos y llanto acompañado con una deliciosa desesperación. Mis instintos se dejaron llevar y mi razón ya no existía. Agradecía ya no pensar en ideas estúpidas y disfrutar del momento. Era hora de cazar.
El olor dulzón de la novia me atrajo hacia donde ella se ocultaba junto con su marido. Ambos se tomaban de la mano. Me lance hacia ella un gruñido profanado se escapó entre mis dientes.
Su marido se aferraba a ella con ferocidad e intentaba defenderla. El ardor en mi garganta se aplacaba, cada gota que se derramaba en mi garganta me hacia querer mas. La sangre de la chica era tan limpia que era fácil de digerir. Seguí por su esposo el cual su sangre estaba impregnada del sabor amargo de la heroína y de la nicotina. Después de todo les hice un favor ya que terminaría muriendo pronto. Le había ahorrado sufrimiento.
Mi garganta aun ardía y pedía más, pero una sensación de saciedad me invadió. Ya no quería probar más. Me aleje del salón dejando a Katherine, Matt y Paula disfrutando del banquete donde sus gruñidos lo comprobaban.
Observe mi atuendo impecable sin una gota de sangre. Traía unos jeans negros deslavados, acompañados de uno par de tenis y una sudadera azul turquesa. Coloque mi gorro de mi sudadera sobre mi largo cabello obscuro, para que nadie notara el carmesí de mis pupilas.
Me apresure a salir del hotel. Corrí en dirección a casa, no tenia anímanos de ir ningún otro lugar.
Camine sobre la alfombra de nieve que cubría la entrada ala gran mansión. No tenía idea de quien se encontrara en casa. Solo esperaba no encontrar a Yaeel y la niña en un encuentro amoroso. Me apresure a entrar mis huellas dejaban divertidas marcas en la nieve.
Entre hacia la mansión, el aroma de Yaeel apenas se distinguía, aun no había vuelto. El único aroma que se distinguí y perduraba en la casa era el de la niña que aborrecía acompañado de un latido similar ala de un colibrí, su latido era insoportable.
Camine hacia lo cocina de donde provenían esa nauseabunda presencia. Su silueta pequeña se encontraba buscando alimento.
-Anya querida. ¿Por que desperdicias tu tiempo comiendo esta basura?- Dije con una sonrisa falsa.- Mejor haznos un favor y lárgate a cazar así no tendré que mirar tu insoportable rostro y aguantar tu presencia.- Decía la verdad lo que menos quería era que me restregara en el rostro todo lo que me perturbaba.
Aun pasábamos desapercibidos ente los humanos, nuestros ojos ahora se tornaban de un negro tal como el carbón. Nuestras pupilas e mantenían fijas y duras tales como dos piedras preciosas. Parecían dos ónixs posados en perfecto orden en nuestro rostro. Yaeel por su parte decidió tomar un camino alejado hacia el bosque ya que no le apetecía nuestro “Menú”.
No me agradaba pensar en mi hermana, ya que me causaba un sentimiento que no podía definir. Era un dólar tan insufrible más que la sed que ardía en mi garganta en este momento. No podía entender y seguía sin digerir la idea de que mi hermano se haya enamorado de una estúpida niña.
Recordé un pasaje de mi vida humano, donde mi madre antes de morir nos hizo prometerle algo. Yaeel y yo la tomábamos de la mano mientras pronunciaba sus últimas palabras donde decía que siempre debíamos cuidar uno de otro. A toda costa debíamos evitar el sufrimiento del otro sin importar el costo.
Yo por mi parte cumplía a la perfección. No había intervenido en la felicidad de mi hermano y me había alejado para que su felicidad perdura con la hibrida por lo mas doloroso que resultara para mi. Yaeel por su parte no cumplía su palabra al no darse cuenta que sufría con un dolor tan latente en lo mas profundo del corazón.
Detestaba llegar a mi casa y ver a mi hermano hipnotizado, mirando ala niña como si no existiera absolutamente nada para el. Yaeel ahora solo me dedicada el mínimo tiempo mientras en unas escasas horas donde la niña dormía.
Mientras más me olvidaba mi hermano mas odiaba la chiquilla que cuando podía no hacia más que llorar. No tenía idea de quien sufría más. Ella al alejarse para proteger a su amado. O yo viendo como mientras más pasaba mi hermano con ella menos existía yo. Ambas sufríamos ala par.
Las luces del centro de San Petersburgo eran abrumadoras. Me percate de haber llegado al centro donde la diversión reina. No sabía a donde nos dirigíamos, solo tenia la idea de que hoy seria un gran festín. Seguían todos en la entrada de un gran hotel costos, donde las paredes caoba hacían juego con los grandes candelabros de cristal que colgaban por todo el lugar.
Katherine se dirigió hacia el salón de eventos donde, el olor humano parecía abofetearnos con una llamarada de ardor en la garganta mas intensa a cada paso. A pesar de la sed no podía quitarme de la cabeza la imagen de mi hermano y de Anya. Sacudí la cabeza y entramos al gran salón donde se festejaba una boda.
Una manera descarada de mostrarme lo que jamás había tenido la dicha de probar y parecía estaría destinada a jamás saborear lo que se sentía amar. Todo se encontraba perfectamente combinado con colores crema y tonos azul cielo. Haciéndolo insoportablemente encantador. El salón estaba cubierto por personas de todas las edades. Desde los niños vestidos de pajecillos hasta loas abuelos de los festejados.
Nos colamos n la fiesta como si fuéramos invitados, lo único que anhelaba era terminar con el festejo empalagoso que se celebraba. El olor de los invitados hizo que cada vez no prestara atención a mí alrededor. Cerramos las puertas y ventanas del lugar. Matt y Katherine se encargaron de dar un discurso perturbador para los humanos. Paula y yo apagamos la electricidad quedando completamente a obscuras
En unos segundos el salón se invadió de gritos y llanto acompañado con una deliciosa desesperación. Mis instintos se dejaron llevar y mi razón ya no existía. Agradecía ya no pensar en ideas estúpidas y disfrutar del momento. Era hora de cazar.
El olor dulzón de la novia me atrajo hacia donde ella se ocultaba junto con su marido. Ambos se tomaban de la mano. Me lance hacia ella un gruñido profanado se escapó entre mis dientes.
Su marido se aferraba a ella con ferocidad e intentaba defenderla. El ardor en mi garganta se aplacaba, cada gota que se derramaba en mi garganta me hacia querer mas. La sangre de la chica era tan limpia que era fácil de digerir. Seguí por su esposo el cual su sangre estaba impregnada del sabor amargo de la heroína y de la nicotina. Después de todo les hice un favor ya que terminaría muriendo pronto. Le había ahorrado sufrimiento.
Mi garganta aun ardía y pedía más, pero una sensación de saciedad me invadió. Ya no quería probar más. Me aleje del salón dejando a Katherine, Matt y Paula disfrutando del banquete donde sus gruñidos lo comprobaban.
Observe mi atuendo impecable sin una gota de sangre. Traía unos jeans negros deslavados, acompañados de uno par de tenis y una sudadera azul turquesa. Coloque mi gorro de mi sudadera sobre mi largo cabello obscuro, para que nadie notara el carmesí de mis pupilas.
Me apresure a salir del hotel. Corrí en dirección a casa, no tenia anímanos de ir ningún otro lugar.
Camine sobre la alfombra de nieve que cubría la entrada ala gran mansión. No tenía idea de quien se encontrara en casa. Solo esperaba no encontrar a Yaeel y la niña en un encuentro amoroso. Me apresure a entrar mis huellas dejaban divertidas marcas en la nieve.
Entre hacia la mansión, el aroma de Yaeel apenas se distinguía, aun no había vuelto. El único aroma que se distinguí y perduraba en la casa era el de la niña que aborrecía acompañado de un latido similar ala de un colibrí, su latido era insoportable.
Camine hacia lo cocina de donde provenían esa nauseabunda presencia. Su silueta pequeña se encontraba buscando alimento.
-Anya querida. ¿Por que desperdicias tu tiempo comiendo esta basura?- Dije con una sonrisa falsa.- Mejor haznos un favor y lárgate a cazar así no tendré que mirar tu insoportable rostro y aguantar tu presencia.- Decía la verdad lo que menos quería era que me restregara en el rostro todo lo que me perturbaba.
Amelia Hole- Cantidad de envíos : 161
Edad : 32
Fecha de inscripción : 17/03/2010
Re: Paciencia (Amelia, libre-Mañana)
Lo menos que deseaba en mi vida era debatirme con algún vampiro. Odiaba ser partícipe de un enfrentamiento, jamás había tenido uno y no planeaba tenerlo. Mi padre me había educado para ser paciente, tolerante, enfrentar mis problemas como alguien civilizado, sin llegar nunca a la agresividad.
Y esa era una de mis tantas debilidades. Yo, Anya Andrew era débil en todos los aspectos posibles. Era débil por haberme dejado llevar por la máscara que Matt poseía en aquel pardo, era débil por no enfrentarlos sabiendo que tenía mejores posibilidades de derrotarlos, era débil por mostrarle mi don y dejarle ver a mi familia, era débil por estar ahí fingiendo amar a alguna a quien despreciaba. Esa era yo, débil, cobarde, tímida e insignificante. Los vampiros lo sabían a la perfección y me exprimían como limón, tratando de agotar mi educación, tratando de agotarme a mí y ceder ante todas sus expectativas.
A estas alturas de mi vida me importaba poco lo que sucedía a mi rededor, solamente me importaba que aquella que alguna vez fuera mi familia estuviera bien, que Matt no les hiciera daño, solo por eso estaba ahí fingiendo ser alguien que no eran en verdad. Solo estaba por estar, no amaba a Yaeel como amaba a Franco. Amelia, Katherine y Paula no eran mis mejores amigas. Y Matt no era mi padre amoroso e incondicional. Ellos eran diferentes. Eran arrogantes, desdeñosos, con un aire de superioridad impregnados en sus seres ostentosos y llamativos, todos ellos combinaba a la perfección, creados para pasar la eternidad juntos, destinado a hacer sufrir a otros para divertirse.
Pensar todo aquello, una y otra vez, solo me llevaban a una sola cosa. Si mi vida había cambiado por completo ¿Porque no cambiar yo también? No era justo que me trataran de aquella forma, que me denigraran como si fuese un perro de la calle. No, yo podía llegar a ser tan arrogante, frívola, ambiciosa, cruel y todo lo que ellos eran.
Comencé a tomar todos aquellos sentimientos buenos: amistad, amor, cariño, tolerancia, respeto, responsabilidad, alegría, paciencia y los metí a un baúl, este mismo lo cerré con llave y la tire en el océano de mi soledad donde solamente un alma buena podría llegar a encontrarla; avente aquel baúl lo más lejano de mi corazón, encerrando y olvidando a la antigua Anya, enterrando los recuerdo. Ahora me dejaría seducir por alguien a quien siempre había tratado de anestesiar dentro de mí.
Las palabras que Amelia había soltado como si le hablara a la basura, como era su tono habitual conmigo, floto desde su ángulo y se estampo en mis oídos. Lo que menos quería era salir al frio invernal, yo lo sentía ella no. Negué con la cabeza y sonreí con amargura. No solo yo sufriría, ella sufriría conmigo y sabía con quien sufriría.
-Si tienes tantas ganas de no verme ¿Porque no mejor te largas tú? Digo, al fin y al cabo aquí nadie te necesita como ya lo has podido apreciar.- Me volví para verla parada con una sonrisa falsa y el desagrado en su rostro.- Aunque... Podría encontrarme con tu hermano... ¿Deseas que sea así? ¿Acaso prefieres no ver cómo está mejor conmigo que contigo? ¿No quieres ver cómo me prefiere a mi sobre todas las cosas, y lo más importante, sobre de ti? No te preocupes, prefiero ver como se te crispa tu encantador rostro al vernos juntos, al ver que él es feliz conmigo y no contigo. Prefiero eso mil veces.- Sonreí llena de malicia.
Aún estaba consciente del inmenso amor que Amelia le tenía a Yaeel, aquel amor que confundía con el de hermanos y que en realidad era un enamoramiento. Aquel amor que negaba rotundamente, aquel al que le tenía miedo y que la hería profundamente, lo veía en sus ojos, se reflejaba como si estuviera viendo a través del agua cristalina de un manantial.
Y esa era una de mis tantas debilidades. Yo, Anya Andrew era débil en todos los aspectos posibles. Era débil por haberme dejado llevar por la máscara que Matt poseía en aquel pardo, era débil por no enfrentarlos sabiendo que tenía mejores posibilidades de derrotarlos, era débil por mostrarle mi don y dejarle ver a mi familia, era débil por estar ahí fingiendo amar a alguna a quien despreciaba. Esa era yo, débil, cobarde, tímida e insignificante. Los vampiros lo sabían a la perfección y me exprimían como limón, tratando de agotar mi educación, tratando de agotarme a mí y ceder ante todas sus expectativas.
A estas alturas de mi vida me importaba poco lo que sucedía a mi rededor, solamente me importaba que aquella que alguna vez fuera mi familia estuviera bien, que Matt no les hiciera daño, solo por eso estaba ahí fingiendo ser alguien que no eran en verdad. Solo estaba por estar, no amaba a Yaeel como amaba a Franco. Amelia, Katherine y Paula no eran mis mejores amigas. Y Matt no era mi padre amoroso e incondicional. Ellos eran diferentes. Eran arrogantes, desdeñosos, con un aire de superioridad impregnados en sus seres ostentosos y llamativos, todos ellos combinaba a la perfección, creados para pasar la eternidad juntos, destinado a hacer sufrir a otros para divertirse.
Pensar todo aquello, una y otra vez, solo me llevaban a una sola cosa. Si mi vida había cambiado por completo ¿Porque no cambiar yo también? No era justo que me trataran de aquella forma, que me denigraran como si fuese un perro de la calle. No, yo podía llegar a ser tan arrogante, frívola, ambiciosa, cruel y todo lo que ellos eran.
Comencé a tomar todos aquellos sentimientos buenos: amistad, amor, cariño, tolerancia, respeto, responsabilidad, alegría, paciencia y los metí a un baúl, este mismo lo cerré con llave y la tire en el océano de mi soledad donde solamente un alma buena podría llegar a encontrarla; avente aquel baúl lo más lejano de mi corazón, encerrando y olvidando a la antigua Anya, enterrando los recuerdo. Ahora me dejaría seducir por alguien a quien siempre había tratado de anestesiar dentro de mí.
Las palabras que Amelia había soltado como si le hablara a la basura, como era su tono habitual conmigo, floto desde su ángulo y se estampo en mis oídos. Lo que menos quería era salir al frio invernal, yo lo sentía ella no. Negué con la cabeza y sonreí con amargura. No solo yo sufriría, ella sufriría conmigo y sabía con quien sufriría.
-Si tienes tantas ganas de no verme ¿Porque no mejor te largas tú? Digo, al fin y al cabo aquí nadie te necesita como ya lo has podido apreciar.- Me volví para verla parada con una sonrisa falsa y el desagrado en su rostro.- Aunque... Podría encontrarme con tu hermano... ¿Deseas que sea así? ¿Acaso prefieres no ver cómo está mejor conmigo que contigo? ¿No quieres ver cómo me prefiere a mi sobre todas las cosas, y lo más importante, sobre de ti? No te preocupes, prefiero ver como se te crispa tu encantador rostro al vernos juntos, al ver que él es feliz conmigo y no contigo. Prefiero eso mil veces.- Sonreí llena de malicia.
Aún estaba consciente del inmenso amor que Amelia le tenía a Yaeel, aquel amor que confundía con el de hermanos y que en realidad era un enamoramiento. Aquel amor que negaba rotundamente, aquel al que le tenía miedo y que la hería profundamente, lo veía en sus ojos, se reflejaba como si estuviera viendo a través del agua cristalina de un manantial.
Anya Andrew- Semi-Vampiro
- Cantidad de envíos : 768
Edad : 32
Fecha de inscripción : 27/02/2010
Re: Paciencia (Amelia, libre-Mañana)
Cada palabra de la niña era un zumbido eterno en mi cerebro. Era insistente y su voz chillona no ayudaba en nada. Siempre había aprendido a ocultar mis sentimientos esta vez no era la excepción.
Cada una de sus palabras llegaba al fuero interno de mi corazón como puñaladas eternas que no podía borrar. Lo más patético de la situación es que tenía la razón en cada una de las palabras que arrojaba con intención de herirme.
Sonreía de oreja a oreja cada vez que escuchaba sus estúpidas frases. Tenia que controlar cada uno de mis impulsos para evitar matarla en ese momento. Mis manos temblaban a causa de la rabia que me provoca su simple existencia.
Aspire aire revuelto de su aroma dulzón que empalaga con olerlo a kilómetros de distancia. Me recargue con aire despreocupado en la pared de la cocina.
-Mira niña no tengo por que darte explicaciones sobre nada, no tengo por que irme, si no te gusta mi presencia lo lamento pero tendrás que soportarla.- La fulmine con la mirada.
