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Desconectando la cordura (mañana, libre)
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Amanecer-Rol :: Forks :: Hospital
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Desconectando la cordura (mañana, libre)
Iba distraída, ausente, como buscando la nada sin siquiera buscarla. Iba perfectamente fantasmal, caminando por los pasillos desiertos mientras ni siquiera pestañaba con los cambios de luz artificial. Pasaba la mano por las paredes, no para sostenerme o guiarme, solo un gesto de que aun estaba en el mundo vivo aunque mi mente le pertenecía a la nada misma. Pero el frio me recordaba la sensación, y eso era un cable a tierra en ese extraño momento.
Mi vestido beige ondeaba con el aire acondicionado, como todo en ese lugar, artificial. Los pasillos se fueron haciendo más sombríos, más húmedos, a medida que descendía a la parte más alejada del hospital, lejos de los despachos y los pacientes. Y aun seguía, más alla de mi comprensión mis pies se movían lentamente por las paredes blancas ya desnudas, sin siquiera un cuadro, un cronograma, un calendario… lo que sea. Mi vista finalmente se fijó en el mundo real, en una puerta que me miraba, me enfrentaba. Detuve mis pasos en seco y mi mano se puso rígida, todo mi cuerpo se volvió el de una estatua. Mis bucles cayeron sobre mi rostro angelical, más pálido que de costumbre, y mis mejillas al igual que todos mis músculos parecían dos cristales pétreos.
Seguí caminando como soñolienta, adormecida en una pesadilla fantasmal, moviendo mi cuerpo con la suavidad con la que se podía flotar entre las nubes, siendo parte de la niebla que envolvía mis pensamientos. La perilla de la puerta giró bajo mi mano y la puerta se abrió sin siquiera proferir ruido alguno, solo me dejó pasar sin reclamarme explicaciones, cerrándose atrás mio. Mis ojos chocolates recorrieron el lugar tan conocido y al mismo tiempo, tan temido: había varios muebles de metal y madera, carteles, heladeras, informes, nombres. Todo me miraba mientras me adentraba en el lugar leyendo los afiches colgados, las indicaciones, observando los uniformes de los médicos… Respiré ese olor a hierro que irradiaba el lugar y un rugido cruzó mi pecho, un sonido salvaje, fiero. Toqué con mi lengua los colmillos que parecían abrirse paso entre mis encías, saboreando lo que me rodeaba, lo que estaba prohibido pero tanto anhelaba. Busqué con mis ojos dilatados la fuente de ese deseo y me acerqué a ella sin vacilar, sin pensar en nada., solo la busqué con desesperación, tomándola entre mi mano y acercándola a mi cuerpo para sentir su aroma. Mis manos la entibiarían para tomarla a una temperatura más alta, mientras mi cuerpo adoptaba la posición de un animal cazando, únicamente concentrada es deleitarme con se manjar.
Pero no pensaba en las consecuencias, no meditaba en que había desatado mi lado más salvaje por la imperiosa necesidad que sentía de beber sangre humana, solo estaba en mi mente cumplir con ese objetivo, por lo que abrí el pequeño paquete del liquido rojo y empecé a beberla con desesperación, tragándola y sintiendo como aplacaba el ardor de mi garganta, como pro primera vez en mucho tiempo me sentía realmente llena y fuerte. Me sentía vampiro.
Mi vestido beige ondeaba con el aire acondicionado, como todo en ese lugar, artificial. Los pasillos se fueron haciendo más sombríos, más húmedos, a medida que descendía a la parte más alejada del hospital, lejos de los despachos y los pacientes. Y aun seguía, más alla de mi comprensión mis pies se movían lentamente por las paredes blancas ya desnudas, sin siquiera un cuadro, un cronograma, un calendario… lo que sea. Mi vista finalmente se fijó en el mundo real, en una puerta que me miraba, me enfrentaba. Detuve mis pasos en seco y mi mano se puso rígida, todo mi cuerpo se volvió el de una estatua. Mis bucles cayeron sobre mi rostro angelical, más pálido que de costumbre, y mis mejillas al igual que todos mis músculos parecían dos cristales pétreos.
