Una nueva vida (Matt, Katherine, Paula, Amelia, Yaeel. Tarde)

No podía creer la facilidad con la que Matt persuadía a las personas que lo rodeaban, bien era a las buenas o a las malas, como era mi fatídico caso.
Primero me lo encontré en el bosque y confié en que era un vampiro vegetariano que solo quería socializar, dije mis secretos y el los uso en mi contra. Al final había sido un farsante, alguien quien no merecía estar vivo. A él se le unieron Katherine, Paula y la tediosa de Amelia, el cuadro estaba completo todo había sido una emboscada a la que yo tontamente había caído.
Luego corríamos a toda marcha por el bosque, yo sobre la espalda de Matt y vendada con mi propia blusa por él, me trataba con delicadeza y cariño, parecía que era al único que le agradaba ahí y, por más irónico que fuera, era más atento y dulce que las vampiras. Llegamos a un lugar y tomamos un taxi, creí para despistar a mi familia por si me buscaba, y luego al avión. No sabía a donde íbamos yo solo iba por obligación
Quien sabe cuánto tiempo pasamos en el maldito vuelo, estaba consternada que el tiempo ni se notaba a aquellas alturas, estaba tan conmocionada por lo rápido que habían acontecido los hecho, tanto que tal vez ni cuenta me había dado hasta ahora.
Cuando bajamos del avión mire el paisaje que me brindaba el lugar. Era una ciudad llena de nieve, con personas demasiado abrigada, nosotros no encajábamos con nuestras vestimentas más ligeras. Al salir del aeropuerto el viento frio se estampo en mi cara y tuve que cubrirme detrás de Matt, para después tomar un taxi que nos llevó a una enorme mansión.
La mansión tenía una gran reja con un gran jardín y una fuente en medio donde no caía agua, solo había hielo. La mansión que se erguía frente de nosotros era de un azul suave y con detalles blanco, un sin fin de ventanas y la gran puerta en el porche dorado. Fruncí el ceño y entrecerré los ojos, ese estilo se me hacía muy familiar, podía sentirme como en mi hogar por alguna extraña situación del destino.
El taxi no pudo entrar a la casa así que bajamos y seguimos el camino a pie. La nieve llegaba a la altura de mis rodillas y el maldito viento era cada vez más frio.
Al entrar a la casa se me hizo más familiar, algo era raro ¿Porque era tan familiar aquel lugar que nunca había visitado? No lo sabía y me consternaba un poco.
Deje que los vampiros hiciera lo que quisieran, había decidido que a las únicas personas que les dirigiría la palabra seria a Matt o a Katherine las otras dos se podían pudrir si así lo deseaban
Subí por la amplia escalera y me dirigí a una habitación, la más alejada, sin detenerme a admirar el sitio. Ya dentro de la habitación me deje caer ante la puerta cerrada, las lágrimas comenzaron a salir como si jamás en mi vida hubiese llorado. Sabía a la perfección que todo estaba mal, todo sin excepción alguna. Primero haber salido sol, luego confiar y ahora estar aquí. Tal vez en casa ya estarían buscándome como desquiciados, podía ver con claridad la cara de Franco, Luna y Roberto llenas de preocupación y como se pondrían sino me encontraban. No quería infringirle un daño a Franco, ese no era mi deseo, pero ya lo estaba haciendo con el solo hecho de estar aquí tan lejos. Lo peor aún no pasaba, sabía que tendría que enfrentarlo algún día y destrozar su corazón, pero todo era por su bien. Esperaba que algún día me perdonara, aunque no me lo mereciera.-Perdóname.- Musite en voz baja.
Tras varios minutos de llorar como una magdalena sentí que mis ojos no tenían más lágrimas, me había secado por completo y ahora solo veía a través de mi ventana caer la nieve con suavidad que parecía que bailaba. Tome fuerzas y me pare hasta llegar a la cama, estaba tan cansada y triste que rápidamente quede dormida...