Su rostro mostraba completa satisfacción al saber lo que hacia.- Yael no tiene nada que ver en este asunto. Estaré aquí todo el tiempo que quiera y tu ni mi hermano son nadie para decirme que hacer, -Sabia cuanta ella gozaba decir cada palabra hiriente. Yo jugaría su mismo juego .
-Estaré contenta, mientras vea tu sufrimiento por estar con alguien a quien repugnas mientras los seres que amas están lejos de ti.- Reí con desdén
-Pero que egoísta eres, dejar convertir a tu amado en lugar de dejarlo morir, solo par que este contigo- Tambaleaba mis dedos en la mesa.- Pero siento que hoy debo realizar una buena acción. ¿Por que no lo mato de una vez y le evito este suplicio eterno?, a tu adorado .. Franco ¿Es su nombre cierto?y lo hare todo por ti pequeña. – Tome una de sus mejillas y la pellizque causandole un color carmin.
Cada una de sus palabras llegaba al fuero interno de mi corazón como puñaladas eternas que no podía borrar. Lo más patético de la situación es que tenía la razón en cada una de las palabras que arrojaba con intención de herirme.
Sonreía de oreja a oreja cada vez que escuchaba sus estúpidas frases. Tenia que controlar cada uno de mis impulsos para evitar matarla en ese momento. Mis manos temblaban a causa de la rabia que me provoca su simple existencia.
Aspire aire revuelto de su aroma dulzón que empalaga con olerlo a kilómetros de distancia. Me recargue con aire despreocupado en la pared de la cocina.
-Mira niña no tengo por que darte explicaciones sobre nada, no tengo por que irme, si no te gusta mi presencia lo lamento pero tendrás que soportarla.- La fulmine con la mirada.
Su rostro mostraba completa satisfacción al saber lo que hacia.- Yael no tiene nada que ver en este asunto. Estaré aquí todo el tiempo que quiera y tu ni mi hermano son nadie para decirme que hacer, -Sabia cuanta ella gozaba decir cada palabra hiriente. Yo jugaría su mismo juego .
-Estaré contenta, mientras vea tu sufrimiento por estar con alguien a quien repugnas mientras los seres que amas están lejos de ti.- Reí con desdén
-Pero que egoísta eres, dejar convertir a tu amado en lugar de dejarlo morir, solo par que este contigo- Tambaleaba mis dedos en la mesa.- Pero siento que hoy debo realizar una buena acción. ¿Por que no lo mato de una vez y le evito este suplicio eterno?, a tu adorado .. Franco ¿Es su nombre cierto?y lo hare todo por ti pequeña. – Tome una de sus mejillas y la pellizque causandole un color carmin.
Amelia Hole- Cantidad de envíos : 161
Edad : 32
Fecha de inscripción : 17/03/2010
Re: Paciencia (Amelia, libre-Mañana)
El estar rodeada de vampiros insensibles, egoístas y maliciosos me ayudaba a mí a ocultar mis sentimientos, aprendía de ellos cada mal habito, aquellos de los cuales Maximiliano me había alejado y que desconocía por completo, pero que estaban ahí y afloraban si así lo deseaba.
Miraba con completa atención como ocultaba su dolor tras un velo de burla y una sonrisa forzada, pero el movimiento incesante de sus manos temblorosas me hacía ver que había golpeado el clavo tal y como yo lo deseaba.
Sonreí llena de burla al ver como trataba de esconder aquel dolor que la hería y carcomía como el fuego se come una hoja de papel.
Como había dicho yo no sufriría sola, ella se vería arrastrada por mi sufrimiento, así como el mar arrastra la arena a sus profundidades con sus olas.
Podíamos jugar este juego y no me cansaría, trataba de darme golpes bajos los cuales yo recibiría con la cara en alto y ni una lagrima derramada, ya me había hecho a la idea de que jamás volvería junto a Franco y mi familia, así que sus palabras me venían a dar golpes sucesivos y eternos, dolorosos pero ya sabía que ese era mi futuro.
Poco a poco se relajó, se tragó mis palabras tratando de hacerse la valiente, y se acercó a mí con gracia y la confianza del mundo, como si no quisiera matarla. Pellizco mi mejilla con fuerza que sentí que tal vez me la arrancaría, golpee su mano para quitarla, lo cual logre sin mucho esfuerzo y retrocedí un paso. Aún era consciente de que ella sacaba mis impulsos y no me refrenaría en hacerla volar en millones de pedazos, pero lamentablemente mis estribos se iban fuera de mi control, canalizar aquella furia a objetos que no servirían era lo mejor.
-No me vuelvas a tocar- Exclame mientras cerraba mis ojos, todo estaba perdido, mi autocontrol sobre todo. Aquel poder que tanto odiaba salió a relucir, ese "don" que escondía de todos los que me rodeaban.
Los gabinetes tallados a mano de roble comenzaron estallar de manera precipitada, los vidrios de los enormes ventanales volaban hechos millones de pedazos y la mesa se volvió un sin fin de astillas. Respire hondamente y sobe mis cienes, relajándome poco a poco.
Instantes después abrí los ojos y la fulmine con la mirada.
-Te aseguro que la próxima ves serás tú la que termine hecha pedazos, así que te lo pido de la manera más atenta, ¡NO ME TOQUES CON TUS REPUGNATES MANOS!- Exclame gritando con furia. Odiaba su gélido tacto.- En cuanto a largarme tu sola te contradices, eres tu quien no me quiere ver, y yo no me iré. Y Franco...- Fruncí el ceño y luego me acerque a ella con la decadencia de los años sobrepuestos en mi espalda.- Sé que no es tan estúpido para dejarse matar por ti, aparte de todo sabes que Luna, Roberto y Maximiliano están para protegerlo. Y en cuanto a nuestra relación, ha muerto, él se puede buscar a otra, tal vez Tanya, ella es mejor que yo. Así que puedes hacernos un favor y no acercarte a él, o te las veras con ellos y conmigo.- Sentencie dándole la espalda.
Miraba con completa atención como ocultaba su dolor tras un velo de burla y una sonrisa forzada, pero el movimiento incesante de sus manos temblorosas me hacía ver que había golpeado el clavo tal y como yo lo deseaba.
Sonreí llena de burla al ver como trataba de esconder aquel dolor que la hería y carcomía como el fuego se come una hoja de papel.
Como había dicho yo no sufriría sola, ella se vería arrastrada por mi sufrimiento, así como el mar arrastra la arena a sus profundidades con sus olas.
Podíamos jugar este juego y no me cansaría, trataba de darme golpes bajos los cuales yo recibiría con la cara en alto y ni una lagrima derramada, ya me había hecho a la idea de que jamás volvería junto a Franco y mi familia, así que sus palabras me venían a dar golpes sucesivos y eternos, dolorosos pero ya sabía que ese era mi futuro.
Poco a poco se relajó, se tragó mis palabras tratando de hacerse la valiente, y se acercó a mí con gracia y la confianza del mundo, como si no quisiera matarla. Pellizco mi mejilla con fuerza que sentí que tal vez me la arrancaría, golpee su mano para quitarla, lo cual logre sin mucho esfuerzo y retrocedí un paso. Aún era consciente de que ella sacaba mis impulsos y no me refrenaría en hacerla volar en millones de pedazos, pero lamentablemente mis estribos se iban fuera de mi control, canalizar aquella furia a objetos que no servirían era lo mejor.
-No me vuelvas a tocar- Exclame mientras cerraba mis ojos, todo estaba perdido, mi autocontrol sobre todo. Aquel poder que tanto odiaba salió a relucir, ese "don" que escondía de todos los que me rodeaban.
Los gabinetes tallados a mano de roble comenzaron estallar de manera precipitada, los vidrios de los enormes ventanales volaban hechos millones de pedazos y la mesa se volvió un sin fin de astillas. Respire hondamente y sobe mis cienes, relajándome poco a poco.
Instantes después abrí los ojos y la fulmine con la mirada.
-Te aseguro que la próxima ves serás tú la que termine hecha pedazos, así que te lo pido de la manera más atenta, ¡NO ME TOQUES CON TUS REPUGNATES MANOS!- Exclame gritando con furia. Odiaba su gélido tacto.- En cuanto a largarme tu sola te contradices, eres tu quien no me quiere ver, y yo no me iré. Y Franco...- Fruncí el ceño y luego me acerque a ella con la decadencia de los años sobrepuestos en mi espalda.- Sé que no es tan estúpido para dejarse matar por ti, aparte de todo sabes que Luna, Roberto y Maximiliano están para protegerlo. Y en cuanto a nuestra relación, ha muerto, él se puede buscar a otra, tal vez Tanya, ella es mejor que yo. Así que puedes hacernos un favor y no acercarte a él, o te las veras con ellos y conmigo.- Sentencie dándole la espalda.
Anya Andrew- Semi-Vampiro
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Re: Paciencia (Amelia, libre-Mañana)
Cada chillido que la niña profanaba no era más que una dulce melodía en mis oídos. Con tan solo escuchar el nombre de su amado parecía haber apretado el botón de su intolerancia.
Miles de fragmentaos volaron hacia todos lados, la madera caía del techo como copos de nieve. Yo reía ante su expresión y su notable falta de control. Amenazo con ser la próxima, algo que tenia en cuenta que no se antevería a hacer.
Ella sabia perfectamente con quien estaba involucrada y si llegara matarme, los que la tenían presa se la cobrarían con algún amiguito suyo. Su estupidez no llegaba a los extremos de poner a su familia en peligro.
-Atrévete a hacer volar un solo cabello mío, y sabrás como no estoy sola.- Reí con descaro mientras tomaba un pedazo de astilla y la terminaba de hacer aserrín entre mis manos.- Anya querida, tu sabes que mi muerte se la cobrarían con un ser querido tuyo, así que no seas egoísta niña y no sacrifiques a un ser amado.-Dije mientras seguía tomando cada pedazo hasta hacerlo mas pequeño.
Reía ante su idea de mí, parecía que no tenía noción de mi perfecto don. – Y no me subestimes niña, yo se que Franco no es tan estúpido como tu para dejarse engatusar por vampiros carnívoros.- Aspire aire y reí.- Pero quien dijo que Amelia lo mataría, si pude ser su misma amada quien lo haga.- Dije mientras me apoderaba de su misma voz chillona.
-Es mas por que privar al pobre niño de amor, si su misma Anya se lo puede dar.¿ Que te parece?.Acabas de decir que es libre y no es feo tu exnovio ese- Dije mientras poseía su misma escuálida figura.- Y para que te quede claro tú no me das órdenes a mí, por que quien te tiene presa somos nosotros.- Dije en tono de sentencia palabra tras palabra.
Miles de fragmentaos volaron hacia todos lados, la madera caía del techo como copos de nieve. Yo reía ante su expresión y su notable falta de control. Amenazo con ser la próxima, algo que tenia en cuenta que no se antevería a hacer.
Ella sabia perfectamente con quien estaba involucrada y si llegara matarme, los que la tenían presa se la cobrarían con algún amiguito suyo. Su estupidez no llegaba a los extremos de poner a su familia en peligro.
-Atrévete a hacer volar un solo cabello mío, y sabrás como no estoy sola.- Reí con descaro mientras tomaba un pedazo de astilla y la terminaba de hacer aserrín entre mis manos.- Anya querida, tu sabes que mi muerte se la cobrarían con un ser querido tuyo, así que no seas egoísta niña y no sacrifiques a un ser amado.-Dije mientras seguía tomando cada pedazo hasta hacerlo mas pequeño.
Reía ante su idea de mí, parecía que no tenía noción de mi perfecto don. – Y no me subestimes niña, yo se que Franco no es tan estúpido como tu para dejarse engatusar por vampiros carnívoros.- Aspire aire y reí.- Pero quien dijo que Amelia lo mataría, si pude ser su misma amada quien lo haga.- Dije mientras me apoderaba de su misma voz chillona.
-Es mas por que privar al pobre niño de amor, si su misma Anya se lo puede dar.¿ Que te parece?.Acabas de decir que es libre y no es feo tu exnovio ese- Dije mientras poseía su misma escuálida figura.- Y para que te quede claro tú no me das órdenes a mí, por que quien te tiene presa somos nosotros.- Dije en tono de sentencia palabra tras palabra.
Amelia Hole- Cantidad de envíos : 161
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Re: Paciencia (Amelia, libre-Mañana)
Cada palabra que escupía estaba llena de un ácido veneno que carcomía mí ya devastado corazón. Sus palabras fueron como miles de aguijonazos dados a la llaga que prometía hacerse más profunda gracias a ella.
Sabía cómo matarme lenta y dolorosamente. Claramente lo disfrutaba, como un niño disfruta su juguete o una paleta, se deleitaba con verme sufrir por mi perdida, por mi desdicha, por mi ingenuidad, por toda mi estupidez...Si yo estuviera en su lugar haría lo mismo, pero ella y yo no éramos el mismo tipo de persona.
Yo era civilizada, en cambio ella parecía aun vivir en el tiempo de las cavernas. No me rebajaría a tal circunstancias, no le seguiría el juego, lamentablemente ella lo volvía tentador y yo me dejaba seducir por verla sufrir al igual que ella lo hacía conmigo.
Solté una carcajada al escuchar sus frases, creía que era apreciada cuando en ocasiones pasadas había observado que Matt le tenía repugnancia, que Paula y Yaeel la ignoraban como si fuere un mueble más de esta casa, la única que le prestaba atención era Katherine y ni a ella le temía. -Te crees tan importante, te das un lugar que no tienes... ¿No te das cuenta? No le importas a nadie aquí, solo a Katherine y ni a ella, sino... ¿Dónde se encuentra ahora mismo?- Musite con desdén, enarqueando una ceja y retándola con la mirada.
Esto era un enfrentamiento de palabras donde veríamos quien sería más fuerte, si ella o yo. Para su sorpresa yo me convertía en el mismo tipo de persona que era ella, algo que no valía la pena y quizás así podría hacer que Franco me olvidara, que me odiara dado a que ese sentimiento le aseguraría su eternidad.
Escuche sus palabras, sin darle le importancia debida, miraba a otro lado esperando a que terminara de cacarear. De pronto me sobre salte, al escuchar el tono que tomo su graznido.
Ya no era más su voz chillona la que escuchaba, ahora era suave y aniñada, un tono que conocía perfectamente bien y que estaba constantemente en mi cabeza. Esa era mi voz.
Enfoque los ojos en su rostro, con la sorpresa reflejada en mi propio rostro. ¿Cómo era posible que imitara mi voz con la misma exactitud?
Entrecerré los ojos y le clave la vista, fulminándola por completo. Luego mis grandes ojos verdes se abrieron de par en par, sentía que se me saldrían de las orbitas por la sorpresa que acababa de llevarme. Frente a mi yacía Amelia, lo sabía por qué segundos antes ella estaba parada frente a mi, pero su fisionomía había cambiado por completo, ahora me sentía como si estuviera reflejada en un espejo.
No era posible aquello, yo estaba parada frente a mí misma. Parpadee atónita. Debía tener un don, eso era, pero ¿Cuál? ¿Porque no me había percatado de eso antes?
Un feroz gruñido salió de lo más profundo de mi garganta y sentí que mis músculos poco a poco se tensaban por la furia que comenzaba a invadirme con oleadas de fuego. -Ya te lo dije, él no es tan estúpido para caer en una trampa... Tal vez nuestro olor es una replica, pero tu corazón no late...-Dije con la voz llena de furia.- Aunque quieras parecerte a mí no lo podrás... Existen tantos defectos en tu don.- Sentencie mientras recuperaba la compostura.
Sabía cómo matarme lenta y dolorosamente. Claramente lo disfrutaba, como un niño disfruta su juguete o una paleta, se deleitaba con verme sufrir por mi perdida, por mi desdicha, por mi ingenuidad, por toda mi estupidez...Si yo estuviera en su lugar haría lo mismo, pero ella y yo no éramos el mismo tipo de persona.
Yo era civilizada, en cambio ella parecía aun vivir en el tiempo de las cavernas. No me rebajaría a tal circunstancias, no le seguiría el juego, lamentablemente ella lo volvía tentador y yo me dejaba seducir por verla sufrir al igual que ella lo hacía conmigo.
Solté una carcajada al escuchar sus frases, creía que era apreciada cuando en ocasiones pasadas había observado que Matt le tenía repugnancia, que Paula y Yaeel la ignoraban como si fuere un mueble más de esta casa, la única que le prestaba atención era Katherine y ni a ella le temía. -Te crees tan importante, te das un lugar que no tienes... ¿No te das cuenta? No le importas a nadie aquí, solo a Katherine y ni a ella, sino... ¿Dónde se encuentra ahora mismo?- Musite con desdén, enarqueando una ceja y retándola con la mirada.
Esto era un enfrentamiento de palabras donde veríamos quien sería más fuerte, si ella o yo. Para su sorpresa yo me convertía en el mismo tipo de persona que era ella, algo que no valía la pena y quizás así podría hacer que Franco me olvidara, que me odiara dado a que ese sentimiento le aseguraría su eternidad.