Seguí caminando como soñolienta, adormecida en una pesadilla fantasmal, moviendo mi cuerpo con la suavidad con la que se podía flotar entre las nubes, siendo parte de la niebla que envolvía mis pensamientos. La perilla de la puerta giró bajo mi mano y la puerta se abrió sin siquiera proferir ruido alguno, solo me dejó pasar sin reclamarme explicaciones, cerrándose atrás mio. Mis ojos chocolates recorrieron el lugar tan conocido y al mismo tiempo, tan temido: había varios muebles de metal y madera, carteles, heladeras, informes, nombres. Todo me miraba mientras me adentraba en el lugar leyendo los afiches colgados, las indicaciones, observando los uniformes de los médicos… Respiré ese olor a hierro que irradiaba el lugar y un rugido cruzó mi pecho, un sonido salvaje, fiero. Toqué con mi lengua los colmillos que parecían abrirse paso entre mis encías, saboreando lo que me rodeaba, lo que estaba prohibido pero tanto anhelaba. Busqué con mis ojos dilatados la fuente de ese deseo y me acerqué a ella sin vacilar, sin pensar en nada., solo la busqué con desesperación, tomándola entre mi mano y acercándola a mi cuerpo para sentir su aroma. Mis manos la entibiarían para tomarla a una temperatura más alta, mientras mi cuerpo adoptaba la posición de un animal cazando, únicamente concentrada es deleitarme con se manjar.
Pero no pensaba en las consecuencias, no meditaba en que había desatado mi lado más salvaje por la imperiosa necesidad que sentía de beber sangre humana, solo estaba en mi mente cumplir con ese objetivo, por lo que abrí el pequeño paquete del liquido rojo y empecé a beberla con desesperación, tragándola y sintiendo como aplacaba el ardor de mi garganta, como pro primera vez en mucho tiempo me sentía realmente llena y fuerte. Me sentía vampiro.
Re: Desconectando la cordura (mañana, libre)
La mañana corría lenta, pesada y fúnebre. El ambiente tenía ese toque tenebroso que tiene un panteón.
El pequeño cuarto que rentaba estaba desolado, frio, tan adentro de una tiniebla misteriosa que me calaba el tuétano del hueso. Tanía un mal presentimiento, no es que fuera mi mala suerte la que me agobiara, simplemente algo no estaba bien.
Me levante de la cama con un cielo sin sol, como era común en aquel lugar tan místico, las nubes estaban cargadas de agua, quizás llovería pero no estaría mal prevenirme, no quería estar tan primaveral y con un frio de los mil demonios.
Tras tomar una larga y reconfortante ducha fui a prepararme mi desayuno, y ahí fue donde comienza la historia.
Era bien sabido sobre mi poca habilidad con cualquier cosa, simplemente mi torpeza no me daba para más que solo caminar pacíficamente. Tras picar unos chiles con la mente en otro lado sentí el suave y doloroso corte de un filo de cucho en medio de la palma de mi delicada mano.
No importaba cuan pequeña fuera la herida a mí me asustaba morir desangrada. Baje corriendo las escaleras y maneje con precaución hacia el hospital.
El hospital tenía ese nefasto olor de medicinas impregnado hasta en los doctores, y sinceramente eso me asqueaba hasta el punto de marearme y querer desmayarme. Pregunte a donde podía dirigirme y me dieron instrucciones claras y concisas, las cuales olvidaría segundos después.
Camine por un largo corredor, mirando a través de las ventanillas que poseían las puertas de los cuartos donde se hospedaban los enfermos, y verlos me inspiraba un sentimiento de melancolía y tristeza, como los demás hospitales.
Camine varias puertas hasta llegar al fondo y ver la última, suponiendo que ahí me atenderían de la mejor forma. Abrí la puerta con la mano buena y sosteniendo la otra contra mi pecho, muy mal vendada ya que aún se veía la sangre correr por un costado de la muñeca.
Nunca en mi vida pensé en encontrarme con tal escena como la que me encontraría aquel día.
Una niña de 16 o 17 años mantenía la posición de aun felino al ataque, figurándome como una leona preparándose para atacar aquel pequeño antílope. Sobre sus manos tenía una bolsa llena de sangre la cual bebía con impaciencia y gula, como si disfrutara hacer eso, más bien disfrutaba hacer eso.