La vida da giros intensos y exorbitantes. Un día lo tienes todo y en cuestión de segundos lo pierdes, como si nunca te hubiera pertenecido. Justamente así le había sucedido a la hibrida, en un abrir y cerrar de ojos tenia familia y luego no, me sentía fatal por ella... No la verdad era más divertido hacer esto que cualquier otra cosa. Era afortunado de habérmela encontrado en el claro completamente sola y de tener información muy valiosa, de lo contrario esto no sería lo que es.
Tras vendar la mano que Anya se había herido por pura estupidez con su propia blusa, claramente yo no rompería mi fina y más elegante ropa, corrimos hacía el aeropuerto. Tomamos un taxi para que no nos siguiera su novio y sus amigos, seguramente harían eso. De ahí volamos hasta Rusia.
El vuelo de ida fue tranquilo y sin ningún agravio. Mientras volábamos eche una ojeada a Anya y la encontré distante, pero ella había hecho lo mismo con mi amigo así que no me importaba del todo.
Al llegar me deleite con el lugar, todo blanco por la nieve, supuse que estaba haciendo demasiado frío ya que Anya se escondió atrás de mí. Tomamos un taxi que nos llevó a una mansión prestada por... Alguien, un contacto. Esta era hermosa y de buen gusto, tal como lo eran todas las cosas que el poseía. Bajamos y caminamos por la nieve que tapaba nuestras rodillas. Al entrar a la mansión quede asombrado, el tipo no tenía mal gusto después de todo. La pequeña Anya se fue con pasos decadentes y tal vez no la volvería a ver hasta dentro de unas horas. Camine con pasos desenfadados hasta el sofá, donde me senté y saque mi teléfono celular. Teclee rápidamente un mensaje para Yaeel que decía: "Viejo amigo, tengo una agradable sorpresa para ti. Estoy seguro que todas tus penas serán borradas. Te espero en Rusia, una vieja mansión de color azul en la avenida principal. Atte.: Matt"
Ahora solo quedaba esperar su llegada.-Creo que tu hermano estará muy pronto aquí, Meli.- Dije con tono enfadado mientras jugueteaba con un mecho del cabello de Katherine, quien estaba a mi lado.

Todo fue tan veloz, tal y como sucedían las cosas en esta vida.
Marie tiro de mi brazo haciéndome correr, ahora ella jalaba de mí ya que me había tomado por sorpresa su repentina desesperación por salir del lugar. Sabia a conciencia que estaba distante, no se veía igual que antes, algo la tenía retenida en un mundo paralelo a este, tan lejano que era imposible sacarla de ese trance. Tal vez cuando llegásemos a Rusia la sacaría de su mundo, así tuviera que torturarla escupiría sus penas, era mi amiga y no dejaría que se dejara vencer por estupideces.
En un tris nos encontrábamos en el aeropuerto y tomando el vuelo que nos llevaría a nuestro destino: Rusia.
El vuelo hasta el lugar fue de lo más tranquilo. Yo me senté junto a Amelia y Marie, dejando como el tutor a Matt de Anya. Estaba claro que yo no era una niñera para andar cuidando de la mocosa, él lo había planeado que él se hiciera cargo. Miraba a través de la ventana el océano mientras jugueteaba con mi cabello. Era más rápido volando que corriendo, no había duda de eso.
En cuestión de horas ya estábamos pisando el nuevo país, donde se suponía que encontraríamos a Yaeel.
Un taxi nos llevó hasta una enorme mansión de color azul con detalles dorados y blancos, se veía fascinante la casona con la nieve bailando con suavidad hasta caer al suelo donde se amontonaba tapando nuestras rodillas.
Al entrar al interior quede más fascinada que antes. Todo amueblado, dignamente de un rey. Mire por el rabillo del ojo como Anya se subía a lamentarse de sus penas. Me encogí de hombros, me valía un pepino sus penas, más bien me burlaba de ella. Sonreí de lado y seguí a Matt hasta el sofá donde se sentó y saco un pequeño aparato, era un celular. Mientras mandaba un mensaje de texto a su amigo yo me dedicaba a mirar su rostro de ángel. Sería una verdadera estúpida si me daba el lujo de perderlo, estaba hechizada por él, locamente enamorada.
Me acurruque en su pétreo pecho, pero que al contacto conmigo se volvía suave y cálido. Compenetrábamos completamente, como dos piezas de un rompecabezas. Estábamos amoldados el uno al otro. Sentí como su cabeza se apoyaba sobre la mía y su mano jugueteaba con un mechón de mis rizos castaños, mientras le hablaba en mal tono a Amelia. ¿Cuánto más tenía que soportar aquello?
Busque con los ojos a Marie, clavándole una mirada inquisidora. Todo estaba en desorden y me estresaba.