Escuche sus palabras, sin darle le importancia debida, miraba a otro lado esperando a que terminara de cacarear. De pronto me sobre salte, al escuchar el tono que tomo su graznido.
Ya no era más su voz chillona la que escuchaba, ahora era suave y aniñada, un tono que conocía perfectamente bien y que estaba constantemente en mi cabeza. Esa era mi voz.
Enfoque los ojos en su rostro, con la sorpresa reflejada en mi propio rostro. ¿Cómo era posible que imitara mi voz con la misma exactitud?
Entrecerré los ojos y le clave la vista, fulminándola por completo. Luego mis grandes ojos verdes se abrieron de par en par, sentía que se me saldrían de las orbitas por la sorpresa que acababa de llevarme. Frente a mi yacía Amelia, lo sabía por qué segundos antes ella estaba parada frente a mi, pero su fisionomía había cambiado por completo, ahora me sentía como si estuviera reflejada en un espejo.
No era posible aquello, yo estaba parada frente a mí misma. Parpadee atónita. Debía tener un don, eso era, pero ¿Cuál? ¿Porque no me había percatado de eso antes?
Un feroz gruñido salió de lo más profundo de mi garganta y sentí que mis músculos poco a poco se tensaban por la furia que comenzaba a invadirme con oleadas de fuego. -Ya te lo dije, él no es tan estúpido para caer en una trampa... Tal vez nuestro olor es una replica, pero tu corazón no late...-Dije con la voz llena de furia.- Aunque quieras parecerte a mí no lo podrás... Existen tantos defectos en tu don.- Sentencie mientras recuperaba la compostura.
Última edición por Anya Andrew el Dom Abr 24, 2011 10:05 pm, editado 1 vez
Anya Andrew- Semi-Vampiro
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Re: Paciencia (Amelia, libre-Mañana)
Esto era como un sueño hecho realidad. Toda la depresión y los pensamientos pesimistas se habían ido a la basura. Ahora tenía a la razón de mi existencia conmigo y eso en colmaba de las más grandes de las felicidades en mi vida. Nunca antes había estado tan feliz como lo hacía ahora.
Reencontrarme con la mujer de mi vida, aquella que me había cautivado desde el principio, me sentó maravillosamente y todo gracias a Matt. Aunque no sabía cómo es que el había logrado encontrarla, pero eso estaba de más, lo único que importaba era que ella me amaba con la misma fuerza con la que yo la amaba.
Me hacia sonreír la idea de que se había dado cuenta a tiempo que el tal Franco no era su tipo, nunca lo había sido, simple estorbo que ya no necesitaba deshacerme ahora que ella estaba a mi lado, brindándome la fuerza que necesitaba para seguir adelante pro la eternidad.
Contados eran los odiosos minutos que pasaba alejado de ella, sintiéndome una presa débil, necesitándola y extrañándola. Pero sonreía fascinado al pensar que ella me esperaba con los brazos abiertos cuando regresara a casa. No solo Anya, también mi amada hermana, que nos apoyaba sobre todas las cosas y a quien agradecía su compañía en los momentos tan difícil que había vivido en el pasado.
Salí de la gran mansión por la única cosa que me hacía salir y que era un verdadero fastidio: la sed. Estar en constante compañía de Anya me hacía olvidar y dejar en segundo plano mi devastadora sed que día con día se volvía más insoportable. Antes de salir de casa colme el rostro de mi amada de besos ardientes y luego salte por el ventanal al frio polar que debía sentirse en Rusia.
Me adentre en el bosque sinuoso del lugar, alejándome y perdiéndome de la civilización.
Los pinos se alzaban frente a mi, llenos de la blancuzca nieve que seguía cayendo como lluvia, solo que esta era ligera y gracia a comparación. Seguí mi rápida carrera hasta olfatear una manda de lobos que se encontraba, al igual que yo, cazando algunos ciervos. Sin esperar aviso me abalance sobre uno de ellos que era el más grande, dejando a un lado a los ciervos. Drene su sangre con voracidad, sin detenerme a pensar o disfrutar su sangre, solamente quería apaciguar mi sed para regresar tan rápido como me fuera posible a la mansión. Luego de matar a dos lobos más y un ciervo que se me cruzo tome camino por el mismo lugar para llegar a la mansión.
Estuve en frente de la mansión en menos tiempo del que me había tomado ir a buscar a mis presas, tal vez era la ansiedad y desesperación por tener entre mis brazos a Anya, como fuere, me adentre en la mansión.
Estando dentro del conocido lugar supe, al instante, que nadie más que Anya y algún otro amigo vampiro estaban en la casa. El constante latido de Anya me lo hacía saber, ese sonido que amaba por sobre todas las cosas y su voz angelical solo sirvió para confirmarme lo que yo ya sabía de ante mano.
Aunque dulce, su voz tenía impregnado un tono desdeñoso, algo fuera de lo común en ella. Fruncí el ceño y camine con cautela hasta la cocina para ver con quien se encontraba discutiendo.
Al entrar en dicho cuarto me lleve una no muy grata sorpresa. Frente a mi estaba Anya dándome la espalda y hablando con ferocidad a su oponente que, extrañamente, también era Anya. ¿Cómo era posible aquella situación? Yo solamente sabía que Anya tenía un don y que ese era capaz de destruir objetos, no el de multiplicarse.
Analice la situación, mi primera impresión había sido incorrecta.
Olfatee a los seres que se posaban frete a mí y detecte que poseían el mismo aroma dulzón. Sus aromas eran iguales y eso había creado mi confución, y solo un corazón latía en aquel sitio. Fruncí el ceño xcompletamente confundido, pero el latir del corazón provenía de la Anya que estaba a unos pasos de mí, la otra solamente tenía el mismo olor, pero el corazón no lo poseía.
Sin pararme a pensar salte a la vampira que estaba dándome la espalda y me puse frente de Anya. Tome una postura defensiva, protegiendo a Anya de aquel intruso, y gruñí lleno de amenaza.
-No sé quién seas tú, pero es mejor que salgas del lugar, ahora.- Dije entre gruñidos.
Reencontrarme con la mujer de mi vida, aquella que me había cautivado desde el principio, me sentó maravillosamente y todo gracias a Matt. Aunque no sabía cómo es que el había logrado encontrarla, pero eso estaba de más, lo único que importaba era que ella me amaba con la misma fuerza con la que yo la amaba.
Me hacia sonreír la idea de que se había dado cuenta a tiempo que el tal Franco no era su tipo, nunca lo había sido, simple estorbo que ya no necesitaba deshacerme ahora que ella estaba a mi lado, brindándome la fuerza que necesitaba para seguir adelante pro la eternidad.
Contados eran los odiosos minutos que pasaba alejado de ella, sintiéndome una presa débil, necesitándola y extrañándola. Pero sonreía fascinado al pensar que ella me esperaba con los brazos abiertos cuando regresara a casa. No solo Anya, también mi amada hermana, que nos apoyaba sobre todas las cosas y a quien agradecía su compañía en los momentos tan difícil que había vivido en el pasado.
Salí de la gran mansión por la única cosa que me hacía salir y que era un verdadero fastidio: la sed. Estar en constante compañía de Anya me hacía olvidar y dejar en segundo plano mi devastadora sed que día con día se volvía más insoportable. Antes de salir de casa colme el rostro de mi amada de besos ardientes y luego salte por el ventanal al frio polar que debía sentirse en Rusia.
Me adentre en el bosque sinuoso del lugar, alejándome y perdiéndome de la civilización.
Los pinos se alzaban frente a mi, llenos de la blancuzca nieve que seguía cayendo como lluvia, solo que esta era ligera y gracia a comparación. Seguí mi rápida carrera hasta olfatear una manda de lobos que se encontraba, al igual que yo, cazando algunos ciervos. Sin esperar aviso me abalance sobre uno de ellos que era el más grande, dejando a un lado a los ciervos. Drene su sangre con voracidad, sin detenerme a pensar o disfrutar su sangre, solamente quería apaciguar mi sed para regresar tan rápido como me fuera posible a la mansión. Luego de matar a dos lobos más y un ciervo que se me cruzo tome camino por el mismo lugar para llegar a la mansión.
Estuve en frente de la mansión en menos tiempo del que me había tomado ir a buscar a mis presas, tal vez era la ansiedad y desesperación por tener entre mis brazos a Anya, como fuere, me adentre en la mansión.
Estando dentro del conocido lugar supe, al instante, que nadie más que Anya y algún otro amigo vampiro estaban en la casa. El constante latido de Anya me lo hacía saber, ese sonido que amaba por sobre todas las cosas y su voz angelical solo sirvió para confirmarme lo que yo ya sabía de ante mano.
Aunque dulce, su voz tenía impregnado un tono desdeñoso, algo fuera de lo común en ella. Fruncí el ceño y camine con cautela hasta la cocina para ver con quien se encontraba discutiendo.
Al entrar en dicho cuarto me lleve una no muy grata sorpresa. Frente a mi estaba Anya dándome la espalda y hablando con ferocidad a su oponente que, extrañamente, también era Anya. ¿Cómo era posible aquella situación? Yo solamente sabía que Anya tenía un don y que ese era capaz de destruir objetos, no el de multiplicarse.
Analice la situación, mi primera impresión había sido incorrecta.
Olfatee a los seres que se posaban frete a mí y detecte que poseían el mismo aroma dulzón. Sus aromas eran iguales y eso había creado mi confución, y solo un corazón latía en aquel sitio. Fruncí el ceño xcompletamente confundido, pero el latir del corazón provenía de la Anya que estaba a unos pasos de mí, la otra solamente tenía el mismo olor, pero el corazón no lo poseía.
Sin pararme a pensar salte a la vampira que estaba dándome la espalda y me puse frente de Anya. Tome una postura defensiva, protegiendo a Anya de aquel intruso, y gruñí lleno de amenaza.
-No sé quién seas tú, pero es mejor que salgas del lugar, ahora.- Dije entre gruñidos.
Yael Lovlier- VampiroVegetariano
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Re: Paciencia (Amelia, libre-Mañana)
Mis carcajadas aumentaban a la par de la asombracion de la niñita. Sus ojos se abrieron como platos, creí que se le saldrían del rostro. No podía evitar esconder su asombro, así como yo la profunda burla.
En cuanto trato de recuperar el aliento, logro decir las mismas estupideces que pronunciaba minutos atrás.
Parecía subestimar demasiado a su querido Franco, no se percataba de la vulnerabilidad que posiblemente sufrían todos los seres de quien fue desprendida.
-Mi vida .-Dije entre carcajadas .- Cosas mínimas, mi don es para distraer.- Buscaba las palabras para que su diminuto cerebro las procesara .-Tu lo llamarías carnada.
Además por favor no crees que tu amado te creería cualquier idiotez que tu boca diga, recuerda que estas frente una gran mentirosa.-dije orgullosa.-Podría decir cualquier cosa para explicar mi falta de latidos, y tu franco lo creería. Solo necesito que se acerque y en cuestión de segundos no existiría si se comporta podría darle un poco de amor de Anya.- Dije entre risas.
Si era algo cierto es que el chico caería como abeja en la miel, a pesar de mi corazón. Seria mi perfecta venganza contra la pequeña. Sonreía con cada poro de mi cuerpo al pensar en ello, era como cobrarse con la misma moneda.
Si bien, su estadía podía llegar a herirme como miles de dagas clavadas en mi clavícula pero había aprendido a manejar bien mis sentimientos y llegar a sanarlos con venganza.
Un olor familiar me dislumbro y me tomo desprevenida en cuanto cruzo la habitación.Yaeel había llegado a casa.
Su semblante cambio al igual que su postura. Se mostro en posición defensiva frente la niña mostrando sus filos y blancos colmillos, frente a una amenaza. Reí al percatarme que yo era la amenaza, mire mi cuerpo y por poco olvidaba que aun poseía el escuálido cuerpecillo de la presa.
Una fuerte punzada sucumbió mi cuerpo, una sensación extraña al ver a Yaeel defender a una intrusa. Sentimiento que jamás había probado.Deseaba ser yo la protegida. La llegada inoportuna de mi hermana hizo desconcentrarme por completo en mi don.
Haciéndome adoptar la imagen que me pertenecía. Mi hermano jamás había presenciado mi don. Me gustaba mantenerlo privado, nunca le di la importancia a mi hermano.
-Yaeel, déjate de estupideces por favor.-Dije irritada a causa de su reacción.-.- Soy Amelia, acabas de notar el don de tu hermana era una pequeña demostración para tu amadaPronuncie mis frases malhumorada y con sarcasmo en cada palabra.
En cuanto trato de recuperar el aliento, logro decir las mismas estupideces que pronunciaba minutos atrás.
Parecía subestimar demasiado a su querido Franco, no se percataba de la vulnerabilidad que posiblemente sufrían todos los seres de quien fue desprendida.
-Mi vida .-Dije entre carcajadas .- Cosas mínimas, mi don es para distraer.- Buscaba las palabras para que su diminuto cerebro las procesara .-Tu lo llamarías carnada.
Además por favor no crees que tu amado te creería cualquier idiotez que tu boca diga, recuerda que estas frente una gran mentirosa.-dije orgullosa.-Podría decir cualquier cosa para explicar mi falta de latidos, y tu franco lo creería. Solo necesito que se acerque y en cuestión de segundos no existiría si se comporta podría darle un poco de amor de Anya.- Dije entre risas.
Si era algo cierto es que el chico caería como abeja en la miel, a pesar de mi corazón. Seria mi perfecta venganza contra la pequeña. Sonreía con cada poro de mi cuerpo al pensar en ello, era como cobrarse con la misma moneda.
Si bien, su estadía podía llegar a herirme como miles de dagas clavadas en mi clavícula pero había aprendido a manejar bien mis sentimientos y llegar a sanarlos con venganza.
Un olor familiar me dislumbro y me tomo desprevenida en cuanto cruzo la habitación.Yaeel había llegado a casa.
Su semblante cambio al igual que su postura. Se mostro en posición defensiva frente la niña mostrando sus filos y blancos colmillos, frente a una amenaza. Reí al percatarme que yo era la amenaza, mire mi cuerpo y por poco olvidaba que aun poseía el escuálido cuerpecillo de la presa.
Una fuerte punzada sucumbió mi cuerpo, una sensación extraña al ver a Yaeel defender a una intrusa. Sentimiento que jamás había probado.Deseaba ser yo la protegida. La llegada inoportuna de mi hermana hizo desconcentrarme por completo en mi don.
Haciéndome adoptar la imagen que me pertenecía. Mi hermano jamás había presenciado mi don. Me gustaba mantenerlo privado, nunca le di la importancia a mi hermano.
-Yaeel, déjate de estupideces por favor.-Dije irritada a causa de su reacción.-.- Soy Amelia, acabas de notar el don de tu hermana era una pequeña demostración para tu amadaPronuncie mis frases malhumorada y con sarcasmo en cada palabra.
Amelia Hole- Cantidad de envíos : 161
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Fecha de inscripción : 17/03/2010
Re: Paciencia (Amelia, libre-Mañana)
Me cruce de brazos mientras retaba con la mirada a Amelia. Enarqué una ceja perfecta y sonreí con la burla reflejada en cada ademan que hacia al mirarla.
Sabía que ella no era capaz de hacer tales cosas, simple y sencillamente no tenía el valor para hacer tales cosas. Y otro punto en su contra, si trataba de ir y dañar a mi antigua familia, era que no conocía siquiera una pisca a Franco y a Luna, tal vez a Maximiliano y podía prever sus acciones, punto débil de mi padre.
Me sumergí en un océano de recuerdos, tratando de ver el mejor escenario por si ella trataba de acercarse a Franco y dañarlo... No podría aunque quisiera, él podría ser tan dulce como la miel, pero al mismo tiempo se tornaría tan peligroso como una espada de doble filo, y por otro lado estaba Luna que percibiría tantas cosas diferentes entre Amelia y yo. No había opción, la descubrirían si intentaba hacer alguna estupidez. Sonreí con altivez. No me preocuparía en nada, él estaba seguro siempre y cuando estuviera cerca de Luna, Maximiliano y Roberto.
Miraba con desdén y desprecio a Amelia que reía como una vil loca, como aquellos mafiosos que se miran en las películas, que ríen siniestramente mientras matan a sus adversarios, de esa forma se vía ella, cantando el triunfo que no lograba conquistar aun.
-Has lo que tengas que hacer, al final de todo es tu vida la que correrá peligro, no la mía.-Dije en tono indiferente.
Un olor tan conocido que me provocaba escalofríos se infiltro en el ambiente poco a poco, envolviéndose entre el mío y el de Amelia con una fuerza predecible.
Yaeel llegaba en esos momentos a la cocina, nos miraba completamente desconcertado, al igual que a mí el hecho de saber del don de Amelia lo desconcertaba totalmente. Su rostro tranquilo tomo una máscara siniestra y dura, lo hacían ver como un verdadero vampiro, ojeroso, pálido y con una mirada asesina.