Un grito sordo se disparó por mi garganta sin llegar a salir completamente de mis ser. El impacto era tal que me dejaba clavada en el suelo, mis piernas no respondían y mi voz se había esfumado. Aquello no era posible, era producto de mi imaginación.
Ahora yo me sentía como el antílope y ella seguía siendo la leona al acecho de su próxima víctima.
El pequeño cuarto que rentaba estaba desolado, frio, tan adentro de una tiniebla misteriosa que me calaba el tuétano del hueso. Tanía un mal presentimiento, no es que fuera mi mala suerte la que me agobiara, simplemente algo no estaba bien.
Me levante de la cama con un cielo sin sol, como era común en aquel lugar tan místico, las nubes estaban cargadas de agua, quizás llovería pero no estaría mal prevenirme, no quería estar tan primaveral y con un frio de los mil demonios.
Tras tomar una larga y reconfortante ducha fui a prepararme mi desayuno, y ahí fue donde comienza la historia.
Era bien sabido sobre mi poca habilidad con cualquier cosa, simplemente mi torpeza no me daba para más que solo caminar pacíficamente. Tras picar unos chiles con la mente en otro lado sentí el suave y doloroso corte de un filo de cucho en medio de la palma de mi delicada mano.
No importaba cuan pequeña fuera la herida a mí me asustaba morir desangrada. Baje corriendo las escaleras y maneje con precaución hacia el hospital.
El hospital tenía ese nefasto olor de medicinas impregnado hasta en los doctores, y sinceramente eso me asqueaba hasta el punto de marearme y querer desmayarme. Pregunte a donde podía dirigirme y me dieron instrucciones claras y concisas, las cuales olvidaría segundos después.
Camine por un largo corredor, mirando a través de las ventanillas que poseían las puertas de los cuartos donde se hospedaban los enfermos, y verlos me inspiraba un sentimiento de melancolía y tristeza, como los demás hospitales.
Camine varias puertas hasta llegar al fondo y ver la última, suponiendo que ahí me atenderían de la mejor forma. Abrí la puerta con la mano buena y sosteniendo la otra contra mi pecho, muy mal vendada ya que aún se veía la sangre correr por un costado de la muñeca.
Nunca en mi vida pensé en encontrarme con tal escena como la que me encontraría aquel día.
Una niña de 16 o 17 años mantenía la posición de aun felino al ataque, figurándome como una leona preparándose para atacar aquel pequeño antílope. Sobre sus manos tenía una bolsa llena de sangre la cual bebía con impaciencia y gula, como si disfrutara hacer eso, más bien disfrutaba hacer eso.
Un grito sordo se disparó por mi garganta sin llegar a salir completamente de mis ser. El impacto era tal que me dejaba clavada en el suelo, mis piernas no respondían y mi voz se había esfumado. Aquello no era posible, era producto de mi imaginación.
Ahora yo me sentía como el antílope y ella seguía siendo la leona al acecho de su próxima víctima.
Adrienne Adams- Humano
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Edad : 34
Fecha de inscripción : 17/10/2010
Re: Desconectando la cordura (mañana, libre)
Bebia con impaciencia y desesperación, com ansiedad y deseo, hasta que cai en al cuenta que mi cuerpo habia borrado tan por completo mi mente, mis sentidos y mi conexión con el mundo, que no habia escuchado la presencia de alguien acercándose a alli. Solo noté el grave error de mis actos cuando escuché el grito de una mujer que me observaba horrorizada desde la puerta, sosteniendo una mano pálida que dejaba deslizar su roja sangre por ella. Inmediatamente despegué mis labios de la bolsa, y desde ese momento, sea cual fuera la respuesta d emi cuerpo, sabai que mi mente habia volviendo a mi.
En un instante mi ser se dividió: el que entró en pánico por la imagen que la muchacha habia observado y la que solo podia mirar con deseo esa sangre que escurria de su cuerpo. Pestañeé y tragué el último sorbo que habai tomado, reaccionando al instante por mi lado humano, aunque el lado salvaje seguia latente.