La voz dulzona y aguda de Anya me hacia irritarme mas de lo normal, de algo era seguro con solo escuchar su voz o su nombre era suficiente para ponerme de mal humor.

Matt no ayudaba demasiado con sus insistentes indirectas y su mal tono al dirigirse a mi, opte por no prestarle atención cada vez que hablase. Tenia algo que arreglar algo que mi cabeza no podía entender o saber en que momento se suscito, la actitud entre Katherine y Matt se tornaba muy cariñosa y yo no tenia la mas mínima noción de cómo sucedió, un profundo sentimiento se torno en mi con tintes de traición.

Katherine se suponía ser mi amiga y no me había enterado de su relación con el mejor amigo de mi hermano, quien aborrecía y el a mi. Me sentía una imbécil postrada en un lugar donde todos parecían saber incluso la mocosa de Anya. Una profunda impotencia se volcaba en mi al notar durante el viaje su “cariño” mutuo, donde yo peleaba como un infante con la posible pareja de mi mejor amiga.

De algo estaba irrevocablemente segura, necesitaba hablar con Katherine y así que ella me hablara claro. Hasta no tener la certeza de mis conjeturas, omití a Matt como si no existiese. No quería pasármela peleando, mucho menos cuando un rato largo juntos nos esperaba y seria mejor no tensar mas las cosas.

Después de un exhaustivo trayecto para perder nuestro rastro, para que no encontraran a la niñita, en un parpadeo ya nos encontrábamos volando a “San Petersburgo”. No tenia idea de por que ese fue el lugar elegido para llevarnos a la hibrida, seguramente moriría de hipotermia, una sonrisa se proyecto en mi al pensarlo.

Cada mirada impotente suya, donde mostraba tragos amargos de profunda tristeza me daban a mi profunda satisfacción. Si pensarlo mi venganza se estaba completando, y ella por fin serviría de algo y haría dichoso al inepto de mi amado hermano.

Durante todo el viaje la miraba y en ocasiones me reía de ella. Bajamos de del avión donde el clima nos abrumo demasiado, la niñita empezó a temblar a causa del frio donde sus mejillas se pusieron rojas al instante.
San Petersburgo era una ciudad hermosa, no por nada tenia el privilegio de ser la ciudad mas bella y grande de Rusia. Al subirnos al taxi pude admirar la ciudad llena de las tradicionales cúpulas acebolladas adornadas de miles de tonos coloridos haciéndolo parecer dulces.

Saliendo del taxi, al llegar a la gran mansión. Donde las paredes azules cubrían perfectamente con unos toques blancos y dorados, con algunas de las cúpulas tradicionales de la arquitectura Rusa.
Entramos a la casa y la niñita se subió inmediatamente, podía escuchar sus sollozos que me hacían sentir sumamente feliz, y ni Matt arruinaría ese momento con sus tono. Solo le pude fingir una sonrisa ante su comentario, pero deseaba que mi hermano llegara y parara de sufrir, ese era el único objetivo de la niña.