No dudo ni un momento, logro reconocerme al instante, dio un salto por encima de Amelia y se situó entre ella y yo, tomando una postura defensiva, un gruñido brutal se desprendió de lo más profundo de su garganta. Resultaba amenazador.
Suspire y puse los ojos en blanco al ver su grandiosa hazaña. No necesitaba ni quería su ayuda. Que estúpido- Dije en mi fuero interno mientras miraba a Amelia reaccionar de una manera perceptible.
Un largo escalofrió recorrió su cuerpo de pies a cabeza, su mirada iba y venía de la postura de Yaeel a mí. En sus ojos se reflejaba, como un par de espejos de su alma, la exasperación, e deseo profundo y ferviente de tomar mi lugar, quería que Yaeel la defendiera y amara de la misma forma que lo hacía por mí, esa forma obsesiva que me había traído a este embrollo.
Poco después su apariencia volvió a cambiar, tal como lo había hecho antes, ahora retomaba su rostro y su cuerpo, junto con una expresión de frustración.
Solté un carcajada al ver su expresión, y resultaba divertido verla aún más frustrada, cosa que hizo a mi mente trabaja de una manera en la que nunca antes había trabajado. Si ella era desdichada conmigo ahí, no haría de menos y ni echaría a perder la ocasión para verla aún más molesta.
Cambie mi postura de fastidio puro, una máscara de amor y dulzura disfrazo mis verdaderos sentimientos, haciendo a un lado lo que sentía por los dos hermanos que tanto comenzaba a detestar. Tenía que fingir para con Yaeel, se lo había prometido a Matt y eso salvaría a Franco.
Tome delicadamente del hombro a Yaeel y lo jale con dulzura para que se calmara, para que recompusiera la cordura y no matara a la que debía yo matar.
-Yaeel, es solo tu hermana, no querrás dañarla ¿O sí?-Musite en el tono más cariñoso que pude soltar. Tome uno de sus mechones de cabello y lo enrede en mi dedo.- Mejor cuéntanos como te fue en tu salida.
Sabía que ella no era capaz de hacer tales cosas, simple y sencillamente no tenía el valor para hacer tales cosas. Y otro punto en su contra, si trataba de ir y dañar a mi antigua familia, era que no conocía siquiera una pisca a Franco y a Luna, tal vez a Maximiliano y podía prever sus acciones, punto débil de mi padre.
Me sumergí en un océano de recuerdos, tratando de ver el mejor escenario por si ella trataba de acercarse a Franco y dañarlo... No podría aunque quisiera, él podría ser tan dulce como la miel, pero al mismo tiempo se tornaría tan peligroso como una espada de doble filo, y por otro lado estaba Luna que percibiría tantas cosas diferentes entre Amelia y yo. No había opción, la descubrirían si intentaba hacer alguna estupidez. Sonreí con altivez. No me preocuparía en nada, él estaba seguro siempre y cuando estuviera cerca de Luna, Maximiliano y Roberto.
Miraba con desdén y desprecio a Amelia que reía como una vil loca, como aquellos mafiosos que se miran en las películas, que ríen siniestramente mientras matan a sus adversarios, de esa forma se vía ella, cantando el triunfo que no lograba conquistar aun.
-Has lo que tengas que hacer, al final de todo es tu vida la que correrá peligro, no la mía.-Dije en tono indiferente.
Un olor tan conocido que me provocaba escalofríos se infiltro en el ambiente poco a poco, envolviéndose entre el mío y el de Amelia con una fuerza predecible.
Yaeel llegaba en esos momentos a la cocina, nos miraba completamente desconcertado, al igual que a mí el hecho de saber del don de Amelia lo desconcertaba totalmente. Su rostro tranquilo tomo una máscara siniestra y dura, lo hacían ver como un verdadero vampiro, ojeroso, pálido y con una mirada asesina.
No dudo ni un momento, logro reconocerme al instante, dio un salto por encima de Amelia y se situó entre ella y yo, tomando una postura defensiva, un gruñido brutal se desprendió de lo más profundo de su garganta. Resultaba amenazador.
Suspire y puse los ojos en blanco al ver su grandiosa hazaña. No necesitaba ni quería su ayuda. Que estúpido- Dije en mi fuero interno mientras miraba a Amelia reaccionar de una manera perceptible.
Un largo escalofrió recorrió su cuerpo de pies a cabeza, su mirada iba y venía de la postura de Yaeel a mí. En sus ojos se reflejaba, como un par de espejos de su alma, la exasperación, e deseo profundo y ferviente de tomar mi lugar, quería que Yaeel la defendiera y amara de la misma forma que lo hacía por mí, esa forma obsesiva que me había traído a este embrollo.
Poco después su apariencia volvió a cambiar, tal como lo había hecho antes, ahora retomaba su rostro y su cuerpo, junto con una expresión de frustración.
Solté un carcajada al ver su expresión, y resultaba divertido verla aún más frustrada, cosa que hizo a mi mente trabaja de una manera en la que nunca antes había trabajado. Si ella era desdichada conmigo ahí, no haría de menos y ni echaría a perder la ocasión para verla aún más molesta.
Cambie mi postura de fastidio puro, una máscara de amor y dulzura disfrazo mis verdaderos sentimientos, haciendo a un lado lo que sentía por los dos hermanos que tanto comenzaba a detestar. Tenía que fingir para con Yaeel, se lo había prometido a Matt y eso salvaría a Franco.
Tome delicadamente del hombro a Yaeel y lo jale con dulzura para que se calmara, para que recompusiera la cordura y no matara a la que debía yo matar.
-Yaeel, es solo tu hermana, no querrás dañarla ¿O sí?-Musite en el tono más cariñoso que pude soltar. Tome uno de sus mechones de cabello y lo enrede en mi dedo.- Mejor cuéntanos como te fue en tu salida.
Anya Andrew- Semi-Vampiro
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Re: Paciencia (Amelia, libre-Mañana)
Fulminaba al vampiro que se posaba frente de mí. No lo quería ni una décima cerca de Anya, sabía que pretendía dañarla, sino ¿Porque había tomado su apariencia?
Mis músculos estaban tensos y listos para saltar en cualquier momento, para destrozar aquel ser si intentaba acercarse a nosotros. Una furia envolvía mi persona, y cegaba mis pensamientos con una capa roja que solo me permitía ver cuando decidiera atacar.
Quizás subestimaba a Anya, bien sabía que ella podía hacerlo explotar a su antojo, cuando ella quisiera y no correría el peligro de ser dañada, ese don tan suyo y único la volvía completamente peligrosa.
Por otro lado yo no despegaba los ojos de la amenaza que estaba frente a nosotros, en realidad esperaba que atacara pero en cambio tomo otra postura totalmente diferente.
Su semblante cambio por completo, parecía divertida ante alguna idea que cruzara su cabeza y la hizo soltar una carcajada amarga. Fruncí el ceño desconcertado, pero no perdía mi postura defensiva.
Algo hizo que se estremeciera de forma visible, como si la estuvieran jaloneando y no pusiera resistencia ante aquel estremecimiento que recorrió su cuerpo, el cuerpo de Anya. Una nube de desagrado y anhelo cubrió su frente y sus ojos, dejando ver un sentimiento desconocido.
Me quede boquiabierto al ver como comenzaba aquel ser a tomar la apariencia de mi hermana. Ya no era más Anya, ahora era Amelia. ¿Qué clase de truco era este? ¿Quién era verdaderamente esta persona? ¿Debía confiar en su apariencia? Como fuere no deje mi posición a un lado.
Su voz, tan idéntica, broto de su garganta con un toque de irritación y desdén, aquel que tanto caracterizaba a Amelia cuando se enfadaba con alguien. No cabía duda que sabía fingir de acuerdo a la persona.
-¿Cómo sé que realmente eres mi hermana?- Pregunte con suspicacia.
No le creí, debía darme una señal que me haría saber que realmente era Amelia.
En el mismo instante en que el vampiro reaccionaba de aquella manera extraña Anya reía con la burla teñida en su angelical carcajada. No parecía tener miedo alguno, algo que no me sorprendía ya que ella siempre había sido así.
Pocos instantes después sentí la cálida y suave mano de Anya posarse sobre uno de mis pétreos y duros hombros, jalando de el con amor, aquel amor que me invadía y me hacía olvidar el enojo o cualquier otro sentimiento.
Retome la postura amable mientras sentía la mano de Anya jugar con mis cabellos, apoyaba a la que decía ser mi hermana, ahora eran dos y confiaba ciegamente en Anya y si ella estaba tan segura de que ahí estaba Amelia, era porque en realidad era Amelia.
-Correcto, confiare en ti Anya.- Dije con un susurro enternecedor y me voltee para verla de frente, para memorizar una vez más su angelical rostro, sus ojos verdes que eran como un par de esmeraldas brillando en todo su esplendor. Acaricie suavemente su mejilla y bese con dulzura sus labios ardientes como el sol.
Al estar junto a Anya siempre olvidaba lo que me rodeaba o quien me rodeaba, una vocecilla en mi mente me recordó que Amelia estaba con nosotros. Una extraña oleada de dolor se apodero de mí, una oleada de traición y desconfianza me envolvía lentamente.
¿No tenía la capacidad de confiar en mí, en su hermano? ¿Porque había escondido aquel secreto en tantos años? No me agradaba la idea de que eso ocurriera.
Me volví rápidamente y mire a Amelia.- ¿Don? Tienes un don y nunca se te ocurrió decírmelo. ¿Qué clase de persona eres? Yo jamás te guarde ningún secreto y resulta que tu si me guardas secretos. ¿Hay algo más que quieras decirme o no es de mi incumbencia?- Dije en un tono agrio, estaba molesto, esa no era la clase de Amelia que yo conocía.
Mis músculos estaban tensos y listos para saltar en cualquier momento, para destrozar aquel ser si intentaba acercarse a nosotros. Una furia envolvía mi persona, y cegaba mis pensamientos con una capa roja que solo me permitía ver cuando decidiera atacar.
Quizás subestimaba a Anya, bien sabía que ella podía hacerlo explotar a su antojo, cuando ella quisiera y no correría el peligro de ser dañada, ese don tan suyo y único la volvía completamente peligrosa.
Por otro lado yo no despegaba los ojos de la amenaza que estaba frente a nosotros, en realidad esperaba que atacara pero en cambio tomo otra postura totalmente diferente.
Su semblante cambio por completo, parecía divertida ante alguna idea que cruzara su cabeza y la hizo soltar una carcajada amarga. Fruncí el ceño desconcertado, pero no perdía mi postura defensiva.
Algo hizo que se estremeciera de forma visible, como si la estuvieran jaloneando y no pusiera resistencia ante aquel estremecimiento que recorrió su cuerpo, el cuerpo de Anya. Una nube de desagrado y anhelo cubrió su frente y sus ojos, dejando ver un sentimiento desconocido.
Me quede boquiabierto al ver como comenzaba aquel ser a tomar la apariencia de mi hermana. Ya no era más Anya, ahora era Amelia. ¿Qué clase de truco era este? ¿Quién era verdaderamente esta persona? ¿Debía confiar en su apariencia? Como fuere no deje mi posición a un lado.
Su voz, tan idéntica, broto de su garganta con un toque de irritación y desdén, aquel que tanto caracterizaba a Amelia cuando se enfadaba con alguien. No cabía duda que sabía fingir de acuerdo a la persona.
-¿Cómo sé que realmente eres mi hermana?- Pregunte con suspicacia.
No le creí, debía darme una señal que me haría saber que realmente era Amelia.
En el mismo instante en que el vampiro reaccionaba de aquella manera extraña Anya reía con la burla teñida en su angelical carcajada. No parecía tener miedo alguno, algo que no me sorprendía ya que ella siempre había sido así.
Pocos instantes después sentí la cálida y suave mano de Anya posarse sobre uno de mis pétreos y duros hombros, jalando de el con amor, aquel amor que me invadía y me hacía olvidar el enojo o cualquier otro sentimiento.
Retome la postura amable mientras sentía la mano de Anya jugar con mis cabellos, apoyaba a la que decía ser mi hermana, ahora eran dos y confiaba ciegamente en Anya y si ella estaba tan segura de que ahí estaba Amelia, era porque en realidad era Amelia.
-Correcto, confiare en ti Anya.- Dije con un susurro enternecedor y me voltee para verla de frente, para memorizar una vez más su angelical rostro, sus ojos verdes que eran como un par de esmeraldas brillando en todo su esplendor. Acaricie suavemente su mejilla y bese con dulzura sus labios ardientes como el sol.
Al estar junto a Anya siempre olvidaba lo que me rodeaba o quien me rodeaba, una vocecilla en mi mente me recordó que Amelia estaba con nosotros. Una extraña oleada de dolor se apodero de mí, una oleada de traición y desconfianza me envolvía lentamente.
¿No tenía la capacidad de confiar en mí, en su hermano? ¿Porque había escondido aquel secreto en tantos años? No me agradaba la idea de que eso ocurriera.
Me volví rápidamente y mire a Amelia.- ¿Don? Tienes un don y nunca se te ocurrió decírmelo. ¿Qué clase de persona eres? Yo jamás te guarde ningún secreto y resulta que tu si me guardas secretos. ¿Hay algo más que quieras decirme o no es de mi incumbencia?- Dije en un tono agrio, estaba molesto, esa no era la clase de Amelia que yo conocía.
Yael Lovlier- VampiroVegetariano
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Re: Paciencia (Amelia, libre-Mañana)
El rostro de Anya no mostraba más que aberración hacia mi hermano. Tras su espalda ella mostraba el rostro de tedio y repugnancia. El sentimiento que me había invadido segundos taras había sido remplazado por lastima y burla.
No podía creer lo estúpido e ingenuo que tenia Yaeel al no percatarse de su fingido amor. Anya sonrió maliciosamente y mirándome fijamente tomo a mi hermano del brazo, abogando por mí.
Reí sínicamente al notar como su hipocresía crecía y las malas mañas se le pegaban con facilidad, ahora se mostraba hipócrita y mentirosa al igual que la mayoría de los que habitaban esa mansión.
Me quede perpleja la escuchar cada palabra de desconfianza de mi hermano.
Mi don era lo suficiente para confundirá a cualquiera. Podía esperar la misma desconfianza de cualquier otro ser, menos de el. Me dolía que no reconociera mi tono de voz, y lograra desconfiar de mi.
No tenia intención de contestar la estúpida pregunta. No pretendía demostrarle quien era, cuando nos habíamos criado juntos.
Mi rabia iba en aumento conforme pasaban los minutos lentos y pesados. La niña sonreía sínicamente mientras mi hermano puso sus labios pétreos sobre los de la niña. Puse los ojos en blanco, no deseaba ver aquella escena que me repugnaba.
Para mi asombro no solo me era repugnante, me era dolorosa. Deseaba hacer añicos a la niña. Mi cabeza giraba entorno a buscarle el nombre a aquel sentimiento que no sabia describir. Sentía lo mismo minutos atrás.
Lejos de que el coraje y la rabia se disminuyera iban en aumento y no ayudaba a despejar mi mente, al contrario hacia más telarañas en mi enmarañada mente. Fulmine a ambos con la mira y di media vuelta buscando la salida, no tenia niño de mas escenas románticas mientras mi malhumor comenzaba a causar una especie de jaqueca.
Sentí como Yaeel dio media vuelta brusca y rudamente en comparación con su frágil manejo con la niña. Sus palabras fluyeron con tal impacto como relámpagos en medio de una tormenta.
Si no le había mostrado mi don, bien era, que hacia años que no lo veía. Y cuando lo descubrí y pude saber su verdadero poder, ya no lo veía mas, si no hace apenas unos meses.
Cada una de sus palabras estaba repleta de un tono seco y amargo. No tenia intención de darle explicaciones a mi hermano, el no era mi padre. Podía hacer lo que me pareciera, sin explicárselo a el ni a nadie.
Tenía intención de darle media vuelta e ignorarlo. Pero no pude. Las palabras fluyeron de mi boca desde mi pecho, haciendo presión donde se supondría debía tener el corazón.
-Por favor Yaeel déjate de idioteces!!.- Dije agritos mi voz salió mas fuerte de lo que esperaba haciendo retumbar los cristales de la cocina.-No te tengo que dar explicaciones. No eres mi padre.- Dije en tono más bajo
La niña miraba todo desde atrás con deslumbrante chispa de burla en sus ojos.- Yo no tengo la culpa que te hayas desaparecido tanto tiempo, por..- dije fulminando a la niña con la mirada.- por ella!! Esa niña que te lastimo tanto!
-¿Cuando querías comunicarte conmigo?!!,¿Cuándo podría contártelo?, SI JAMAS TE VEIA. Eres tan patético y egoísta. Jamás te preocupaste por tu hermana, yo fui la que te busque!!!.- Le reclame, trate de reprimir sollozos ahogados.- Ahora no me vengas con sermones, cuando bien sabes lo que paso.-Dije entre gritos, cuándo me percate tenia muro sobre el que estaba hecho añicos a causa de mi pulso.