-Oh- mencioné al tiempo que depositava el paquete de sangre en la mesada a mi lado, colocando en mi rostro con todo el esfuerzo posible la cara de una nña arrepentida y tímida. Limpié mi boca con el dorso de mi muñeca y respiré hondo para calmar la sed que surgia al sentir el olor a hierro. La miré y me acerqué a ella despacio y con una mano extendida- ¿Estas bien? ¿Qué te sucedió?
Veia aun en ella el terror, al desconfianza, y no la culpaba, sabia que yo habia permitido esa hipnosis de sangre, peor la necesitaba. Ahor ame sentía más fuerte, pero sin duda su irrupción me habia molestando y aun deseaba terminar con mi almuerzo. Como seguramente mi temperatura habiai aumentado no la toqué inmediatamente, si no que me di vuelta y empecé a abrir cajones hasta dar con unos desinfectactes y unas vendas. Sabia que debia explicarle lo que habai visto, además charlar y ver su delicadeza me volveria a mi mente humana y protectora.
-En verdad siento haberte asustado, necesitaba que me inyecten ese suplemente peor no encontré a nadie y no se me ocurrió otra forma de absorverlo-mostré un rostro abatido mientras apoyaba los elementos en la mesa más cercana a ella y la miraba, esperando que se acerque.- Ven asi te curo esa herida, podria empeorar
Y más si pierdo el control con sangre realmente humana, fresca, tibia...
En un instante mi ser se dividió: el que entró en pánico por la imagen que la muchacha habia observado y la que solo podia mirar con deseo esa sangre que escurria de su cuerpo. Pestañeé y tragué el último sorbo que habai tomado, reaccionando al instante por mi lado humano, aunque el lado salvaje seguia latente.
-Oh- mencioné al tiempo que depositava el paquete de sangre en la mesada a mi lado, colocando en mi rostro con todo el esfuerzo posible la cara de una nña arrepentida y tímida. Limpié mi boca con el dorso de mi muñeca y respiré hondo para calmar la sed que surgia al sentir el olor a hierro. La miré y me acerqué a ella despacio y con una mano extendida- ¿Estas bien? ¿Qué te sucedió?
Veia aun en ella el terror, al desconfianza, y no la culpaba, sabia que yo habia permitido esa hipnosis de sangre, peor la necesitaba. Ahor ame sentía más fuerte, pero sin duda su irrupción me habia molestando y aun deseaba terminar con mi almuerzo. Como seguramente mi temperatura habiai aumentado no la toqué inmediatamente, si no que me di vuelta y empecé a abrir cajones hasta dar con unos desinfectactes y unas vendas. Sabia que debia explicarle lo que habai visto, además charlar y ver su delicadeza me volveria a mi mente humana y protectora.
-En verdad siento haberte asustado, necesitaba que me inyecten ese suplemente peor no encontré a nadie y no se me ocurrió otra forma de absorverlo-mostré un rostro abatido mientras apoyaba los elementos en la mesa más cercana a ella y la miraba, esperando que se acerque.- Ven asi te curo esa herida, podria empeorar
Y más si pierdo el control con sangre realmente humana, fresca, tibia...
Re: Desconectando la cordura (mañana, libre)
Sentía que mis ojos se salían de sus orbitas al ver tan repugnante y estremecedora escena. Me había imaginado tantas cosas dentro de un hospital, menos aquello que mis ojos veían.
La pequeña chica no se había percatado de mi presencia hasta que escucho mi grito sofocado. Se viro sobre de sí misma y me clavo sus ojos almendrados, directamente a la cortada que ahora era insignificante, a la sangre que corría por el costado de mi brazo. La miraba como si fuera comida, con un deseo que le arrebataba el alma.
Esa vocecilla tan constante dentro de mi mente, aquella que siempre me decía que algo andaba mal, comenzó a gritarme que corriera que algo no estaba bien, que cada latido mío podía estar contado si e quedaba. Pero para mi desgracia mis pernas no obedecían a mi mente, quería correr pero seguía clava ahí, impactada por lo que veía.
