Aclarando ciertos puntos. (katherine, libre. Medio día)

Caminaba con toda la paz del mundo. El cielo estaba nublado y el frío caía denso en forma de neblina. Poseía un abrigo gris y un pantalón de vestir negro, era irónico como es que cambiaba hasta mi forma de vestir por la dieta, ahora impuesta, por la simple farsa creada en mi mente que llevaba a planes no tan buenos.
Después del encuentro en Roma con Katherine, debía aclarar mi cambio de dieta, darle una detallada explicación de mis locuras desenfrenada, que al final me llevarían a un exitoso final. Tome asiento en un parque de Londres, ese bello lugar, mi nación. Las personas pasaban con total desenfado, con sus vidas rutinarias y monótonas. Mire el reloj, Katherine se estaba retrasando, comenzaba a creer que jamás llegaría a nuestro encuentro. Sonreí abiertamente al verla aparecer con sus elegantes y gráciles pasos.- Katherine, cariño, creí que nunca llegarías.- Musité en tono alegre y parándome de la banca para encontrarla.

Tras estar demasiado tiempo alejada de Inglaterra, sin pisar siquiera esa tierra, volvía. Esa mañana era nublada y lúgubre, a pesar de que el reloj ya marcaba las doce en punto.
Este lugar traía a mi varios recuerdos borrosos, pero que al final eran recuerdos y seguían golpeándome del mismo modo que antes, con esa devastadora fuerza arañándome por dentro.
Edmund, Edmund, Edmund. Era todo lo que mi mente procesaba sin parar, aquellos años, ya tan añejos, que fueron felices y lastimeros. La patética ilusión de ser madre, tener una familia como la mía, todo se quebró, fue roto por una basura nombrada Edmund. Y ahora estaba ahí por otro ser, nuevamente cayendo en las trampas de un hombre que me lastimaba y sin en cambio me glorificaba inmensamente
El bullicio estaba presente ya que la "hora del té" aun no llegaba y que solo algunos toman hoy en día, era ridícula esa tradición y pensar que yo lo hacía con toda la emoción y alegría que me eran posibles.
Camine a pasos deliberadamente lentos, no deseaba llegar al lugar acordado, temía volver a desgarrarme, a no ser correspondida, miedos y más miedos. Cuando por fin llegue lo vi sentado en una banca, alejado del bullicio, mirando con total desesperación, fingida o no pero creyendo que así se sentía. En cuanto me vio su rostro angelical y perfecto se ilumino con una de sus más bellas sonrisas. Al igual que yo vestía un abrigo, solo que el mío era café y unos jeans negros con botas del mismo color que mi abrigo, y él con su pantalón de vestir que le hacía ver elegante y perfecto, sin más. Nuevamente esas sensaciones de confusión e intranquilidad regresaron a mí, ¿Que debía creer en él? - Dije que vendría, por eso estoy aquí.- Inquirí en tono neutral, no sabía que actitud debía tomar.- ¿Qué es lo que tienes para mí?

Mi sonrisa se hizo aún más amplia al tenerle cerca. La rodeé por la cintura y bese delicadamente sus finos y pétreos labios, sin escuchar lo que reclamaba en aquellos momentos. Estar en un momento así me era de súbita alegría y devastadora satisfacción. Sencillamente era impresionante sentir un sin fin de sentimientos y sensaciones que colmaban el regocijo. Gozo, un placer magnificente y magnánimo. Nunca antes me habían arrollado este borbotón de sentimientos agradables e inigualables, nunca una mujer me había hecho sentir tal complacencia, que sabía cómo la gloria. Estar enamorado era lo mejor que me podía haber pasado en años de vida solitaria y aburrida. Desinteresado e indomable, ese era el ser que existió en mi hasta conocer a Katherine Owen. La vampira era rumbosa. Ostentosa. Simplemente magnifica y majestuosa, sin comparación alguna. El mundo, con ella, desaparecía en su totalidad. No existía otra cosa que no fuese ella y solo ella. Esto era una especie de milagro bien cuadrado y a tiempo.
La colme de besos, podía estar así por la eternidad, pero estábamos citados en ese lugar por cosas totalmente relevantes. Me separe de ella, con un esfuerzo inhumano, y la mire a los ojos con esa sonrisa de lado que tanto me caracterizaba. -Me encanta que vengas por mi.- Inquirí en un susurro.- Tengo tantas cosas para ti, pero lo esencial es mi cambio de dieta ¿No? Eso es lo que te atrajo hacía mí.