No podía creer lo estúpido e ingenuo que tenia Yaeel al no percatarse de su fingido amor. Anya sonrió maliciosamente y mirándome fijamente tomo a mi hermano del brazo, abogando por mí.
Reí sínicamente al notar como su hipocresía crecía y las malas mañas se le pegaban con facilidad, ahora se mostraba hipócrita y mentirosa al igual que la mayoría de los que habitaban esa mansión.
Me quede perpleja la escuchar cada palabra de desconfianza de mi hermano.
Mi don era lo suficiente para confundirá a cualquiera. Podía esperar la misma desconfianza de cualquier otro ser, menos de el. Me dolía que no reconociera mi tono de voz, y lograra desconfiar de mi.
No tenia intención de contestar la estúpida pregunta. No pretendía demostrarle quien era, cuando nos habíamos criado juntos.
Mi rabia iba en aumento conforme pasaban los minutos lentos y pesados. La niña sonreía sínicamente mientras mi hermano puso sus labios pétreos sobre los de la niña. Puse los ojos en blanco, no deseaba ver aquella escena que me repugnaba.
Para mi asombro no solo me era repugnante, me era dolorosa. Deseaba hacer añicos a la niña. Mi cabeza giraba entorno a buscarle el nombre a aquel sentimiento que no sabia describir. Sentía lo mismo minutos atrás.
Lejos de que el coraje y la rabia se disminuyera iban en aumento y no ayudaba a despejar mi mente, al contrario hacia más telarañas en mi enmarañada mente. Fulmine a ambos con la mira y di media vuelta buscando la salida, no tenia niño de mas escenas románticas mientras mi malhumor comenzaba a causar una especie de jaqueca.
Sentí como Yaeel dio media vuelta brusca y rudamente en comparación con su frágil manejo con la niña. Sus palabras fluyeron con tal impacto como relámpagos en medio de una tormenta.
Si no le había mostrado mi don, bien era, que hacia años que no lo veía. Y cuando lo descubrí y pude saber su verdadero poder, ya no lo veía mas, si no hace apenas unos meses.
Cada una de sus palabras estaba repleta de un tono seco y amargo. No tenia intención de darle explicaciones a mi hermano, el no era mi padre. Podía hacer lo que me pareciera, sin explicárselo a el ni a nadie.
Tenía intención de darle media vuelta e ignorarlo. Pero no pude. Las palabras fluyeron de mi boca desde mi pecho, haciendo presión donde se supondría debía tener el corazón.
-Por favor Yaeel déjate de idioteces!!.- Dije agritos mi voz salió mas fuerte de lo que esperaba haciendo retumbar los cristales de la cocina.-No te tengo que dar explicaciones. No eres mi padre.- Dije en tono más bajo
La niña miraba todo desde atrás con deslumbrante chispa de burla en sus ojos.- Yo no tengo la culpa que te hayas desaparecido tanto tiempo, por..- dije fulminando a la niña con la mirada.- por ella!! Esa niña que te lastimo tanto!
-¿Cuando querías comunicarte conmigo?!!,¿Cuándo podría contártelo?, SI JAMAS TE VEIA. Eres tan patético y egoísta. Jamás te preocupaste por tu hermana, yo fui la que te busque!!!.- Le reclame, trate de reprimir sollozos ahogados.- Ahora no me vengas con sermones, cuando bien sabes lo que paso.-Dije entre gritos, cuándo me percate tenia muro sobre el que estaba hecho añicos a causa de mi pulso.
Amelia Hole- Cantidad de envíos : 161
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Fecha de inscripción : 17/03/2010
Re: Paciencia (Amelia, libre-Mañana)
Sentí un escalofrió recorrer mi cuerpo al sentir los labios fríos como el hielo de Yaeel sobre los míos, sabía que aquella sensación no era por el fría al cual ya estaba acostumbrada, sino por la repugnancia que me provocaba saber que me tocaba con dulzura. El, simplemente, no era Franco.
Después de segundos fugaces, que antes mis ojos se volvieron eternos, empuje a Yaeel con delicadeza para no herir su orgullo. Su rostro fue invadido por extrañas emociones, cosa que me desconcertó un poco. Lo conocía de tantos años atrás, sabía cómo se comportaba y reaccionaba, ahora estaba molesto por alguna razón.
Se volteo a ver a Amelia, quien comenzaba a dar unos pasos para salir del lugar, y le hablo con voz firme y dura, un tono poco usual en él. Reclamaba la falta de confianza que le tenía Amelia, era más que obvio que nos había tomado por sorpresa que ella tuviera un don.
Sonreí burlona al ver la expresión de Amelia, reflejaba ampliamente que le dolía verme con Yaeel, deseaba fervientemente estar en mi lugar, y ella estúpidamente lo rechazaba, ¿Cuándo se daría cuenta que estaba enamorada del tipo que hacía llamar hermano? Con toda la estupidez que se cargaba encima era probable que nunca aceptara aquel sentimiento, como fuera no era problema mío sino de ella.
Miraba la puesta en escena que me brindaban los hermanos con su pelea de la desconfianza, los reclamos aparecieron tan pronto como la furia y el dolor se reflejaba en lo que se decía.
Enarque una ceja al saber que la manzana de la discordia ahí era yo. Puse los ojos en blanco y recargue mi cabeza en el pecho de Yaeel, como lo hice alguna vez en el pasado. Deje que ellos arreglaran sus asuntos, sin entrometerme ni decir palabra alguna, solo escuchar cómo se agredirían el uno al otro.
Después de segundos fugaces, que antes mis ojos se volvieron eternos, empuje a Yaeel con delicadeza para no herir su orgullo. Su rostro fue invadido por extrañas emociones, cosa que me desconcertó un poco. Lo conocía de tantos años atrás, sabía cómo se comportaba y reaccionaba, ahora estaba molesto por alguna razón.
Se volteo a ver a Amelia, quien comenzaba a dar unos pasos para salir del lugar, y le hablo con voz firme y dura, un tono poco usual en él. Reclamaba la falta de confianza que le tenía Amelia, era más que obvio que nos había tomado por sorpresa que ella tuviera un don.
Sonreí burlona al ver la expresión de Amelia, reflejaba ampliamente que le dolía verme con Yaeel, deseaba fervientemente estar en mi lugar, y ella estúpidamente lo rechazaba, ¿Cuándo se daría cuenta que estaba enamorada del tipo que hacía llamar hermano? Con toda la estupidez que se cargaba encima era probable que nunca aceptara aquel sentimiento, como fuera no era problema mío sino de ella.
Miraba la puesta en escena que me brindaban los hermanos con su pelea de la desconfianza, los reclamos aparecieron tan pronto como la furia y el dolor se reflejaba en lo que se decía.
Enarque una ceja al saber que la manzana de la discordia ahí era yo. Puse los ojos en blanco y recargue mi cabeza en el pecho de Yaeel, como lo hice alguna vez en el pasado. Deje que ellos arreglaran sus asuntos, sin entrometerme ni decir palabra alguna, solo escuchar cómo se agredirían el uno al otro.
Anya Andrew- Semi-Vampiro
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Fecha de inscripción : 27/02/2010
Re: Paciencia (Amelia, libre-Mañana)
En el momento en el que yo me voltee para encarar a mi hermana esta parecía marcharse, creí verdaderamente que sería de esa forma, ¿Tan arrogante y desconsiderada se había vuelto?
Esa Amelia que tenía frente a mis ojos no era la misma que existía en mis recuerdos. LA antigua Amelia era dulce y compasiva, humilde y sencilla, esta parecía estar dañada por algún sentimiento o por alguien.
Me dolía verla así, me dolía que me mintiera y su cambio tan drástico. Ella era la única familia que me quedaba y no pretendía perderla por una discusión sin sentido.
Todo podía arreglarse de la forma correcta, pasiva y tranquilamente, pero parecería que ella no cedería ante eso. Al volverse hacía mí su rostro estaba cubierto de un dolor inimaginable, un despreció y repugnancia que no lograba comprender del todo. Antes de calmarme la furia se desato, como la lava correr y quema todo lo que se encuentra, de esa forma me cubría el enojo que sentía por Amelia. Comenzó a gritar como una loca y eso provoco que los vidrios estallaran en millones de pedazos, y como si eso fuera poco comenzaba a desmoronar el muro que tenía a su costado.
-No culpes a Anya, todos cometemos errores.- Dije con calma, no planeaba ponerme como ella.- Y parece ser que tú eras aún más egoísta que yo. Jamás te guarde secretos, te lo dije todo. Y no me vengas con que no te buscaba, siempre te mandaba un carta, eso era muy a menudo, paro jamás recibí una respuesta de tu parte... Ha ¿Dices que el egoísta soy yo? No sabes...-Dije sin poder concluir la oración.
Cerré los ojos con determinación y los puños con fuerza, no comenzaría a gritar y a destruir la casa por una simple discusión. La furia no se calmaba y no me era de gran ayuda tener las palabras de mi hermana resonando en mi cabeza, fue entonces cuando sentí la cálida cabeza de Anya recargarse sobre mi pecho, suspire y absorbí todo su aroma para tranquilizarme. Segundos más tarde abrí los ojos y los puños sin temor a destruir la casa, ahora todo estaba bien.
-Mira Amelia, no quiero pelear, creo que ambos tuvimos la culpa del distanciamiento, pero ahora estamos nuevamente juntos como la familia que debemos ser, claro ahora Anya forma parte de esta familia- Dije acariciando el cabello de Anya y mirando a mi hermana fijamente.
Llego un punto donde el silencio reinaba dentro de la casa, solo el piqueteo de Anya resonaba en el lugar. No me quedaría a discutir con Amelia sobre nuestro pasado, ahora estabamos juntos y debíamos estar felices por ello y me enfermaba la cara que tenía Amelia en aquellos momentos, tan llena de arrogancía. Deje mi mano caer, no soportaría má esto y no quería herir los sentimientos de mi hermana. Necesitaba aire y el frescor que había fuera de la casa.
-Saldré a tomar aire...¿Donde esta Matt- Dije más para mi que para ellas. Solte a Anya y pase por un costado de Amelia, ahora quería paz y tal vez esa paz la encontraría con mi amigo.
Esa Amelia que tenía frente a mis ojos no era la misma que existía en mis recuerdos. LA antigua Amelia era dulce y compasiva, humilde y sencilla, esta parecía estar dañada por algún sentimiento o por alguien.
Me dolía verla así, me dolía que me mintiera y su cambio tan drástico. Ella era la única familia que me quedaba y no pretendía perderla por una discusión sin sentido.
Todo podía arreglarse de la forma correcta, pasiva y tranquilamente, pero parecería que ella no cedería ante eso. Al volverse hacía mí su rostro estaba cubierto de un dolor inimaginable, un despreció y repugnancia que no lograba comprender del todo. Antes de calmarme la furia se desato, como la lava correr y quema todo lo que se encuentra, de esa forma me cubría el enojo que sentía por Amelia. Comenzó a gritar como una loca y eso provoco que los vidrios estallaran en millones de pedazos, y como si eso fuera poco comenzaba a desmoronar el muro que tenía a su costado.
-No culpes a Anya, todos cometemos errores.- Dije con calma, no planeaba ponerme como ella.- Y parece ser que tú eras aún más egoísta que yo. Jamás te guarde secretos, te lo dije todo. Y no me vengas con que no te buscaba, siempre te mandaba un carta, eso era muy a menudo, paro jamás recibí una respuesta de tu parte... Ha ¿Dices que el egoísta soy yo? No sabes...-Dije sin poder concluir la oración.
Cerré los ojos con determinación y los puños con fuerza, no comenzaría a gritar y a destruir la casa por una simple discusión. La furia no se calmaba y no me era de gran ayuda tener las palabras de mi hermana resonando en mi cabeza, fue entonces cuando sentí la cálida cabeza de Anya recargarse sobre mi pecho, suspire y absorbí todo su aroma para tranquilizarme. Segundos más tarde abrí los ojos y los puños sin temor a destruir la casa, ahora todo estaba bien.
-Mira Amelia, no quiero pelear, creo que ambos tuvimos la culpa del distanciamiento, pero ahora estamos nuevamente juntos como la familia que debemos ser, claro ahora Anya forma parte de esta familia- Dije acariciando el cabello de Anya y mirando a mi hermana fijamente.
Llego un punto donde el silencio reinaba dentro de la casa, solo el piqueteo de Anya resonaba en el lugar. No me quedaría a discutir con Amelia sobre nuestro pasado, ahora estabamos juntos y debíamos estar felices por ello y me enfermaba la cara que tenía Amelia en aquellos momentos, tan llena de arrogancía. Deje mi mano caer, no soportaría má esto y no quería herir los sentimientos de mi hermana. Necesitaba aire y el frescor que había fuera de la casa.
-Saldré a tomar aire...¿Donde esta Matt- Dije más para mi que para ellas. Solte a Anya y pase por un costado de Amelia, ahora quería paz y tal vez esa paz la encontraría con mi amigo.
Yael Lovlier- VampiroVegetariano
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Fecha de inscripción : 01/04/2010
Re: Paciencia (Amelia, libre-Mañana)
La ira de mis palabras hizo que las de Yaeel, se acompasaran. Notaba el semblante de mi hermano con la misma llama de ansiedad que ocultaba los míos. Ambos habíamos postergado esta discusión, que ya teníamos que haberla hecho tiempo atrás.
Mi boca aun no soltaba todo lo que tenia que decirle. El parecía que ya no quería escuchar más y se trataba de mostrar serena. Sus aletas de la nariz se le abrían de para en para aunque sus ojos trataban de mostrar lo contrario respiraba de un lado a otro. Recogiendo el aroma empalagoso de la niña.
Sus palabras fueron más calmadas que la primera. Quería mostrarse sereno y maduro, culpando a los demás. Ambos sabíamos que la menos culpable era yo. Jamás me había gustado recibir cartas y menos enviarlas.
Yaeel debía comprender que ya no se encontraba a la antigua Amelia a la que le gusga que le dijeran “Mía”. Mía había desaparecido por completo, dejando a esta Amelia que tanto repugnaba, y eso era mucha de su culpa.
Yaeel no quería destruir la casa. Cuando me percate de lo que había provocado, miles de cristales se encontraban tirados, el muro estaba casi desecho a causa de mi pulso, sin contar los destrozos de la cocina hechos por Anya.
No me interesaba en lo mas mínimo destruir la mansión. Seguramente podríamos irnos a otra rápidamente. Yaeel culmino sus palabras con un ton de dulzura que me provoco nauseas. Decía que ahora todos éramos familia, me rehusaba completamente a eso. Jamás podría ser familia de alguien a quien aborrecía.
Bufe.- Jamás seré familia de ella.- Dije entre dientes.
Yaeel no soporto más la tensión que invadía la sala. Mis ojos querían decirle mil cosas de las que se arrepentiría, pero note que no tenía caso. Anya ya no existía mas ahí, había pasado desapercibida en la discusión como si jamás hubiera existido. Mi hermano aun mostraba rabia y no podía ocultarla.
Se quedo quieto y salió del cuarto murmurando algo. Y así nos quedamos como al principio. La niña que tanto odiaba la cual amaba mi hermano, y yo, la hermana estúpida.
-Te gusto la función.- Dije a la niña, en tono seco. –Seguro la disfrutaste, debes sentirte orgullosa por tener mayor culpabilidad.- Dije sarcásticamente.
Mi boca aun no soltaba todo lo que tenia que decirle. El parecía que ya no quería escuchar más y se trataba de mostrar serena. Sus aletas de la nariz se le abrían de para en para aunque sus ojos trataban de mostrar lo contrario respiraba de un lado a otro. Recogiendo el aroma empalagoso de la niña.
Sus palabras fueron más calmadas que la primera. Quería mostrarse sereno y maduro, culpando a los demás. Ambos sabíamos que la menos culpable era yo. Jamás me había gustado recibir cartas y menos enviarlas.
Yaeel debía comprender que ya no se encontraba a la antigua Amelia a la que le gusga que le dijeran “Mía”. Mía había desaparecido por completo, dejando a esta Amelia que tanto repugnaba, y eso era mucha de su culpa.
Yaeel no quería destruir la casa. Cuando me percate de lo que había provocado, miles de cristales se encontraban tirados, el muro estaba casi desecho a causa de mi pulso, sin contar los destrozos de la cocina hechos por Anya.
No me interesaba en lo mas mínimo destruir la mansión. Seguramente podríamos irnos a otra rápidamente. Yaeel culmino sus palabras con un ton de dulzura que me provoco nauseas. Decía que ahora todos éramos familia, me rehusaba completamente a eso. Jamás podría ser familia de alguien a quien aborrecía.
Bufe.- Jamás seré familia de ella.- Dije entre dientes.