Poco a poco la cara de la chica comenzó a retomar la cordura perdida, regresaba a sus cávales como razonando lo que pasaba y buscando la manera de hacerme sentir segura. Se acercó lentamente hacia mí, a lo cual yo retrocedí un paso. Se veía que no recobraba aun el control de sí misma, y no confiaba en ella pese a su explicación.
¿A qué clase de persona le gustaría beber sangre aun que lo necesitara? Yo no lo haría ni porque me pagaran por ello. Luego la chica comenzó a rebuscar entre los cajones y saco un montón de utensilios para mi sanación. No debía confiar, de eso estaba plenamente segura, pero existía un chispa de curiosidad dentro de mí, algo inapropiado y estúpido de mi parte.
-No te preocupes, estoy bien es solo una cortada. Y perdona por interrumpirte, entiendo lo que dices a mí me ha pasado unas veces.-Dije en voz baja y sonriendo. A decir verdad nunca me había pasado algo así, no de la misma forma, y la mentira se me daba muy bien, mientras estuviera segura de lo que yo dijera ella lo creería.
La pequeña chica no se había percatado de mi presencia hasta que escucho mi grito sofocado. Se viro sobre de sí misma y me clavo sus ojos almendrados, directamente a la cortada que ahora era insignificante, a la sangre que corría por el costado de mi brazo. La miraba como si fuera comida, con un deseo que le arrebataba el alma.
Esa vocecilla tan constante dentro de mi mente, aquella que siempre me decía que algo andaba mal, comenzó a gritarme que corriera que algo no estaba bien, que cada latido mío podía estar contado si e quedaba. Pero para mi desgracia mis pernas no obedecían a mi mente, quería correr pero seguía clava ahí, impactada por lo que veía.
Poco a poco la cara de la chica comenzó a retomar la cordura perdida, regresaba a sus cávales como razonando lo que pasaba y buscando la manera de hacerme sentir segura. Se acercó lentamente hacia mí, a lo cual yo retrocedí un paso. Se veía que no recobraba aun el control de sí misma, y no confiaba en ella pese a su explicación.
¿A qué clase de persona le gustaría beber sangre aun que lo necesitara? Yo no lo haría ni porque me pagaran por ello. Luego la chica comenzó a rebuscar entre los cajones y saco un montón de utensilios para mi sanación. No debía confiar, de eso estaba plenamente segura, pero existía un chispa de curiosidad dentro de mí, algo inapropiado y estúpido de mi parte.
-No te preocupes, estoy bien es solo una cortada. Y perdona por interrumpirte, entiendo lo que dices a mí me ha pasado unas veces.-Dije en voz baja y sonriendo. A decir verdad nunca me había pasado algo así, no de la misma forma, y la mentira se me daba muy bien, mientras estuviera segura de lo que yo dijera ella lo creería.
Adrienne Adams- Humano
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Fecha de inscripción : 17/10/2010
Re: Desconectando la cordura (mañana, libre)
La muchacha no era tonta, era humana, pero de instinto animal, que buscaba huir cuando se sentia acorralada por su depredador. Me miraba con terror mecánico plasmado en sus ojos, con una mentira arrancada de cada latido acelerado de su nervioso corazón. Parecia dudar de mi presencia, de mi estúpida explicación, de mis movimientos... y estaba acertada.
Busco dar unos pasos hacia atrás cuando me acerqué a ella, y sentia como me seguia con la mirada a través de la habitación, pero sus pies ya estaban inmoviles en el frio piso. Suspiré ante su comentario, no pudiendo creer como intentaba seguirme el juego de algo tan irracional, pero agradeciéndole que se hacia la entendida antes de preguntar. Negué con la cabeza, a milesimas de segundos para que no notara que aun pensaba en lo sucedido.
-Exacto, es una cortada, que se te va a infectar si sigue en contacto con un, ambiente de hospital -la miré con desaprobación, aunque parecia mucho mayor que yo, no podia evitar comportarme como lo que en mi mente era: una adulta. Pero al acercarme a la mesa trastabillé y un mareo repentino me invadió hasta que pude sostenerme del borde, no habia mentido del todo, mi apariencia pálida y maltrecha solo eran evidencias de que no mentia al decir que necesitaba con urgencia esa sangre. Puse dura la mandibula y segui intentando controlar mis emociones.Saqué unos guantes desinfectados y me los coloqué en las pálidad manos, luego saqué un poco de algodón de la bolsa y lo empapé con alcohol puro para desinfectar al herida.