Sus brazos encajaron perfectamente en mi cintura, al igual que sus labios, como si fueran hechos específicamente para eso. Dos piezas de un rompecabezas, que encajaban a la perfección. Deje que me colmara de besos por todo mi rostro. Mantenía los ojos cerrados y mis pensamientos ya no fluían en la misma manera, no seguían los pensamientos que hasta hacía unos segundos tenía. Ahora se unían a los de él. No podía recordar porque rayos estaba ahí, solo sabía que estaba ahí y que jamás me quería alejar de ese lugar, que me había traído lúgubres y lastimeros recuerdos.
Cuando no sentí más sus labios tocar mi marmonea y pétrea piel me sentí devastada. Necesitaba más y más, inconsciente o conscientemente, no lograba saberlo. Abrí lentamente los ojos para encontrarme con los de él. Ese nuevo color que ahora portaba le hacían ver encantador y gentil, inhumanamente hermoso, lo más perfecto que había visto en tantos y tantos años de vida. Podía ver en él un halo que le daba una luz inigualable, un toque especial y único.
Sonreí al escuchar lo que decía, en cierto modo el interés tiene pies y por eso estaba presente. ¿Tantas cosas para mí? Claro, aún seguía sin creer lo que decía, no nos conocíamos. Pero aun así no dejaba de ser increíble que le amara más que a mi propia vida, más que cualquier cosa y el detalle aun flotaba en el aire. No nos conocíamos, éramos dos completos extraños que compartíamos amistades y quizás pensamientos y costumbres, y sin en cambio sentía que lo conociera desde cuando era mortal y como si hubiésemos pasado ya nuestra eternidad junta, pero un simple espejismo creado por los sentimientos que poseía hacia el.-En efecto, Matt, la curiosidad me atrajo, esta vez, hacia ti.- Musite sonriendo, ahora no quería saber que era lo que le llevaba a cambiar repentinamente de dieta, quería conocerlo a detalle, profundamente, todos sus secretos.- Antes de que me digas eso...¿Te das cuenta que no sabemos nada el uno del otro?.- Dije mientras lo jalaba para que caminara hasta la banca de donde se había alejado.

¿Por dónde empezar mi extensa explicación? El momento seria en Seattle cuando me encontré con Renesmee y Dmitry, ese estúpido vampiro que me colmaba la paciencia. Su rostro perfecto y angelical se ilumino con una perfecta y maravillosa sonrisa, esa que la hacía ver más hermosa de lo normal.
Siempre estábamos en constante encuentro, desde el momento en que la conocía en Venecia se hizo omnipresente, en cada lugar que yo pisara ella estaba ahí, de ante mano. Éramos como dos imanes que se sentían atraídos por la fuerza del otro, donde no existía remedio para tratar de separarnos, donde sea que fuera coexistiríamos. El destino nos había puesto en mi camino a la estrella que iluminaria ahora mi vida, Mia Stella. Sin embargo sus labios no decían más que la verdad. No nos conocíamos, dos simples vampiros que se frecuentaban constantemente sin tener una charla agradable para conocer más sobre nuestros pasados. Conocía su forma de ser por el poco tiempo pero ¿Quién era verdaderamente Katherine Owen? ¿Cuál era su pasado? Todo, tenía que saberlo todo de ella, debía conocerla para que pudiera ser mia.
Deje que me llevara hasta la banca donde antes estaba sentado y volvía a realizar la acción de sentarme.-Tienes toda la razón, Kathy. ¿Qué es lo que quieres saber de mí, Mia Stella?

Me senté a su lado, a una distancia considerablemente cercana y preste atención a lo que fuese que dijera. La curiosidad no es muy constante en mi persona, así que debía aprovechar el momento en que esta estaba latente. Puse los ojos en blanco al escuchar su serena pregunta y sonreí aún mas.- Cariño, quiero saberlo todo.- Musite en un susurro haciendo que mi voz sonara seductora y aterciopelada.
Si él se sinceraba conmigo podía caber la posibilidad que no solo existiera una amistad entre nosotros, yo anhelaba algo más con el pero siempre estaba la constante duda flotando en nuestro rededor, creando en mí una capa de desconfianza total. Ahora si me adentraba en su ser y lo conocía a profundidad podría saber sus planes y sus preferencia, y así hasta llegar al punto a donde yo quería llegar realmente. ¿Amaba a Rosalie o no? Sus planes me incumbían completamente, podría servirle de gran ayuda si así era como nos lo proponíamos. Seriamos confidentes.