Yaeel no soporto más la tensión que invadía la sala. Mis ojos querían decirle mil cosas de las que se arrepentiría, pero note que no tenía caso. Anya ya no existía mas ahí, había pasado desapercibida en la discusión como si jamás hubiera existido. Mi hermano aun mostraba rabia y no podía ocultarla.
Se quedo quieto y salió del cuarto murmurando algo. Y así nos quedamos como al principio. La niña que tanto odiaba la cual amaba mi hermano, y yo, la hermana estúpida.
-Te gusto la función.- Dije a la niña, en tono seco. –Seguro la disfrutaste, debes sentirte orgullosa por tener mayor culpabilidad.- Dije sarcásticamente.
Amelia Hole- Cantidad de envíos : 161
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Fecha de inscripción : 17/03/2010
Re: Paciencia (Amelia, libre-Mañana)
La tensión parecía aumentar conforme pasaban los veloces segundos. Los reclamos por ambas partes estaban presentes, aventabanse palabras llenas de miles de espinas, herniase mutuamente, descargando todo su enojo entre ellos.
Ahora había pasado a formar parte del inmobiliario en aquella cocina, mirando y escuchando lo que se decían. Deje que una sonrisa de diversión se filtrara en mi semblante. Me divertía verlos así, si yo no podía dañarlos por lo menos podría hacer que ellos se dañaran. Esto era como lo había dicho, yo no sufriría sola.
Sin más la pelea bajo de tensión, Yaeel decidía tranquilizarse, ser maduro frente a esta discusión que sobrepasaba la inteligencia de ambos. No le seguiría el juego a Amelia, prefería ignorarla como lo hacíamos todos.
Antes de partir murmuro algo intangible. Amelia por su parte murmuraba otras cosas más sobre lo que su hermano le había dicho. En esa parte concordábamos, nunca seríamos familia ella y yo, solo fingíamos serlo. Mi verdadera familia estaba en Forks, quizás Italia, no lo sabía y esperaba que no lo supieran estos vampiros.
Un silencio momentáneo y tenso reino por unos momentos, ni yo ni la vampira decíamos nada, Yaeel se marchaba con pasos lentos y eso era lo único que se escuchaba, aparte del latido incesante de mi corazón.
Espere hasta que escuche la puerta abrirse y cerrarse. Yaeel no estaba más en casa. Di un gran suspiro agradecida de que se fuera y no tuviera que fingir más. Amelia pareció pensar lo mismo que yo.
Podía ignorarla como era mi costumbre, pero prefería hacerla enojar más, tal vez era estúpido de mi parte pero oportunidades así no debía desaprovecharlas.
Una nube de malicia se apodero de mi rostro. Había tantas cosas que podía usar en su contra.
-Si lo disfrute mucho.- Dije con una leve sonrisa.- Pero lo que más me agrada es esa idea de tu hermano... ¿A ti no? Piénsalo ahora somos familia, quien lo diría cuñada.- Solté una risa llena de burla.- ¿Qué te parece si nos ahorramos todo este teatro, cuñada, y te largas a otro lado? Al fin de todo aquí a nadie le importas ni le agradas ¿Necesitas más pruebas o que Matt te corra?-Musite en el mismo tono.
Me acerque a ella y le pellizque su mejilla con fuerza.
Ahora había pasado a formar parte del inmobiliario en aquella cocina, mirando y escuchando lo que se decían. Deje que una sonrisa de diversión se filtrara en mi semblante. Me divertía verlos así, si yo no podía dañarlos por lo menos podría hacer que ellos se dañaran. Esto era como lo había dicho, yo no sufriría sola.
Sin más la pelea bajo de tensión, Yaeel decidía tranquilizarse, ser maduro frente a esta discusión que sobrepasaba la inteligencia de ambos. No le seguiría el juego a Amelia, prefería ignorarla como lo hacíamos todos.
Antes de partir murmuro algo intangible. Amelia por su parte murmuraba otras cosas más sobre lo que su hermano le había dicho. En esa parte concordábamos, nunca seríamos familia ella y yo, solo fingíamos serlo. Mi verdadera familia estaba en Forks, quizás Italia, no lo sabía y esperaba que no lo supieran estos vampiros.
Un silencio momentáneo y tenso reino por unos momentos, ni yo ni la vampira decíamos nada, Yaeel se marchaba con pasos lentos y eso era lo único que se escuchaba, aparte del latido incesante de mi corazón.
Espere hasta que escuche la puerta abrirse y cerrarse. Yaeel no estaba más en casa. Di un gran suspiro agradecida de que se fuera y no tuviera que fingir más. Amelia pareció pensar lo mismo que yo.
Podía ignorarla como era mi costumbre, pero prefería hacerla enojar más, tal vez era estúpido de mi parte pero oportunidades así no debía desaprovecharlas.
Una nube de malicia se apodero de mi rostro. Había tantas cosas que podía usar en su contra.
-Si lo disfrute mucho.- Dije con una leve sonrisa.- Pero lo que más me agrada es esa idea de tu hermano... ¿A ti no? Piénsalo ahora somos familia, quien lo diría cuñada.- Solté una risa llena de burla.- ¿Qué te parece si nos ahorramos todo este teatro, cuñada, y te largas a otro lado? Al fin de todo aquí a nadie le importas ni le agradas ¿Necesitas más pruebas o que Matt te corra?-Musite en el mismo tono.
Me acerque a ella y le pellizque su mejilla con fuerza.
Anya Andrew- Semi-Vampiro
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Fecha de inscripción : 27/02/2010
Re: Paciencia (Amelia, libre-Mañana)
En cuanto la cobardía de mi hermano se alejo dejándonos solas, las masacras desaparecieron mostrándonos.
Si era cierto, yo no era hipócrita y no fingía la simpatía de alguien frente a otra persona. Anya al contrario, parecía sobrepasar la hipocresía. No entendía el cometido al fingir frente a Yaeel su odio hacia a mi.
El rostro de Anya que alguna vez estuvo cubierto de profunda dulzura y bondad ahora se teñía de un amargo dolor y en sus ojos reflejaba la ira y que tanta dicha me ocasionaba.
Su voz chillona contesto mi pregunta, con otras que ya habíamos discutido antes de la inoportuna aparición de mi hermano. En cuanto termino de parlotear me eche a reír a carcajadas por las estupideces que podían salir de su boca.
-¿Cuñadas?._Bufe.- Déjate de estupideces, yo no podría ser parte de tu repulsiva familia anormal! Y deja de finguir tu odio hacia mi , no seas hipocrita. Yaeel bien sabe que te odio.-Dije mientras escuchaba su demás comentarios idiotas, parecía que ser semi-humano le afectaba las ideas y no prestaba atención.
Reí a carcajadas por unos momentos.- Anya cielo, me preocupas.- Dije en tono cálido y amoroso.- Creo que debes checarte tu falta de atención, ya habíamos tenido esta charla si no lo recuerdas.- Volví a reír.
-Ya te había explicado como no me quiero separar de ti, mi gozo esta donde tu amargura y dolor se encuentren.- Dije en tono maternal, tal como lo haría una madre en otro contexto completamente distinto.- Ahora si quieres que me valla, lo puedo hacer. Pero bien sabes que me iría a buscar a tu lindo Franco y me lo llevaría lejos de los demás integrantes de tu “familia”.- Dije entonando sarcásticamente ese término ya que ahora ya no pertenecía a aquella.
-Además creo que no haz recordado que tú eres la prisionera aquí, y no tienes ninguna autoridad para echarme de aquí, lárgate tú si no me quieres ver.- Reía mientras pronunciaba a Matt.
Parecía que eran amigos desde hace tiempo, con la capacidad de adivinar lo que Matt podría hacer. Además Matt, no me correría. Ya lo hubiera hecho, y La niña no nos conocía y no sabia lo que era vivir con carnívoros y como el temperamento podría explotar, ella solía acostumbrarse a un perfecto “cuento de hadas”.
-Valla parece que conoces bastante bien a Matt, no te preocupes por mí. ¿Como podría correr a la hermana de su mejor amigo o a la mejor amiga de su novia?- Dije mientras la niña se acercaba a mí.
Su mano caliente incendio mi mejilla con un fuerte apretón. Tome su mano con suma fuerza creí, que le rompería la mano, ella no poseía la misma fuerza que un vampiro y menos uno carnívoro.
Tome su mano con suma fuerza, sosteniéndola varios segundos que parecieron ser minutos, liberándola al fin dejando marcas rojas que se convertirían en moretones, alrededor de toda su muñeca.
-¡No me vuelvas a tocar!-Dije casi a gritos.-No temas que no me quedare a vivir por siempre aquí, y cuando salga de aquí, sea cual se al razón, iré en busca del amor junto a Franco.-Dije en su cara casi a gritos.- No es una amenaza es una promesa cariño.- Dije mientras le guiñaba un ojo.
Si era cierto, yo no era hipócrita y no fingía la simpatía de alguien frente a otra persona. Anya al contrario, parecía sobrepasar la hipocresía. No entendía el cometido al fingir frente a Yaeel su odio hacia a mi.
El rostro de Anya que alguna vez estuvo cubierto de profunda dulzura y bondad ahora se teñía de un amargo dolor y en sus ojos reflejaba la ira y que tanta dicha me ocasionaba.
Su voz chillona contesto mi pregunta, con otras que ya habíamos discutido antes de la inoportuna aparición de mi hermano. En cuanto termino de parlotear me eche a reír a carcajadas por las estupideces que podían salir de su boca.
-¿Cuñadas?._Bufe.- Déjate de estupideces, yo no podría ser parte de tu repulsiva familia anormal! Y deja de finguir tu odio hacia mi , no seas hipocrita. Yaeel bien sabe que te odio.-Dije mientras escuchaba su demás comentarios idiotas, parecía que ser semi-humano le afectaba las ideas y no prestaba atención.
Reí a carcajadas por unos momentos.- Anya cielo, me preocupas.- Dije en tono cálido y amoroso.- Creo que debes checarte tu falta de atención, ya habíamos tenido esta charla si no lo recuerdas.- Volví a reír.
-Ya te había explicado como no me quiero separar de ti, mi gozo esta donde tu amargura y dolor se encuentren.- Dije en tono maternal, tal como lo haría una madre en otro contexto completamente distinto.- Ahora si quieres que me valla, lo puedo hacer. Pero bien sabes que me iría a buscar a tu lindo Franco y me lo llevaría lejos de los demás integrantes de tu “familia”.- Dije entonando sarcásticamente ese término ya que ahora ya no pertenecía a aquella.
-Además creo que no haz recordado que tú eres la prisionera aquí, y no tienes ninguna autoridad para echarme de aquí, lárgate tú si no me quieres ver.- Reía mientras pronunciaba a Matt.
Parecía que eran amigos desde hace tiempo, con la capacidad de adivinar lo que Matt podría hacer. Además Matt, no me correría. Ya lo hubiera hecho, y La niña no nos conocía y no sabia lo que era vivir con carnívoros y como el temperamento podría explotar, ella solía acostumbrarse a un perfecto “cuento de hadas”.
-Valla parece que conoces bastante bien a Matt, no te preocupes por mí. ¿Como podría correr a la hermana de su mejor amigo o a la mejor amiga de su novia?- Dije mientras la niña se acercaba a mí.
Su mano caliente incendio mi mejilla con un fuerte apretón. Tome su mano con suma fuerza creí, que le rompería la mano, ella no poseía la misma fuerza que un vampiro y menos uno carnívoro.
Tome su mano con suma fuerza, sosteniéndola varios segundos que parecieron ser minutos, liberándola al fin dejando marcas rojas que se convertirían en moretones, alrededor de toda su muñeca.
-¡No me vuelvas a tocar!-Dije casi a gritos.-No temas que no me quedare a vivir por siempre aquí, y cuando salga de aquí, sea cual se al razón, iré en busca del amor junto a Franco.-Dije en su cara casi a gritos.- No es una amenaza es una promesa cariño.- Dije mientras le guiñaba un ojo.
Amelia Hole- Cantidad de envíos : 161
Edad : 32
Fecha de inscripción : 17/03/2010
Re: Paciencia (Amelia, libre-Mañana)
Miraba cuan ridícula se veía Amelia. Tan afligida, llena de dolor y una profunda envidia hacía mí. Cierto yo tenía lo que ella deseaba fervientemente, pero lamentablemente yo no quería eso. Al final de todo terminaría acostumbrándome, por el bien de mi antigua familia.
Reí con dulzura al escuchar su cacareo incesante, tal y como lo haría una niña dulce y pacífica, aquella niña que había dejado morir por mi bien.
Se creía tan madura, tan perfecta, tan inteligente, cosas completamente inciertas, erróneas. Seguía insistiendo en ir y lastimar a Franco, matarlo si era necesario, cosa que no permitiría. Tenía que ser más inteligente que ella, tenía que haber ciertos cambios conmigo, cambiar totalmente e ir a enfrentar a Franco, romperle el corazón, obligarlo a odiarme para que no cayera en la trampa de Amelia, pero eso lo vería después con Matt, que parecía ser el único racional y cuerdo dentro de la casa.
Mis ideas fluían en planes que podía hacer para ir y romper el corazón de aquel que tanto amaba, mientras Amelia cacareaba quien sabe cuántas cosas más. Solo escuchaba su voz como un zumbido constante y molesto, como un mosquito no deja dormir por las noches para succionar la sangre de los humanos, en cierta forma Amelia era igual a un despreciable mosquito.
De un momento a otro sentí la fría mano de Amelia alrededor de la mía que se posaba sobre su pétrea mejilla. Regrese en mí y la mire fijamente mientras el dolor punzante se desataba en mi muñeca. Duro con aquella desmesurada fuerza sobre mi mano, lastimándola cada segundo y apretando más con cada paso de la manecilla del reloj. No gritaría, ya que ella quería eso, no lloraría, no haría nada más que aguantar el dolor. Ahora prestaba más atención a sus cacareos y la retaba con la mirada a hacer más si era posible.
Cuando al fin libero mi mano la mira, sus dedos estaban marcados con cada insignificante detalle en mi piel, una réplica perfecta, una huella que esperaba desapareciera pronto. La mire un momento, sabía que me dejaría un cardenal asqueroso, una marca de que ella era infinitamente más fuerte que yo.
-Cantas victoria antes de tiempo. ¿Crees que has triunfado con lastimarme? Estas equivocada, esto solo es un buen pretexto para hacerte pelear una vez más con tu despreciable hermano. ¿Que pensara el de que lastimas a su inofensiva novia?-Dije en un tono amable con una sonrisa pícara dibujándose en mi rostro.- Y si soy hipócrita porque es la única manera de sobrevivir aquí, y la única manera en que tu hermano me crea, la única forma en que puedo hacerlos pelear.- Sentencie.
Miles de ideas pasaron por mi cabeza, no era masoquista pero mientras más hiciera la vida de cuadritos a Amelia mejor para mí. Y si no quería que la tocara eso mismo haría.
Me acerque un paso a ella teniendo miles de ideas en mi cabeza, desde la más simple hasta la más complicada y loca de todas. Sin más tome mi decisión tan rápido como un parpadeo. Tome sus hombros y la empuje hacía la pared que antes había destrozado con su puño.
Reí con dulzura al escuchar su cacareo incesante, tal y como lo haría una niña dulce y pacífica, aquella niña que había dejado morir por mi bien.
Se creía tan madura, tan perfecta, tan inteligente, cosas completamente inciertas, erróneas. Seguía insistiendo en ir y lastimar a Franco, matarlo si era necesario, cosa que no permitiría. Tenía que ser más inteligente que ella, tenía que haber ciertos cambios conmigo, cambiar totalmente e ir a enfrentar a Franco, romperle el corazón, obligarlo a odiarme para que no cayera en la trampa de Amelia, pero eso lo vería después con Matt, que parecía ser el único racional y cuerdo dentro de la casa.
Mis ideas fluían en planes que podía hacer para ir y romper el corazón de aquel que tanto amaba, mientras Amelia cacareaba quien sabe cuántas cosas más. Solo escuchaba su voz como un zumbido constante y molesto, como un mosquito no deja dormir por las noches para succionar la sangre de los humanos, en cierta forma Amelia era igual a un despreciable mosquito.
De un momento a otro sentí la fría mano de Amelia alrededor de la mía que se posaba sobre su pétrea mejilla. Regrese en mí y la mire fijamente mientras el dolor punzante se desataba en mi muñeca. Duro con aquella desmesurada fuerza sobre mi mano, lastimándola cada segundo y apretando más con cada paso de la manecilla del reloj. No gritaría, ya que ella quería eso, no lloraría, no haría nada más que aguantar el dolor. Ahora prestaba más atención a sus cacareos y la retaba con la mirada a hacer más si era posible.
Cuando al fin libero mi mano la mira, sus dedos estaban marcados con cada insignificante detalle en mi piel, una réplica perfecta, una huella que esperaba desapareciera pronto. La mire un momento, sabía que me dejaría un cardenal asqueroso, una marca de que ella era infinitamente más fuerte que yo.