Y esfumar un poco el aroma a sangre... mis ojos volvieron a su brazo pero ya no deseándolo, con miedo. Tragué saliva y volvió a mi la extraña curiosidad de que habia sido ese estado de abstración absoluta en el que me habai sumergido paar llegar hasta el banco de sangre. Espero que no vuelva a pasar.. si me mente se desconectara ahora...
Sin sumergirme más profundamente en mis ideas me acerqué a ella y al tomé delicadamente d ela mano, con paz y dulzura en cada uno de mis gestos y movimientos. pero cuando la toqué senti como un golpe de energia que me hizo congelarme por unso segundos.
Debo tener cuidado, si no me relajo tal vez le transfiera mis pensamientos, y eso no seria bueno.
Siempre habai controlaod mi don a la perfección, pero sabia que al sufrir un desequilibrio emocional era más dificil dominar la mente, por lo que fui con cuidado. Respiré y tomé su brazo, limpiando la sangre con los medicamentos.
-Y dime, no te he visto por aqui, y yo nací en Forks, ¿hace mucho te has mudado?
Busco dar unos pasos hacia atrás cuando me acerqué a ella, y sentia como me seguia con la mirada a través de la habitación, pero sus pies ya estaban inmoviles en el frio piso. Suspiré ante su comentario, no pudiendo creer como intentaba seguirme el juego de algo tan irracional, pero agradeciéndole que se hacia la entendida antes de preguntar. Negué con la cabeza, a milesimas de segundos para que no notara que aun pensaba en lo sucedido.
-Exacto, es una cortada, que se te va a infectar si sigue en contacto con un, ambiente de hospital -la miré con desaprobación, aunque parecia mucho mayor que yo, no podia evitar comportarme como lo que en mi mente era: una adulta. Pero al acercarme a la mesa trastabillé y un mareo repentino me invadió hasta que pude sostenerme del borde, no habia mentido del todo, mi apariencia pálida y maltrecha solo eran evidencias de que no mentia al decir que necesitaba con urgencia esa sangre. Puse dura la mandibula y segui intentando controlar mis emociones.Saqué unos guantes desinfectados y me los coloqué en las pálidad manos, luego saqué un poco de algodón de la bolsa y lo empapé con alcohol puro para desinfectar al herida.
Y esfumar un poco el aroma a sangre... mis ojos volvieron a su brazo pero ya no deseándolo, con miedo. Tragué saliva y volvió a mi la extraña curiosidad de que habia sido ese estado de abstración absoluta en el que me habai sumergido paar llegar hasta el banco de sangre. Espero que no vuelva a pasar.. si me mente se desconectara ahora...
Sin sumergirme más profundamente en mis ideas me acerqué a ella y al tomé delicadamente d ela mano, con paz y dulzura en cada uno de mis gestos y movimientos. pero cuando la toqué senti como un golpe de energia que me hizo congelarme por unso segundos.
Debo tener cuidado, si no me relajo tal vez le transfiera mis pensamientos, y eso no seria bueno.
Siempre habai controlaod mi don a la perfección, pero sabia que al sufrir un desequilibrio emocional era más dificil dominar la mente, por lo que fui con cuidado. Respiré y tomé su brazo, limpiando la sangre con los medicamentos.
-Y dime, no te he visto por aqui, y yo nací en Forks, ¿hace mucho te has mudado?
Re: Desconectando la cordura (mañana, libre)
Aun insegura miraba desde un ángulo lejano las acciones de la chica. Sin decir palabras ni hacer movimientos, el miedo racional me tenía paralizada, incapaz de volver a hablar.
Estaba completamente segura de que no estaba bien eso, la chica parecía extraña, de hecho era extraña. Mientras me observaba con cierta inquietud yo la observaba a ella, viendo cada detallito. Su piel era más pálida de lo normal, quizás tenía razón y estaba enferma, pero ese rosado en sus mejillas me decía lo contrario; sus cabellos chinos y pelirrojos caían con gracia hasta sus hombros y vestía de una forma nada adecuada para el clima donde estábamos. En cierto modo tenía un toque encantador, pero no llegaba a alcanzar la hermosura de Ashley y Tanya, que eran como unas diosas.