Abrí los ojos desmesuradamente y dibuje una sonrisa en mi rostro, tan perfecta y hermosa como yo. Su curiosidad extrema era tan transparente como el agua que corre en un rio, la podía sentir con solo ver sus grandes ojos rojos. Pase una mano despreocupada por sus largos y ondulados cabellos castaños. Ahora abriría el libro de mi vida tan patética e insulsa como un simple mortal, aun que deseara serlo en ese preciso momento.
Los recuerdos llegaban a mí como borbotones de agua salidas de una cascada. Los recuerdos de mi humanidad, tenía que esforzarme para recordar bien ya que mis sentidos como humano eran insignificantes para entonces. Mire a través del velo oscuro que no me permitía ver con perfección mi mortalidad, aun así podía vislumbrar ciertas cosas que pasaron.
Pose mi mano en sus piernas mientras me perdía en mis pensamientos y recuerdos, de mi juventud pacifica e insignificante, pero aun así sentía una corriente eléctrica recorrer todo mi ser con una intensidad imposible de comparar con cualquier otra cosa. Era exquisita y embriagadora, tan dulce como la miel, o tal vez la sangre. -Mi vida comenzó en Liverpool, como ya sabrás. Tenía un hermano menos que yo llamado Robert al cual odie y guarde tanto rencor desde el momento en el que nació. Te preguntaras el porqué, simple, cuando Robbie nació causo la muerte de mi madre y yo era apegado ella de ahí que lo odiara tanto.- Dije riendo, odiaba ese estúpido que había concluido con la vida de mi madre.- Por si no fuera poco mi padre lo prefería, haciéndome a mí una cucaracha, no valía para nada en su vida. Decidí que lo mejor sería alejarme de esos dos seres idiotas y vivir mi vida por mi propia cuenta. Un día encontré a una bellísima mujer, pálida y de ojos rojos. Esta, como ya sabrás, era vampira. Su nombre no lo recuerdo, pero recuerdo el dolor de mi trasformación, mis primeros días fueron cómos los de una neófito normal. Ahora conocí a Yaeel en la universidad, un buen amigo. Como veras mi vida no es interesante.- Dije riendo, claro que no lo era. Mi vida estaba escasa de pasión.- ¿Y tú historia de vida cual es?

Su actitud sorprendida me tomo por, valga la redundancia, sorpresa. Era tan hermoso y perfecto, tanto que no me cansaría jamás de verlo, podía pasar toda mi eternidad observando cada detalle suyo, memorizándolo y sin desgastarlo en todo ese tiempo que poseíamos de sobra. Su enorme y nívea mano paso por un mechón de mi cabello, con un cuidado exagerado, como temiendo a que me fuese a romper o desaparecer con su contacto, una especie de sueño que haría "puf" si lo tocaras. Esta misma se posó sobre mis rodillas con total desenfado de su parte, el momento del contrato sentí una corriente electrizantemente exquisita recorrer cada célula de mi ser. Por una fracción de segundo mis pensamientos dejaron de llevar el hilo de la conversación que manteníamos, hasta que su perfecta y seductora voz me regreso a la realidad. Escuche con atención cada palabra musitada por él, fascinada.
Cierto, su vida no se había tornado con dificultades, había sido simple pero no dejaba de tener su esencia, su propio encanto irremediable y sensacional. Fruncí el ceño un poco molesta, ahora yo debía contar mi estúpida vida, pero era parte del trato.-Soy, precisamente de Londres. Aquí crecí y me desarrolle con las más finas costumbres y comportamientos posibles, estaba programada para ser lo más fina y delicada posible. Mi familia era pudiente, tenía un hermano menor que yo llamado Klaus, que un día desapareció misteriosamente.- Dije mientras sentía como los ojos comenzaban a arderme, el sentimiento de tristeza estaba presente y las ganas de llorar, también. Se suponía queramos seres incapaces de sentir algún absurdo sentimiento como amor, tristeza y coas por el estilo, se suponía que éramos robots programados para matar.
-En fin, crecí lo supere. Pasado el tiempo conocí a un hombre quien llenaba todas mis expectativas. Era alto y de rizos rubios, un extranjero sumamente rubio...-Me pare en seco al recordar a aquella basura insólita. Ahora comprendía porque rayos me atraía Dmitry, como una mosca a la luz. Era físicamente parecido a Edmund, algunos aspectos cambiaban del todo, pero su cabello y su altura eran lo que más se le acercaba.- Bueno su nombre era Edmund y me case con él, la vida parecía perfecta y, repentinamente, el cambio. Se volvió un alcohólico, agresivo y posesivo, la única amiga que poseía era Marie, pero había algo raro en ella, siempre lo supe. Un día descubrí que estaba embarazada, a él no le aprecio la idea y me golpeo hasta cansarse para luego largase con su amante. Marie me encontró y me convirtió en lo que soy, obviamente cobre venganza. Esa es mi historia, mi única y mejor amiga es Marie.-Musite sonriendo un poco para mí.- Bueno ahora que sabemos más sobre nosotros me encantaría que me hablaras con la verdad...Matthew Baker, ¿Estás jugando con mis sentimientos? Es obvio que me siento irremediablemente atraída por ti, pero no sé qué pensar sobre tus sentimientos, si son reales o no.