-Cantas victoria antes de tiempo. ¿Crees que has triunfado con lastimarme? Estas equivocada, esto solo es un buen pretexto para hacerte pelear una vez más con tu despreciable hermano. ¿Que pensara el de que lastimas a su inofensiva novia?-Dije en un tono amable con una sonrisa pícara dibujándose en mi rostro.- Y si soy hipócrita porque es la única manera de sobrevivir aquí, y la única manera en que tu hermano me crea, la única forma en que puedo hacerlos pelear.- Sentencie.
Miles de ideas pasaron por mi cabeza, no era masoquista pero mientras más hiciera la vida de cuadritos a Amelia mejor para mí. Y si no quería que la tocara eso mismo haría.
Me acerque un paso a ella teniendo miles de ideas en mi cabeza, desde la más simple hasta la más complicada y loca de todas. Sin más tome mi decisión tan rápido como un parpadeo. Tome sus hombros y la empuje hacía la pared que antes había destrozado con su puño.
Anya Andrew- Semi-Vampiro
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Edad : 32
Fecha de inscripción : 27/02/2010
Re: Paciencia (Amelia, libre-Mañana)
El rostro de la niña reflejaba una inmensa burla en sus facciones, pero su mirada no la podía disfrazar. Una mirada llena de dolor, un dolor el cual conocía a la perfección. Amor.
Las personas se repiten unas a otras insistentemente que este sentimiento viene acompañado del dolor, siempre creí que lo usaban como excusa para la debilidad. Incluso la persona con mayor capacidad deductiva, fría y decidida a encerrar su corazón no podría ser capaz de detener lo que este le obedeciera. Uno puede luchar por evitar el destino que nos demarcan nuestras emociones, intentar ser elocuentes lo cual resulta imposible, por estúpido que parezca.
Es irónico pensar como las emociones pueden ser tan complejas, un sentimiento que debería estar colmado de felicidad a veces puede carecerla, dotándonos de soledad.
Tener la conciencia de la ausencia de un compañero, alguien con quien deseáramos compartir nuestra vida, resulta tan dolorosa como la muerte. Anhelamos la presencia de alguien que no desea lo mismo.
Mi cabeza parecía comprenderlo, la mirada de Anya y el sufrimiento que reflejaba era la misma dureza que la mía cargaba. Ambas compartíamos un sentimiento sin intención.
Ella al estar alejada de su amado, obligada a vivir con seres que repudiaba, y yo al ver a Yaeel dotándola de un inmenso cariño del cual jamás me compartió.
Su indiferencia producía un vacío profundo, palpable y que no podía compensarse con nada. El dolor que sentía era comparable con el dolor de la perdida de mi madre, ardor desde la boca del estómago hasta la garganta, como si la ponzoña estuviera haciendo efecto, sin cura alguna. Aún menos con el sufrimiento de la hibrida, solo lo extendía, a pesar de mi profundo odio por ella.
La calidez de sus dedos me tomaron por sorpresa, haciendo presión sobre la pared, su fuerza era inferior, la rabia apareció en mí, la odiaba era la causante de mi dolor, le tome su brazo del cual me empujo y entendí. Ya no podía estar más en esa casa, tenía que buscar mi propósito, encontrar mi destino.
-No te conviene jugar con fuerza, estupida. Tu sabes quién saldría ganando.- Dije mientras tomaba su muñeca con la que me había empujado. Su bombeo de sangre era cada vez más débil debido a mi presión, escuchaba cada crujir de sus huesos. Rompí su muñeca.
-Dile lo que desees a Yaeel, que intente matarte si quieres, no me importa, ya jamás pienso verlo, ya me arte de estar viendo su estúpido juego.- Die mientras liberaba su muñeca amoratada, y mi voz tomaba un tono de melancolía al recordar que no lo vería.
Gire y me dirigí a la puerta trasera.
-Ah, Diles que me marche, yo te haré el favor de darle una oportunidad a tu humanito, analizare su comportamiento, tal vez los dos nos refugiemos por el dolor que sufrimos.- Dije con sarcasmo.-Pero a la menor provocación lo mato, y te enviaré una prueba, así que mientras no tengas noticias de mi sabrás que está bien.- Vacile.- Nos vemos cuñada.- Dije con sarcasmo mientras la abrazaba, para impregnarme de su fétido aroma y así poder imitarlo a la perfección.
Las personas se repiten unas a otras insistentemente que este sentimiento viene acompañado del dolor, siempre creí que lo usaban como excusa para la debilidad. Incluso la persona con mayor capacidad deductiva, fría y decidida a encerrar su corazón no podría ser capaz de detener lo que este le obedeciera. Uno puede luchar por evitar el destino que nos demarcan nuestras emociones, intentar ser elocuentes lo cual resulta imposible, por estúpido que parezca.
Es irónico pensar como las emociones pueden ser tan complejas, un sentimiento que debería estar colmado de felicidad a veces puede carecerla, dotándonos de soledad.
Tener la conciencia de la ausencia de un compañero, alguien con quien deseáramos compartir nuestra vida, resulta tan dolorosa como la muerte. Anhelamos la presencia de alguien que no desea lo mismo.
Mi cabeza parecía comprenderlo, la mirada de Anya y el sufrimiento que reflejaba era la misma dureza que la mía cargaba. Ambas compartíamos un sentimiento sin intención.
Ella al estar alejada de su amado, obligada a vivir con seres que repudiaba, y yo al ver a Yaeel dotándola de un inmenso cariño del cual jamás me compartió.
Su indiferencia producía un vacío profundo, palpable y que no podía compensarse con nada. El dolor que sentía era comparable con el dolor de la perdida de mi madre, ardor desde la boca del estómago hasta la garganta, como si la ponzoña estuviera haciendo efecto, sin cura alguna. Aún menos con el sufrimiento de la hibrida, solo lo extendía, a pesar de mi profundo odio por ella.
La calidez de sus dedos me tomaron por sorpresa, haciendo presión sobre la pared, su fuerza era inferior, la rabia apareció en mí, la odiaba era la causante de mi dolor, le tome su brazo del cual me empujo y entendí. Ya no podía estar más en esa casa, tenía que buscar mi propósito, encontrar mi destino.
-No te conviene jugar con fuerza, estupida. Tu sabes quién saldría ganando.- Dije mientras tomaba su muñeca con la que me había empujado. Su bombeo de sangre era cada vez más débil debido a mi presión, escuchaba cada crujir de sus huesos. Rompí su muñeca.
-Dile lo que desees a Yaeel, que intente matarte si quieres, no me importa, ya jamás pienso verlo, ya me arte de estar viendo su estúpido juego.- Die mientras liberaba su muñeca amoratada, y mi voz tomaba un tono de melancolía al recordar que no lo vería.
Gire y me dirigí a la puerta trasera.
-Ah, Diles que me marche, yo te haré el favor de darle una oportunidad a tu humanito, analizare su comportamiento, tal vez los dos nos refugiemos por el dolor que sufrimos.- Dije con sarcasmo.-Pero a la menor provocación lo mato, y te enviaré una prueba, así que mientras no tengas noticias de mi sabrás que está bien.- Vacile.- Nos vemos cuñada.- Dije con sarcasmo mientras la abrazaba, para impregnarme de su fétido aroma y así poder imitarlo a la perfección.
Amelia Hole- Cantidad de envíos : 161
Edad : 32
Fecha de inscripción : 17/03/2010
Re: Paciencia (Amelia, libre-Mañana)
Estaba tan fastidiada de estar encerrada en aquella mansión, también de Anya con su constante lloriqueo, del “amor” que decía profesar hacía Yaeel, de todas las constantes peleas de Amelia con su hermano y la hibrida, de ver desaparecer a Matt por la entrada principal cada que se le pegaba la gana. En pocas palabras: de toda aquella farsa que habíamos armado.
Estaba recostada sobre la enorme cama que tenía en mi habitación, y que pocas veces compartía con Matthew, miraba el techo con ocio y escuchaba los ruidos que hacían los demás dentro de la casa; alguien veía la tv en la sala, Marie tarareaba suavemente una melodía desde su habitación, que estaba en afrente de la mía, una vez más los suaves lloriqueos de Anya y el rápido bombear de su corazón. Suspire absorbiendo todo el aire que eran capaces de retener mis pulmones ya innecesarios en estos momentos.
Habían pasado ya varios días desde que no salíamos a refrescarnos con el aire puro e invernal que plagaba en San Petersburgo, además mi garganta ardía con una llamarada incesante. Mi mente se desvío en pensamientos sádicos, recordaba el dulce aroma de la sangre en los humanos, su calidez al pasar por mi adolorida garganta, aquella bella sensación de calidez… Era obvio que todo mi ser exigía tener ese preciado líquido. Me incorpore de un salto ágil y grácil, no me quedaría encerrada en ese infierno solo porque a los otros vampiros no le apeteciera tener un dulce festín. Salí de la habitación con pasos decididos, llame a la puerta de mis dos amigas para tener un poco de compañía, después de todo no me agradaba mucho ir a cazar sola, y llevar a Marie y Amelia me prometía un poco de diversión.
Nos encontrábamos paradas en el umbral de la enorme mansión, cuando Matthew y Yaeel decidieron unirse a nuestros planes. Salimos todos en aquelarre hasta la calle, donde Yaeel se separó de nosotros debido a su ridícula dieta.
Nos encaminamos hacia el centro tan colorido de la ciudad, teníamos que apresurarnos antes de que el sol cayera de lleno sobre nosotros, el día se acercaba amenazante. Pasamos a la velocidad de la luz entre los humanos que aun andaba deambulando por las calles, ninguno de esos ebrios me apetecían, olían realmente mal. Seguíamos a Matthew, quien daba zancadas, separándonos unos metros, detrás de mí venían Marie y Amelia, todas tratando de mantener la veloz carrera que el vampiro nos imponía.
Al cabo de unos minutos de correr sin rumbo fijo, inesperadamente el vampiro doblo una esquina. Comenzaba a escuchar el sonido de canciones cercanas y mis ojos atraparon la imagen de un gran hotel, con unas luces muy llamativas y adornos suntuosos. Una gran fiesta era el escenario perfecto para darnos un delicioso festín. Entramos con sigilo a la sala donde se estaba celebrando tan perfecta y romántica boda, era realmente irónico que los novios acabaran de hacer sus votos para comprometerse hasta el final de sus días, y precisamente llegaba ese trágico final. La sala tenía adornos realmente bellos y costosos, colores cremas y azules coloreaban el encantador lugar, las luces era de un tono un poco bajo para darle más romanticismo a la escena.
Me quede pasmada viendo aquel lugar tan hermoso, eso me traía recuerdos muy borrosos de mi humanidad. El día de mi boda todo había sido tan mágico y bello, la felicidad que ese día me invadía no había tenido precio alguno, nunca antes me había sentido tan dichosa. Desde que había sido una niña había soñado con el día de mi boda, había idealizado a mi marido y a nuestros pequeños y hermosos bebes, y el día había llegado. Todo fue realmente hermoso, hasta que aquel desdichado e insensible humano lo arruinara todo. Moví la cabeza para despejarme de aquel recuerdo, no deseaba ponerme sentimental en ese momento.
Mire a mi alrededor y mis acompañantes se habían dividido. Amelia y Marie yacían en una esquina oscura observando a los humanos, por su parte Matthew caminaba con decisión por el centro de la pista, donde los invitados bailaban si prestarle mucha atención, se dirigía hacia donde estaba el conjunto tocando la canción; sin pensarlo siquiera comencé a caminar tras del vampiro, como un perro sigue a su amo, siempre obediente, siempre fiel. Tras estar en el escenario y con el micrófono en las manos, dedique unas bellas y lúgubres palabras para todos los invitados, en el momento que acabe mi discurso las luces se apagaron y las puertas se cerraron con fuerza, al igual que las ventanas. Luego los gritos de terror y desesperación invadieron el lugar, pero fueron ahogándose poco a poco, mientras acabábamos con ellos.
El preciado líquido paso por mi garganta dándole una sensación de satisfacción, la calidez me hacía sentir renovada. Al cabo de unos cuantos humanos me sentí satisfecha, las luces volvieron y vi que aún quedaban algunos con vida, no quería que quedaran testigos, así que mate unos cuantos por diversión. Después de eso mire mis vestiduras y solo tenía una marca de mano en mi blusa, uno de los humanos moribundos había decidido ensuciarme, eso me molesto completamente así que patee uno de los cadáveres. Levante la vista para ubicar a mis compañeros, Marie se acomodaba su cabello mientras veía con desde a una mujer, Matthew se limpiaba con el dorso de la mano la poca sangre que tenía en la boca, me miro y me dedico una tierna sonrisa, a la cual yo conteste con una más radiante aun, busque a Amelia, se alejaba de la sala con la capucha de su sudadera puesta. Camine en su dirección, algo andaba mal, pero la mano de Matthew me retuvo con determinación y su mirada me suplicaba un momento a solas. Marie comprendió aquello y salió de la sala, para darnos un espacio.
Al parecer él estaba tan fastidiado como yo de estar encerrado en aquella mansión, cerciorándose de que los planes no le fallaran, de que Anya no lo arruinara, también me entere de que tenía que partir, una vez más, a quien sabe dónde y que esta vez tardaría un tiempo más en volver; saber la noticia hizo que sintiera una sensación de pérdida, odiaba cuando él se iba, y odiaba aún más saber que esta vez tardaría más.
Después de pasar un rato con el decidí volver a casa, el sol comenzaba a asomarse lentamente, el día nos había alcanzado y n deseaba que nadie me viera con aquella ropa sucia, aparte mis ojos color carmesí delatarían mi anormalidad. Salí velozmente de la sala, dejando a Matthew solo limpiando aquel desastre, para que pareciera un accidente o algo por el estilo. Las calles comenzaba a tomar otro color diferente y la población estaba ya despierta, tomando sus rutinarias y monótonas vidas, dándole a la ciudad un poco más de calor y vida. Todos a los que pasaba poseían abrigos largos y que los cubrían del frio polar que invadía el lugar, si me vieran con la fresca ropa que yo traía seguramente me verían como si estuviese loca. Como fuere, en pocos minutos estaba nuevamente frente a la mansión, estando ya resguardada en el enorme patio delantero del lugar comencé a bajar la velocidad, hasta caminar con pasos despreocupados por la nieve. Vi una figura sentada en la fuente, que no tenía más que agua cristalizada, me acerque más y reconocí a Yaeel, estaba tan sumido en sus pensamientos que ni siquiera se percató de mi presencia hasta que roce suavemente sus cabellos caoba con mis dedos de porcelana, este alzo la vista y me dedico una ligera sonrisa, en sus ojos ahora dorados se reflejaba una preocupación y tristeza inminente… -¿Acaso la niña lo había dañado? ¿Le habría dicho que lo despreciaba con su alma? ¿Sería capaz de poner en peligro a su amada familia, a su Franco?- pensé y comencé a dar pasos más veloces, deje atrás al vampiro y me adentre a la casa. Estando dentro me tope de lleno con el dulzón aroma de Anya, envuelto con el de Yaeel y el de Amelia. Escuche como algo crujía en la cocina, así que mi prisa me apremio y di pasos más largos y veloces. Y en la cocina pude ver perfectamente bien la escena que se presentaba ante mí. Amelia estaba recargada en la pared, al otro extremo de la cocina, y Anya la sostenía con toda la fuerza que era capaz, su cara reflejaba dolor y burla al mismo tiempo. Pensé en dar un paso para quitar de encima a la hibrida, pero Amelia fue más rápida y la tomo de su muñeca con fuerza, articulando palabras amenazadoras, después escuche tan claramente como el hueso de Anya estallaba, Amelia había roto la muñeca de Anya y después la abrazaba como quien no quiere la cosa. Esa fue mi señal antes de que comenzara una verdadera batalla campal. Tome a Amelia ligeramente de sus hombros y la aleje de Anya.
-¿Te vas? ¿A dónde planeas marcharte, querida?- entone dulcemente aquellas palabras. Acaso quería ir a ver al muchacho, Franco. No lo sabía, pero ahora todos a mí alrededor se alejaban nuevamente de mí. Matt se iría quien sabe a dónde, Amelia igual y Marie, ni se diga. No deseaba quedarme sola y encerrada en aquella casa, no soportaría estar viendo a Yaeel y Anya todos los días.
Estaba recostada sobre la enorme cama que tenía en mi habitación, y que pocas veces compartía con Matthew, miraba el techo con ocio y escuchaba los ruidos que hacían los demás dentro de la casa; alguien veía la tv en la sala, Marie tarareaba suavemente una melodía desde su habitación, que estaba en afrente de la mía, una vez más los suaves lloriqueos de Anya y el rápido bombear de su corazón. Suspire absorbiendo todo el aire que eran capaces de retener mis pulmones ya innecesarios en estos momentos.