Tener ese pensamiento hizo disparar una chispa de intuición dentro de mi mente. Tal vez la chica era igual que Tanya y Ashley, aunque aún no estaba segura que eran ellas dos, pero no eran humanas de eso estaba segura, solo faltaba ver si la chica tenía el mismo tacto gélido de las otras dos.
Sin más deje que la muchacha se acercara a mí, con pasos decididos, sin titubear, aunque en su rostro se veía que algo no la tenía completamente a gusto.
Tomo mi mano con delicadeza y sentí un calor más alto que el mío pese a los guantes de látex que traía puestos, tal vez tendría temperatura, tal vez decía la verdad, pero no estaba segura, lo averiguaría sin tener que preguntárselo. Esa vocalía me decía que en ese pueblo algo no andaba bien, que había cosas más allá de mi imaginación, y esas cosas eran las que me tenían clavas y trabada en ese pueblo.
Hice un gesto de dolor y retire mi mano cuando sentí el ardor al contacto de mi herida con el alcohol, odiaba todo eso, la sangre, las heridas, los doctores y todo lo que se le pareciera.
-No, no soy de aquí, simplemente vine de vacaciones.-Dije en el mismo susurro con el que le había hablado anteriormente.- En realidad vivo en Francia.
Estaba completamente segura de que no estaba bien eso, la chica parecía extraña, de hecho era extraña. Mientras me observaba con cierta inquietud yo la observaba a ella, viendo cada detallito. Su piel era más pálida de lo normal, quizás tenía razón y estaba enferma, pero ese rosado en sus mejillas me decía lo contrario; sus cabellos chinos y pelirrojos caían con gracia hasta sus hombros y vestía de una forma nada adecuada para el clima donde estábamos. En cierto modo tenía un toque encantador, pero no llegaba a alcanzar la hermosura de Ashley y Tanya, que eran como unas diosas.
Tener ese pensamiento hizo disparar una chispa de intuición dentro de mi mente. Tal vez la chica era igual que Tanya y Ashley, aunque aún no estaba segura que eran ellas dos, pero no eran humanas de eso estaba segura, solo faltaba ver si la chica tenía el mismo tacto gélido de las otras dos.
Sin más deje que la muchacha se acercara a mí, con pasos decididos, sin titubear, aunque en su rostro se veía que algo no la tenía completamente a gusto.
Tomo mi mano con delicadeza y sentí un calor más alto que el mío pese a los guantes de látex que traía puestos, tal vez tendría temperatura, tal vez decía la verdad, pero no estaba segura, lo averiguaría sin tener que preguntárselo. Esa vocalía me decía que en ese pueblo algo no andaba bien, que había cosas más allá de mi imaginación, y esas cosas eran las que me tenían clavas y trabada en ese pueblo.
Hice un gesto de dolor y retire mi mano cuando sentí el ardor al contacto de mi herida con el alcohol, odiaba todo eso, la sangre, las heridas, los doctores y todo lo que se le pareciera.
-No, no soy de aquí, simplemente vine de vacaciones.-Dije en el mismo susurro con el que le había hablado anteriormente.- En realidad vivo en Francia.
Adrienne Adams- Humano
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Re: Desconectando la cordura (mañana, libre)
La chica seguia registrando cada uno de mis movimientos, desconfiando por esa extraña imagen que habia presenciado. Sabia que estaba en peligro si ella decidia decirselo a alguien, pero mi padre no estaba cerca como para que lea su mente, no sabia si esquivar el tema o ver si me habia creido. Mientras pasaba enfrente suyo buscando los utensillos aun se alejaba de mi presencia, hasta que en un momento algo en su mirada cambió y una resolución pudo leerse claramente en sus ojos, acercando su mano decididamente hacia mi. Elevé una ceja mientras contenia una risa, ¿eso significaba que no desconfiaba o que me entregaba su sangre? Comencé a curarla con suavidad pero en el momento que el olor a alcohol se mezcló con su tibia sangre apartó la mano como una niña, le clavé una mirada cortante pero ella enseguida pareciendo perderse en su herida respondió que solo estaba en ese lugar de paseo. Suspiré pero negando con la cabeza volvi a tomar su mano firmemente.