Era común que la depresión se apoderara de mí haciéndome preso ciego de ella. Ya me costaba trabajo, poder salir de ella pero día a día había aprendido a controlar y vivir con la soledad y la tristeza que me hacían su presa y me comía vivo.

De algo estaba seguro ya podía vivir con ese dolor en mi, y podía tratar de hacer mi vida, uno que otro día caía, y mi aspecto lo mostraba. Hoy era uno de aquellos días.
Mis ojeras perecían dos moretones tras mis dos ojos negros y duros como roca. Mi vestimenta era desaliñada, y la sed me consumía en llamas.

Tome un baño rápido y tome un atuendo mas apropiado para regresar a la vida. Busque el bosque mas cercano y mis instintos se dejaron liberar haciendo que comiese como si jamás lo hubiese hecho. Perdí la cuenta de mis presas después del grupo de antílopes cerca del riachuelo.
Sacie mi sed hasta mas no poder, me sentía completamente satisfecho y duraría así por lo menos durante un par de semanas. Corrí hacia mi despacho donde me esperaba trabajo atrasado de hace vario tiempo.

Al llegar, encendí mi teléfono celular, y me sorprendió ver un mensaje de mi amigo Matt, hacia tiempo que no tenia noción de el. Su mensaje no fue el que me causo sorpresa, si no fue lo que contenía el mensaje.

"Viejo amigo, tengo una agradable sorpresa para ti. Estoy seguro que todas tus penas serán borradas. Te espero en Rusia, una vieja mansión de color azul en la avenida principal. Atte.: Matt"

Su mensaje no tenia ningún sentido, cada palabra era inútil, ninguna pena mía seria borrad al menos que no tuviera al amor de mi vida junto a mi. Eso Matt no lo podría logra estaba totalmente seguro.
Fuera lo que fuera Matt me necesita en Rusia, su mensaje era implícito y no decía la ubicación exacta, recordé que alguna vez me llevo a una gran mansión en San Petersburgo. Saque de mi caja fuerte mi chequera y una billetera cargada de billetes de todas las naciones.

Corrí hacia el aeropuerto y la suerte me sonrió al llegar y encontrar lugar en el vuelo más próximo. El vuelo fue exhaustivo y todos los humanos dormían, me dedique a escuchar una y otra vez el repertorio de canciones que cargaba el avión.

Al bajar del avión, la gente se cubría con grandes abrigos y los hombres usaban los gorros de piel de oso que se acostumbran en el lugar. Sus miradas se dirigían hacia mí al ver mi vestimenta solo traía una camisa de algodón blanca y unos pantalones desgarrados, obviamente no era ropa adecuada al clima.

Antes de tomar taxi, fui hacia una tienda del aeropuerto comprando una chaqueta, para aparentar y no causar atención. La tienda estaba llena de recuerdos típicos, las lindas matrioshkas y sus sin fin de tamaños, al igual que los huevos de favergue y las botellas de vodka se vendían al por mayor.

Tome un taxi hacia donde pude recordar, y seguí el paso a pie tratando de recordar al llegar el aspecto se me hizo muy familiar, y estaba llenos de olor de vampiro por todos lados pero no pude reconocer ninguno a causa de la revoltura con el aroma a ese caldo repugnante y oloroso de betabel y cebolla que cocinan ahi. Toque el timbre de la gran mansión esperando detrás de las rejas del gran portón.