No todos somos unos libros abiertos. Unos son tan cerrado que parecieran tener un candado forjado con el metal más indeleble posible y existente en este mundo decrepito. Katherine tardo segundos en contar su vida, debía hacerlo era parte del trato al que acordábamos. No la obligaría, pero sería algo injusto de su parte y no soportaría más su altanería y arrogancia destilada con cada acción y palabra de su parte.
Creí que nunca me diría su historia, pero se ablando y decidió contarla. La escuche de la misma manera en la que ella me expresaba su atención con anterioridad, escrutaba su rostro viendo pasar como una ráfaga de viento, tan veloz y casi imperceptible, sus ademanes que contaban mucho más que sus palabras.
No todos los vampiros pasábamos por lo mismo, unos éramos convertidos por la necesidad de serlo y otros cuantos por ser ingratamente maldecidos, mi vampirismo no lo veía como una maldición, sino como una glorificación.
Cerré los puños con tal fuerza al escuchar la descripción del hombre que había pasado a ser su marido. Un perfecto y reverendo idiota, una basura que debía estarse lamentando en el infierno y quemándose con deliberada lentitud. Su actitud aunada a su descripción física me hizo crispar las facciones. Parecía describirme al tal Dmitry, ese vampiro estúpidamente obsesionado con Katherine, a sabiendas que ella me pertenecía de todas a todas. Concluyo con una pregunta, esa pregunta a la que yo no duda en dársela, ni una sola mentira cabría decirle, la amaba más que a nada en este mundo, era mi razón de seguir con mi vida vacía y acreciente de significado. -Katherine, cariño, si tú y yo nos hubiéramos conocido en aquel tiempo jamás te hubiese tratado de aquella humillante forma.-Inquirí de manera dulce mientras pasaba una mano por su mejilla.-Nunca, escúchame bien, nunca jugaría contigo. Eres una mujer excepcional y única en este mundo, perderte sería un suplicio para mí. Mi vida no es nada sin ti, es alocad, cierto, pero es lo que siento. Te amo más a que a mi propia vida, de eso no tengas la mínima duda.

No solo ráfagas de emociones pasaban por mi rostro, en las de el también pasaban emociones que lo delataban de ante mano. Su bellísimo rostro se crispo de coraje y sus manos se cerraron en unos puños, los nudillos de sus manos estaban ejerciendo una fuerza sumamente descomunal, todo ello por describir a Edmund, no sabía si era por los agravios que me habían causado. Su descripción física tan similar a la de Dmitry o simplemente amabas cosas. Me inclinaba por la descripción que le había brindado. Su calma y tranquilidad regresaron como una brisa suave. Me miro con aquella mirada que hacía que perdiera el hilo de mis pensamientos tan fugaces y calmos. Sus ojos ocres parecían derretirse a fuego lento, creando así la miel que había en estos.
Juzgar antes de tiempo siempre era el error que cometía constantemente. El vampiro parecía hablar con la verdad, mantenía su corazón muero en su mano, si era así no debía dejarme engañar por la capa que normalmente me cubría. El escudo podía ser penetrado solamente por él y el seria el único que podía herirme de la forma más cruel y despiadada conocida. Pero aun seguía sin saber que sentía por Rosalie, si de verdad me amaba como tanto decía y que jamás me lastimaría, que siempre me hablaría con la verdad...Entonces el momento debía ser ahora.-Si es cierto lo que dices...Entonces exijo que me expliques que es lo que sucede con Rosalie. ¿Te atrae? ¿La más? ¿Es un juego? O, simplemente ¿Es para ponerme celosa? Mi vida sabes que la odio más que a nada en este mundo, verte con ella me hace insufrible este calvario en el que vivo.-Musite mientras tomaba su rostro con ambas manos, reteniendo su mirada.