-Por favor ya quedate quieta o pido a un doctor que te tranquilice pero te cure.... si se te infecta o sigue sangrando será más grave, si quieren solo cierra los ojos.- volvi a empapar el alcohol en el liquido rojo que estaba segura que no ardia y limpié toda la herida con firmeza y rapidez, intentando concentrarme solo en curar esa herida para luego proceder a vendarla y sujertarla bien. Ya no habia más olor a sangre en el aire y comencé a tirar o guardar los utensillos, ya más relajada.
-Francia... que lindo lugar, aunque es raro que vengas a pasar un receso a un lugar tan frio y chico.-la miré con detenimiento, pero estaba segura que su rostro era desconocido para mi- ¿O acaso eres famosa por algo alla y huiste?
-Por favor ya quedate quieta o pido a un doctor que te tranquilice pero te cure.... si se te infecta o sigue sangrando será más grave, si quieren solo cierra los ojos.- volvi a empapar el alcohol en el liquido rojo que estaba segura que no ardia y limpié toda la herida con firmeza y rapidez, intentando concentrarme solo en curar esa herida para luego proceder a vendarla y sujertarla bien. Ya no habia más olor a sangre en el aire y comencé a tirar o guardar los utensillos, ya más relajada.
-Francia... que lindo lugar, aunque es raro que vengas a pasar un receso a un lugar tan frio y chico.-la miré con detenimiento, pero estaba segura que su rostro era desconocido para mi- ¿O acaso eres famosa por algo alla y huiste?
Re: Desconectando la cordura (mañana, libre)
Al parecer el hecho de que me quejara no le agradó mucho. Mi dedico una mirada fría, cortante, que me hizo estremecer un poco. No entendía que era lo que le molestaba. Fruncí el ceño un poco molesta yo también. Bien me podía dejar ir con un médico, como ella lo había dicho, en vez de estarme curando.
Hizo un poco de caso y desvié mi mirada a los estantes y a las bolsas de sangre que estaban vacías y tiradas en el suelo. Sabía que algo estaba mal, no solo su temperatura y su belleza, había algo más. Algo que se estaba ganando mi curiosidad y que estaba empeñada a descubrir.
Mientras pensaba en ideas para llegar a la verdad ella volvió a hablar, ahora con un tono más suave. Dirigí mis ojos verdes a los suyos color almendra.
Le sonreí con ternura y negué con la cabeza.-Vine aquí porque una amiga me dijo que este lugar era bonito y relajante, y tuvo razón. En cuanto a lo otro, no soy famosa ni nada por el estilo. Yo soy originaria de Minnesota y estudio en París, gastronomía.-Ahora mis palabras fluían libremente, como si mi mente ya hubiese olvidado lo sucedido, pero no era eso, simplemente había perdido el miedo. Si ella hubiera querido agredirme ya lo hubiera hecho.-A todo esto, soy Adrienne.-Me presente con educación.
Hizo un poco de caso y desvié mi mirada a los estantes y a las bolsas de sangre que estaban vacías y tiradas en el suelo. Sabía que algo estaba mal, no solo su temperatura y su belleza, había algo más. Algo que se estaba ganando mi curiosidad y que estaba empeñada a descubrir.
Mientras pensaba en ideas para llegar a la verdad ella volvió a hablar, ahora con un tono más suave. Dirigí mis ojos verdes a los suyos color almendra.
Le sonreí con ternura y negué con la cabeza.-Vine aquí porque una amiga me dijo que este lugar era bonito y relajante, y tuvo razón. En cuanto a lo otro, no soy famosa ni nada por el estilo. Yo soy originaria de Minnesota y estudio en París, gastronomía.-Ahora mis palabras fluían libremente, como si mi mente ya hubiese olvidado lo sucedido, pero no era eso, simplemente había perdido el miedo. Si ella hubiera querido agredirme ya lo hubiera hecho.-A todo esto, soy Adrienne.-Me presente con educación.
Adrienne Adams- Humano
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