Alejarme de aquel pueblo aburrido era la salida mas fácil y rápida que había hallado, quedarme ahí solo causaría que tarde o temprano me topara con Luna, y como lo único que deseaba era desaparecería de este mundo, estando yo sola en ese lugar, no había quien me lo impidiera, pero esa también era una desventaja, sus "amigos" la apoyarían, probablemente seria yo quien desapareciera. Ademas, tratar de hacerme la buena frente a Andres me resultaba fácil pero me era muy aburrido, no era yo, y eso bastaba para fastidiarme.
Todo el camino estuve tratando de recordar cosas de mi extenso pasado, los nombres de todos mis esposos, las casas en las que había vivido, las millones de prendas que me habían obsequiado, pero constantemente el latir del corazón de la híbrida me sacaba de mi concentración; cada que esto ocurría miraba a verla con todo el odio que en este momento cargaba en contra de todo y todos, todo lo comprimía y se lo enviaba a ella mentalmente, deseándole miles de males, que tal ves ni merecía, pero que me importaba, la cosa era sacarlo de un modo.
Al llegar al blanco San Petersburgo miles de recuerdos llegaron a mi, haciéndome mas fácil mi evacion de la realidad. Durante todo el viaje en taxi de el aeropuerto a la modesta casa a la que nos había dirigido Matt, supuse que era de el, aunque no eran sus típicos gustos mas actuales, pero tal ves la compro hace muchos años; no quise informarme por completo.
Me agrado la decoración del lugar, con mucha clase, aun así no dejaba de ser viejo todo.
Me senté en un sofá algo alejado de en el que Matt y Kath habían toma do asiento, mire con desprecio a la híbrida, quien subió corriendo las escaleras hacia quien sabe donde, supuse que seria el fin de la gran desesperación que me causaba su simple presencia cercana a mi.
Hasta que de pronto comencé a escuchar sus lloriqueos, y junto con eso el sonido de su corazón que me frustraba, hacia días que no me alimentaba, el solo oírla me ponía muy ansiosa, quería levantarme y salir en busca de un humano, pero con la tormenta de nieve que caía seguro todos estaban refugiados en casa.
-Que fastidio- dije entre dientes mientras me cubría la cara con las manos, creyendo esa la única solución a mi ansiedad.

El tedio se inspiraba en el ambiente, lo palpaba con la punta de la lengua y sabía realmente horrible.
Mantenía mi mentón sobre la cabeza de Katherine, quien se había acurrucado tiernamente en mi perfecto pecho. La sentía cálida y suave, pese a que era todo lo contrario.
Mientras las vampiras se quejaban y ponían malas caras ante el sollozo de la hibrida, que en verdad era de lo más irritante, yo mantenía mis pensamientos a varios kilómetros de ahí, o más bien, a varios años de ahí.
Por un lado comprendía a la perfección lo que sentía Yaeel. Yo había estado los mismos o más años en una soledad profundamente imparable, una razón que de vez en vez me incitaba a acabar yo mismo con mí propia vida, pero siempre terminaba considerándome un loco suicida. Y, tras varios años de soledad, encontré una verdadera razón para estar con vida. La soledad y el tedio desaparecieron en cuanto encontré a Katherine. Era como si viviese en un desierto donde nunca pasaba algo novedoso hasta que un día callo la lluvia dándole un sentido a esta patética vida. Tal vez así era como se sentía Yaeel, era por eso mismo que estaba haciendo todo aquel melodrama. Por una vez en mí basta existencia quería verlo retozando de felicidad, como un potro que retoza de alegría en los campos. Y esa sería la única vez que haría algo amable y bueno por alguien.