Hice una mueca con la boca, no debía decirle toda la verdad de mi relación con Rosalie y más porque la odiaba, temía a que fuera a desaparecerla de este mundo. Rehuí a sus ojos escarlatas. Tenía un debate interno sobre decirle cuantas veces nos encontrábamos y que era lo que pasaba o simplemente callarlo, tragármelo y mentirle de por vida. Al final la verdad saldría a flote y eso no me convendría en lo absoluto.
Suspire con fuerza y tome sus manos con delicadeza, alejándolas de mi rostro, ahora yo debía temer por mi vida....O por lo menos al rechazo que provocarían las siguientes palabras que saldrían como agua de mis perfectos labios. Rememore cada instante vivido con Rose, desde el momento en que la había conocido hasta nuestro último encuentro.-Kathy, mi amor, espero no te enojes, debes comprender que las acciones que realizo son para un bien.-Inquirí con voz aterciopelada, calvando mis ojos en los suyos.- No sé qué es lo que pase conmigo...En realidad es algo similar a lo que te pasa a ti con el vampiro, no con la misma fuerza, claro está. Me atrae, pero no la amo. Es inteligente, no la subestimemos. En un principio sí, debo admitirlo, era para ponerte celosa, pero luego mi mente comenzó a formular planes...Cosas que no son tan buenas y que te explicare dentro del avión de regreso a New York. Por el momento solo puedo decirte que la conocí ahí mismo en New York, algo en ella me atrajo y no sé qué cree que tengo con ella, algo equivoco claro esta y que me conviene, de igual forma. Nos hemos besado dos veces, pero ya te dije que es por algo cariño.-Dije mientras volvía a rehuir la mirada de sus ojos, sabia del suplicio que era capaz de crear con su sola mirada, no lo había experimentado jamás y no planeaba hacerlo ahora.- Pero tu estas igual, no sé qué pretendes hacer con el vampiro.-Dije alzando las cejas y reprochándole tal hecho, puesto que era la verdad.

Nerviosismo era lo que Matt destilaba. Sus ojos rehuían a los míos, tenía algo que decirme, una explicación y presentía que no era nada buena y mucho menos agradable. Espere en silencio total para que se animara y hablara, no presionaría, si quería decírmelo era libre de hacerlo y si no lo tomaría en cuenta, sin reprocharlo. Nuevamente atrapo mis manos con las suyas, con delicadeza. Sus gestos pensativos le hacían verse tierno y hermoso, dándole un aire gracioso.
Cuando por fin decidió hablar lo escuche con la misma tranquilidad, me confundían sus palabras. Sabía que me enojaría, entonces no era nada bueno. Y en efecto lo fue, la ira arrasaba con mi calma y felicidad. Mis sospechas habían sido, siempre, las acertadas. Existía algo entre Rosalie y Matt, más claro que el agua no podía ser. Pero eso no era lo que hacia mi furia arrasar con mi tranquilidad, me quemaban los celos por dentro, la había besado, eso era imperdonable ¿Que me depararía con él, con los actos que cometía? Jale mis manos con fuerza, separándolas de las suyas y mire a otro lado. No quería lanzar la furia de mi poder contra él, lastimarlo jamás. Fulmine por un momento al piso que se posaba frente a mí.
Esperaba que no jugara conmigo. Decía amarme y que ella era solamente una atracción, pues entonces debía creerle. Tomando mucho puntos en cuenta salía sobrando que tal vez hablara con la verdad, no me negaría esta ves a mis sentimientos, si jugaba conmigo me las pagaría muy caras.
Regrese la mirada a él y sonreí levemente.-De verdad espero que sea cierto todo lo que me dices...Si te atreves a jugar conmigo, te prometo que te arrepentirás Matt.-Musite con suavidad, acariciando una vez más su rostro angelical.- Dmitry... No sé, tú y él me confunden tanto. Pero sin dudas te prefiero a ti, sobre de el.- Sonreí y lo bese con ternura.- Dice que vamos a New York, pues no hay que demorarnos más.

Esperaba una reacción diferente, tal vez gritos y maldiciones de su parte, decir que me odiaba era lo menos que me esperaba de esa mujer. Pero sin en cambio su actitud fue de lo más cordial y encantadora que le fue posible, hasta la amenaza había sonado poco convincente con la amabilidad destilado en cada palabra, pero debía creerle si me atrevía a jugar con ella saldría lastimado, inclusive muerto. Negué con la cabeza, nunca había estado planeado jugar con ella, me había flechado desde el primer instante que la vi cruzarse en mi camino y no la dejaría ir tan fácilmente.
Entrelace nuestras manos y correspondí a su beso lleno de ternura, viéndola de otra forma la vampiresa era de lo más cariñosa y tierna que podía existir, esa era su contraparte y de igual forma me encantaba, al igual que su lado frio. Me pare jalándola para que me imitara y comencé a caminar rápidamente.-En efecto, vallamos a New York, este lugar me atrae recuerdos no muy lindos...Te quiero enseñar mi departamento, creo que te gustara.-Musite con más ánimos sin soltarla de la mano.