Vacaciones bien merecidas (Libre, Mañana)

Unas merecidas vacaciones me caían como anillo al dedo, eso era lo que mejor me podía sentar en los momentos de mi vida tan llenos de estrés. Volvía de París, la ciudad del glamour y la mejor cocina del mundo, mí ahora hogar; de regreso a Estados Unidos, del cual conocía muy poco. Primeramente visite a mis padres un par de semanas, sin salir de casa ni un momento, temiendo a encontrarme con ese par de hipócritas que viven por donde yo lo hacía con anterioridad. Mi segundo pasó y plan era conocer más sobre los paisajes que me brindaban este país, su riqueza cultural y creencias.
Un pueblo llamado Forks, en el estado de Washington, fue mi primera parada, todo por concejos de una de las amigas e mi madre que visito el lugar y le encanto.
Mientras manejaba admiraba el follaje, poseído por una gama inmensa de diferentes tonos verdes, dándole ese toque místico y mágico, como un cuento de hadas. En cierto modo brindaba una paz gigantesca y placida. Tome una desviación y fui a parar a un poblado que parecía ser de pieles rojas, o algo por el estilo. Las casas de este poblado, muy pequeño, eran humildes y hogareñas. Las calles no estaban concurridas, como era de esperarse en un poblado de esta magnitud. Mire una tienda y baje a refrescarme un poco. El aire era frio, tanto que me calaba hasta los huesos, por suerte venia prevenida y advertida que este lugar siempre estaba nublado y gélido. Traía puesto un abrigo que me llegaba hasta la rodilla color negro, una boina del mismo color, un pantalón de mezclilla y unas botas negras. Más cosas no me cabían encima.
-Esto no es como Kristine me lo describió.- Dije sin darme cuenta que el pensamiento había salido de mi mente. Pero en realidad no era el poblado civilizado que la mujer me había descrito tan fabulosamente, y aun así no perdía su toque encantador el sitio.

Iba en camino hacia casa de Jake, pero en una corta distancia surgió un olor a humano, un olor que desconocía en totalidad a comparación de cada uno de los habitantes de La Push, todos sus aromas bien reconocidos, pero oh gran excepción. La curiosidad me llevó hasta una tienda, en la que una dama muy bien parecida permanecía con un pose muy particular, sin querer escuché su comentario, y me pareció que le había deagradado el lugar, seguramente era una turísta. Me encaminé hacia ella, pero en véz de saludar como siempre acostumbraba me puse a renegar. -Entonces debe aver mejores lugares, a mi me parece bello, su gente muy peculiar y una vida e historia tan extrañamente interesante, no entiendo porqué no es de tu agrado éste pequeño pueblito...- Mi tono de voz sonó un poco disgustada al principio, pero afinandose a una voz de sarcásmo unas palabras después de empezar.
No pude evitar mostrarle a la chica una gran sonrisa y mi mejor entusiasmo. Después de todo no conocía el lugar, talvéz éso era por lo que decía semejante comentario que me sonaba como insulto. No lo sé, pero perdonar era lo que debía hacer.

Me sobresalte al escuchar una voz masculina contestar a mi pequeño comentario. Su voz sonaba ofendida y reprochando mi estúpido comentario de lugar. Lo voltee a ver. Abrí los ojos como platos al verlo, era alto y de un bronceado perfecto, no vestía más que unas pocas prendas, pese al frio que hacia ahí. Sentí como la sangre subía a mis mejillas a causa de la vergüenza, le había ofendido todo sin querer.-Lamento tanto si es que mi comentario te ofendió, pero no lo decía en la forma que tú piensas.- Musite con el toque de pena pintado en mi voz.-Soy Adrienne, y solamente estoy de paso.- Musite dibujando una sonrisa en mi rostro, pero sin acercarme al chico, que parecía ser mayor que yo y tenía una altura exagerada. Era extraño tener que darle una explicación al muchacho, aunque este no me la pidiera.