Pasaron unas cuantas horas cuando me percate del silencio sepulcral que reinaba en aquel lugar. Anya había cesado el llanto, ahora solo se escuchaba el andar rítmico de su corazón y su respiración acompasada. Mire a mí alrededor para toparme con las caras de Paula y Amelia.
La primera parecía tener un humor de los mil demonios, estaba que no se tragaba ni ella misma, no entendía que le pasaba, tal vez estaba sedienta.
La segunda mantenía la misma mascara de amargura de siempre, solo que ahora la teñía un toque de ofensa cuando se encontraba conmigo y Katherine.
Sonreí de lado, yo tampoco me aburriría en aquel insensato lugar. -Paula, si quieres salir a cazar yo te puedo acompañar.- Musite en tono amigable. Ella me agradaba en comparación con Amelia.
La sugerencia podía ser tomada o no, al final yo no estaba tan sediento como parecía estarlo ella. Aunque debía admitir que mientras estuviera en ese lugar comería humanos, ya no tendría que fingir hasta que regresáramos a Forks.
Mientras esperaba a Yaeel, que se suponía no tardaría en llegar, decidí asquear a Amelia y Paula. Normalmente no se me daba ser un exhibicionista, pero ahora lo ameritaba más que nunca.
Tome el rostro de Katherine con ambas manos y con una dulzura exagerada, mire de soslayo a las vampiras y sonreí con picardía. Comencé a besar cada milímetro del rostro rumboso de Katherine, llenándola de besos por doquier. Deje para el final sus dulces y finos labios, que al contacto con los míos hacían explotar una electricidad reconfortarle.
Al principio solo era juego, pero después mis sentidos me dominaron y solo era capaz de seguirlo. La bese con una pasión desbordante. Delinee con la punta de la lengua su labio inferior, que era más carnoso que el otro. Repentinamente en la habitación hacía demasiado calor. Mordí su labio y estaba a punto de abalanzármele cuando escuche el llamado a la puerta, una parte muy pequeña de mí cerebro reacciono e hizo que mí cuerpo reaccionara segundos después. Yaeel estaba detrás de la puerta, por fin había llegado. Me pare muy a mi pesar y camine hasta la puerta con pasos rápidos y abrí la puerta de un jalón.
Al abrirla me encontré con mi amigo Yaeel, sabía que era el por su aroma dulzón, como lináloe. Lo mire con los ojos muy abiertos, tanto que sentí que se me salían, parpadee un par de veces para asimilar aquella imagen del hombre demacrado y desalineado con la de Yaeel. Estaba peor que aquella vez que lo vi en Venecia, en sus ojos estaba dibujado una tristeza magnánima. Esa tristeza era gigantesca, tanto que lo aplastaba... Era como un zombie.
Suspire profundamente y le sonreí de lado.-Hola amigo.- Musite mientras me acercaba y lo rodeaba por los hombros haciéndolo pasar.- Me alegra tanto que hallas recibido mi mensaje, y mejor aún, que estés aquí. Tengo tantas sorpresas para ti. La primera es que tú adorada hermana está aquí.- Dije señalando a Amelia con un movimiento de cabeza.- La segunda, y muchísimo más importante, esta allá arriba.- Una sonrisa de satisfacción se asomó en mis labios. No me detendría a un fabuloso reencuentro familiar, me seguí de largo subiendo por las escaleras, dejando atrás a las vampiras.

Las horas pasaban realmente lentas. Me daba el lujo de ver los segundos pasar con descarada lentitud. Suspire aburrida y enfadada de estar escuchando lloriquear a la mosca muerta que había traído Matthew. No parecía ser la única que estaba aburrida en ese sitio, tanto Marie como Amelia lo estaban.
Miraba a Marie con un millón de preguntas, pero ella ni cuenta se daba ya que estaba en un mundo paralelo a este. Otras cuantas veces miraba a Amelia y cuando me encontraba con sus ojos rojos inquisidores yo alejaba mi mirada. Estaba planamente consiente de varios puntos en mí contra. El primero era el hecho de que Amelia y Matthew se aborrecían, eran como el agua y el aceite. No podían convivir juntos, se repelaban.
El segundo estaba en que Amelia no tenía ni la más remota idea de que Matthew y yo éramos pareja. Me sentía un poco mal por no habérselo hecho saber, pero como quería que le informara si se desaparecía del mapa. Era infinitamente más sencillo encontrar una aguja en un pajar que a ella.
Sabía a conciencia que en cuanto tuviera una mínima oportunidad me reclamaría o me pediría que le explicase aquella situación.