Habían pasado ya varios días desde que no salíamos a refrescarnos con el aire puro e invernal que plagaba en San Petersburgo, además mi garganta ardía con una llamarada incesante. Mi mente se desvío en pensamientos sádicos, recordaba el dulce aroma de la sangre en los humanos, su calidez al pasar por mi adolorida garganta, aquella bella sensación de calidez… Era obvio que todo mi ser exigía tener ese preciado líquido. Me incorpore de un salto ágil y grácil, no me quedaría encerrada en ese infierno solo porque a los otros vampiros no le apeteciera tener un dulce festín. Salí de la habitación con pasos decididos, llame a la puerta de mis dos amigas para tener un poco de compañía, después de todo no me agradaba mucho ir a cazar sola, y llevar a Marie y Amelia me prometía un poco de diversión.
Nos encontrábamos paradas en el umbral de la enorme mansión, cuando Matthew y Yaeel decidieron unirse a nuestros planes. Salimos todos en aquelarre hasta la calle, donde Yaeel se separó de nosotros debido a su ridícula dieta.
Nos encaminamos hacia el centro tan colorido de la ciudad, teníamos que apresurarnos antes de que el sol cayera de lleno sobre nosotros, el día se acercaba amenazante. Pasamos a la velocidad de la luz entre los humanos que aun andaba deambulando por las calles, ninguno de esos ebrios me apetecían, olían realmente mal. Seguíamos a Matthew, quien daba zancadas, separándonos unos metros, detrás de mí venían Marie y Amelia, todas tratando de mantener la veloz carrera que el vampiro nos imponía.
Al cabo de unos minutos de correr sin rumbo fijo, inesperadamente el vampiro doblo una esquina. Comenzaba a escuchar el sonido de canciones cercanas y mis ojos atraparon la imagen de un gran hotel, con unas luces muy llamativas y adornos suntuosos. Una gran fiesta era el escenario perfecto para darnos un delicioso festín. Entramos con sigilo a la sala donde se estaba celebrando tan perfecta y romántica boda, era realmente irónico que los novios acabaran de hacer sus votos para comprometerse hasta el final de sus días, y precisamente llegaba ese trágico final. La sala tenía adornos realmente bellos y costosos, colores cremas y azules coloreaban el encantador lugar, las luces era de un tono un poco bajo para darle más romanticismo a la escena.
Me quede pasmada viendo aquel lugar tan hermoso, eso me traía recuerdos muy borrosos de mi humanidad. El día de mi boda todo había sido tan mágico y bello, la felicidad que ese día me invadía no había tenido precio alguno, nunca antes me había sentido tan dichosa. Desde que había sido una niña había soñado con el día de mi boda, había idealizado a mi marido y a nuestros pequeños y hermosos bebes, y el día había llegado. Todo fue realmente hermoso, hasta que aquel desdichado e insensible humano lo arruinara todo. Moví la cabeza para despejarme de aquel recuerdo, no deseaba ponerme sentimental en ese momento.
Mire a mi alrededor y mis acompañantes se habían dividido. Amelia y Marie yacían en una esquina oscura observando a los humanos, por su parte Matthew caminaba con decisión por el centro de la pista, donde los invitados bailaban si prestarle mucha atención, se dirigía hacia donde estaba el conjunto tocando la canción; sin pensarlo siquiera comencé a caminar tras del vampiro, como un perro sigue a su amo, siempre obediente, siempre fiel. Tras estar en el escenario y con el micrófono en las manos, dedique unas bellas y lúgubres palabras para todos los invitados, en el momento que acabe mi discurso las luces se apagaron y las puertas se cerraron con fuerza, al igual que las ventanas. Luego los gritos de terror y desesperación invadieron el lugar, pero fueron ahogándose poco a poco, mientras acabábamos con ellos.
El preciado líquido paso por mi garganta dándole una sensación de satisfacción, la calidez me hacía sentir renovada. Al cabo de unos cuantos humanos me sentí satisfecha, las luces volvieron y vi que aún quedaban algunos con vida, no quería que quedaran testigos, así que mate unos cuantos por diversión. Después de eso mire mis vestiduras y solo tenía una marca de mano en mi blusa, uno de los humanos moribundos había decidido ensuciarme, eso me molesto completamente así que patee uno de los cadáveres. Levante la vista para ubicar a mis compañeros, Marie se acomodaba su cabello mientras veía con desde a una mujer, Matthew se limpiaba con el dorso de la mano la poca sangre que tenía en la boca, me miro y me dedico una tierna sonrisa, a la cual yo conteste con una más radiante aun, busque a Amelia, se alejaba de la sala con la capucha de su sudadera puesta. Camine en su dirección, algo andaba mal, pero la mano de Matthew me retuvo con determinación y su mirada me suplicaba un momento a solas. Marie comprendió aquello y salió de la sala, para darnos un espacio.
Al parecer él estaba tan fastidiado como yo de estar encerrado en aquella mansión, cerciorándose de que los planes no le fallaran, de que Anya no lo arruinara, también me entere de que tenía que partir, una vez más, a quien sabe dónde y que esta vez tardaría un tiempo más en volver; saber la noticia hizo que sintiera una sensación de pérdida, odiaba cuando él se iba, y odiaba aún más saber que esta vez tardaría más.
Después de pasar un rato con el decidí volver a casa, el sol comenzaba a asomarse lentamente, el día nos había alcanzado y n deseaba que nadie me viera con aquella ropa sucia, aparte mis ojos color carmesí delatarían mi anormalidad. Salí velozmente de la sala, dejando a Matthew solo limpiando aquel desastre, para que pareciera un accidente o algo por el estilo. Las calles comenzaba a tomar otro color diferente y la población estaba ya despierta, tomando sus rutinarias y monótonas vidas, dándole a la ciudad un poco más de calor y vida. Todos a los que pasaba poseían abrigos largos y que los cubrían del frio polar que invadía el lugar, si me vieran con la fresca ropa que yo traía seguramente me verían como si estuviese loca. Como fuere, en pocos minutos estaba nuevamente frente a la mansión, estando ya resguardada en el enorme patio delantero del lugar comencé a bajar la velocidad, hasta caminar con pasos despreocupados por la nieve. Vi una figura sentada en la fuente, que no tenía más que agua cristalizada, me acerque más y reconocí a Yaeel, estaba tan sumido en sus pensamientos que ni siquiera se percató de mi presencia hasta que roce suavemente sus cabellos caoba con mis dedos de porcelana, este alzo la vista y me dedico una ligera sonrisa, en sus ojos ahora dorados se reflejaba una preocupación y tristeza inminente… -¿Acaso la niña lo había dañado? ¿Le habría dicho que lo despreciaba con su alma? ¿Sería capaz de poner en peligro a su amada familia, a su Franco?- pensé y comencé a dar pasos más veloces, deje atrás al vampiro y me adentre a la casa. Estando dentro me tope de lleno con el dulzón aroma de Anya, envuelto con el de Yaeel y el de Amelia. Escuche como algo crujía en la cocina, así que mi prisa me apremio y di pasos más largos y veloces. Y en la cocina pude ver perfectamente bien la escena que se presentaba ante mí. Amelia estaba recargada en la pared, al otro extremo de la cocina, y Anya la sostenía con toda la fuerza que era capaz, su cara reflejaba dolor y burla al mismo tiempo. Pensé en dar un paso para quitar de encima a la hibrida, pero Amelia fue más rápida y la tomo de su muñeca con fuerza, articulando palabras amenazadoras, después escuche tan claramente como el hueso de Anya estallaba, Amelia había roto la muñeca de Anya y después la abrazaba como quien no quiere la cosa. Esa fue mi señal antes de que comenzara una verdadera batalla campal. Tome a Amelia ligeramente de sus hombros y la aleje de Anya.
-¿Te vas? ¿A dónde planeas marcharte, querida?- entone dulcemente aquellas palabras. Acaso quería ir a ver al muchacho, Franco. No lo sabía, pero ahora todos a mí alrededor se alejaban nuevamente de mí. Matt se iría quien sabe a dónde, Amelia igual y Marie, ni se diga. No deseaba quedarme sola y encerrada en aquella casa, no soportaría estar viendo a Yaeel y Anya todos los días.
Katherine Owen- Vampiro Carnivoro
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Re: Paciencia (Amelia, libre-Mañana)
La vampira se encontraba sumergida en sí misma, dentro de sus ideas y pensamientos indescifrables. Su ausencia hacía preguntarme que era lo que maquinaba dentro de aquella cabeza distorsionada y tan perversa. Tal vez me estaba volviendo paranoica, pero nunca está de más ser precavidos con los enemigos, hay que tenerlos cerca para vigilarlos con ojo constante.
Tardo unos segundos voraces en percatarse de mi acción. La ira volvió a sus ojos, irrefrenable, como si un volcán estallara repentinamente, sin piedad alguna por devorar lo que le rodea, dejando toda calma aparente. En un movimiento veloz e invisible tomo mi muñeca y la apretó sin miramiento alguno, con una fuerza súbitamente atroz, su fuerza era incomparable a la mía. Intente, infructuosamente, zafarme de aquella cadena que aprisionaba mi mano y la dejaba sin fuerza alguna. Mientras aquel sentimiento de furia lamia sus entrañas y destilaba por sus ojos, algo, tan repentinamente, encajo en su lugar dentro de ella. Lo pude notar en su mirada, había tomado un nuevo rumbo y no se detendría hasta lograr su objetivo.
Deje de tratar de liberarme de su mano, pero mantuve mi mirada constante en los ojos rojos de aquella desalmada mujer. Canturreo unas palabras en un suave murmullo lleno de una ira incontrolable. Sonreía ante aquellas palabras tan ciertas. Podía ser que ella fuera infinitamente más veloz y fuerte que yo, pero eso no la hacía mejor que a mí, eran simples ventajas que ella gozaba. Poco a poco comencé a sentir un dolor agudo recorrer todo mi brazo izquierdo y el suave crujir de mis nada blandos huesos me hizo saber que ella estaba rompiendo mi muñeca. Era como si millones de astillas se clavaran lentamente en mi muñeca, el dolor era insoportable e inimaginable. Nunca en mi vida había sentido tal dolor, no hasta ese momento. Cerré mis ojos con fuerza y apreté los dientes, no quería gritar y darle el gusto de burlarse de mí. Luego en un movimiento desdeñoso soltó mi muñeca rota, abrí mis ojos y la mire, ya no la sentía, sabía que estaba ahí porque la veía, más no la sentía, solo sentía el dolor agonizante recorrer todo mi miembro. Me dio la espalda en un rápido giro, más en un segundo vacilo y se plantó frente a la puerta de la cocina.
Es cierto que una mujer despechada es capaz de hacer cualquier cosa con tal de vengarse de aquellos quienes la han lastimado. Yo había lastimado a Amelia un sinfín de veces desde mi corta estancia en aquella mansión, y ahora ella anhelaba la revancha, y sabía perfectamente bien mi punto débil “Franco”. Escuchar las amenazas que escupía como si fuere veneno solo provocó en mí una desesperada preocupación, combinada con una furia irracional, algo que me cegaba completamente. Proferí un suave pero amenazador gruido. Tendría que pasar sobre mi cadáver para lastimar a Franco o alguno de mis amigos, tenía un don incomparable y si así lo deseaba podía hacerla volar en miles de pedazos, sin remordimiento alguno.
-No me creas tan estúpida y cobarde- Musité apretando fuertemente mis dientes.- Y si llegas a hacerle algo, te juro que me vengare de ti.- Sentencie con dureza.
No caería en el juego que ella deseaba. Podía matarla en ese mismo instante, no importaba. Comenzaba a creer que le haría un bien a la sociedad si ella desparecía, no le hacía falta a nadie. Su tacto gélido me saco de mi ensoñación. Me repudiaba si quiera sentir su tacto, estaba acostumbrada a al frío tacto de los vampiros, pero el de ella era insoportable, como si vertieran sobre mí un ácido. Una nueva oleada de furia subió rápidamente desde la boca de mí estómago hasta mi garganta. Quería despedazarla y nunca más volver a verla, no saber de su existencia, hacerla desaparecer por siempre.
De súbito se alejó de mí, eso me desconcertó completamente. Parpadee un par de veces y vi a Katherine justo detrás de Amelia. La sostenía por los hombros con dulzura y canturreaba unas palabras dirigidas especialmente a su amiga, pero en sus ojos se reflejaba una desesperación reprimida y una deseo de salir de ahí a como diera lugar.
Fruncí ligeramente el ceño, la furia desaparecía lentamente y el agudo dolor, que por un momento había olvidado, volvió a mí. Levante mi muñeca y la puse en mi pecho, mientras la sostenía con delicadeza con la mano buena. Estaba segura que tardaría una semana en recuperarse, o al menos eso esperaba, así como esperaba que aquel horrendo cardenal desapareciera. Me comencé a sumergir en mis propias ideas, mientras analizaba con cautela el estado de mi muñeca.
Tardo unos segundos voraces en percatarse de mi acción. La ira volvió a sus ojos, irrefrenable, como si un volcán estallara repentinamente, sin piedad alguna por devorar lo que le rodea, dejando toda calma aparente. En un movimiento veloz e invisible tomo mi muñeca y la apretó sin miramiento alguno, con una fuerza súbitamente atroz, su fuerza era incomparable a la mía. Intente, infructuosamente, zafarme de aquella cadena que aprisionaba mi mano y la dejaba sin fuerza alguna. Mientras aquel sentimiento de furia lamia sus entrañas y destilaba por sus ojos, algo, tan repentinamente, encajo en su lugar dentro de ella. Lo pude notar en su mirada, había tomado un nuevo rumbo y no se detendría hasta lograr su objetivo.
Deje de tratar de liberarme de su mano, pero mantuve mi mirada constante en los ojos rojos de aquella desalmada mujer. Canturreo unas palabras en un suave murmullo lleno de una ira incontrolable. Sonreía ante aquellas palabras tan ciertas. Podía ser que ella fuera infinitamente más veloz y fuerte que yo, pero eso no la hacía mejor que a mí, eran simples ventajas que ella gozaba. Poco a poco comencé a sentir un dolor agudo recorrer todo mi brazo izquierdo y el suave crujir de mis nada blandos huesos me hizo saber que ella estaba rompiendo mi muñeca. Era como si millones de astillas se clavaran lentamente en mi muñeca, el dolor era insoportable e inimaginable. Nunca en mi vida había sentido tal dolor, no hasta ese momento. Cerré mis ojos con fuerza y apreté los dientes, no quería gritar y darle el gusto de burlarse de mí. Luego en un movimiento desdeñoso soltó mi muñeca rota, abrí mis ojos y la mire, ya no la sentía, sabía que estaba ahí porque la veía, más no la sentía, solo sentía el dolor agonizante recorrer todo mi miembro. Me dio la espalda en un rápido giro, más en un segundo vacilo y se plantó frente a la puerta de la cocina.
Es cierto que una mujer despechada es capaz de hacer cualquier cosa con tal de vengarse de aquellos quienes la han lastimado. Yo había lastimado a Amelia un sinfín de veces desde mi corta estancia en aquella mansión, y ahora ella anhelaba la revancha, y sabía perfectamente bien mi punto débil “Franco”. Escuchar las amenazas que escupía como si fuere veneno solo provocó en mí una desesperada preocupación, combinada con una furia irracional, algo que me cegaba completamente. Proferí un suave pero amenazador gruido. Tendría que pasar sobre mi cadáver para lastimar a Franco o alguno de mis amigos, tenía un don incomparable y si así lo deseaba podía hacerla volar en miles de pedazos, sin remordimiento alguno.
-No me creas tan estúpida y cobarde- Musité apretando fuertemente mis dientes.- Y si llegas a hacerle algo, te juro que me vengare de ti.- Sentencie con dureza.
No caería en el juego que ella deseaba. Podía matarla en ese mismo instante, no importaba. Comenzaba a creer que le haría un bien a la sociedad si ella desparecía, no le hacía falta a nadie. Su tacto gélido me saco de mi ensoñación. Me repudiaba si quiera sentir su tacto, estaba acostumbrada a al frío tacto de los vampiros, pero el de ella era insoportable, como si vertieran sobre mí un ácido. Una nueva oleada de furia subió rápidamente desde la boca de mí estómago hasta mi garganta. Quería despedazarla y nunca más volver a verla, no saber de su existencia, hacerla desaparecer por siempre.
De súbito se alejó de mí, eso me desconcertó completamente. Parpadee un par de veces y vi a Katherine justo detrás de Amelia. La sostenía por los hombros con dulzura y canturreaba unas palabras dirigidas especialmente a su amiga, pero en sus ojos se reflejaba una desesperación reprimida y una deseo de salir de ahí a como diera lugar.
Fruncí ligeramente el ceño, la furia desaparecía lentamente y el agudo dolor, que por un momento había olvidado, volvió a mí. Levante mi muñeca y la puse en mi pecho, mientras la sostenía con delicadeza con la mano buena. Estaba segura que tardaría una semana en recuperarse, o al menos eso esperaba, así como esperaba que aquel horrendo cardenal desapareciera. Me comencé a sumergir en mis propias ideas, mientras analizaba con cautela el estado de mi muñeca.
Anya Andrew- Semi-Vampiro
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