Pasaron quien sabe cuántas horas y yo seguía sin saber qué demonios hacer con mis dos mejores amigas. Era obvio que entre ellas existía un sin fin de diferencias. Empezando porque a una la conocía desde mi vida humana y había sido ella quien me convirtiera en lo que era. Marie era mi cómplice y un cofre donde tenía almacenados mis recuerdos y secretos, era una persona muy importante en mi vida y no volvería a dejar que se escapara de mi lado.
Recordaba que ella se mantuvo al pendiente de mi mientras yo era una neófita alocada y desatada, una maquina echa para matar. Le estaba realmente agradecida por todo lo que había hecho para mí.
Y por otro lado estaba Amelia que no tenía demasiado tiempo que la conocía, pero que aun así apreciaba igual que a Marie. Con ella tenía demasiados puntos de vista en común, y estaba completamente segura que ella me apoyaba en las decisiones que tomaba, fueran cuales fueran. Y, que al igual que Marie, no quería que se separara de mí lado, aun teníamos una eternidad por delante.
Por ultimo estaba Matthew, que no era el menos importante, del cual estaba total e irrevocablemente enamorada. En mi vida había sentido esa loca sensación, tan maravillosa y satisfactoria. El amor que le había tenido a Edmund era insignificante en comparación a lo que sentía por Matthew. Habías estado esperando dos siglos por él y por fin lo tenía a mi lado.
De un momento a otro la hibrida paro de llorar, para mi gran suerte, solo se escuchaba el andar de su corazón acompañado por su acompasada respiración.
Volví a suspirar, pero esta vez con más alivio que antes. Mis pensamientos comenzaban a divagar, tomaban un nuevo rumbo. Hacía el año 18… Cuando solo era una mortal, cuando sentía las manos de Matthew tomar mi rostro y ponerlo a la altura del suyo. Parpadeé confundida y deslumbrada para luego sentir sus labios colmarme de besos. No comprendía porque hacía aquello, pero lo aceptaba gustosa. Al final me beso con una pasión desbordante… ¿No se daba cuenta que Amelia y Marie estaban presentes?
Agradecí que llamaran a la puerta y que Matthew fuera a atender. Por fin había llegado Yael, pero no era el mismo, ahora se veía demacrado, incluso peor que aquella vez que lo conocí en Venecia.
Me recargue en el respaldo del sofá y le sonreí un poco.

Las horas pasaban rápidamente, y la ansiedad aumentaba. Por fin el llanto de la niña hbi cesado ahora solo se escuchaba su exhaustivo latido de corazón parecido al de un colibrí. Eso no ayudaba nada al estrés que cargaba conmigo.

Mire de reojo a mi compañera de asiento, Paula parecía igual de impaciente que yo y colocaba sus manos en la cabeza en muestra de desesperación. Miraba ocasionalmente a Katherine y Matt quienes parecían engomados uno al otro, me provocaban nauseas de solo verlos tan cariñosos. Desviaba mi mirada rápidamente de ellos no quería lucir mas idiota de lo que ya lucia al verlos con asombro. Katherine me miraba con incertidumbre sabia que estaba molesta por será la única sin tener noción de lo que había ocurrido entre ambos.

Las dos sabíamos perfectamente que tendríamos que charlar sobre ello. Miraba ala pareja de enamoradas desbordar miel mientras se abrasaban, tanto era su melosidad que me sentía dentro de un panal rodeada de miel. Matt sabia molestar, y no se conformaría con tenernos empalagadas de tanto amorío entre ambos, ahora quería empaparnos de asco, al besar a Katherine de tal manera como si estuvieran en inicios de una película porno.
Desvié mi mirada, disgustada hacia los ventanales viendo como cada copo de nieve bailoteaba con singular encanto mientras caía y tapizaba el piso aun más de nieve.

Era un paisaje asombros ver las copas de cada árbol, blancas mientras por debajo se dejaba ver un verde singular, los movientes de la pareja de frente me impedían disfrutar el ambiente.

Dos notas musicales pararon su protagonismo en una película para adultos. Matt sonrió y salió rápidamente, un olor se hacia mas familiar y llegaba mas cercano. Conocía ala perfección ese aroma tan exquisito. Sentía algo parecido a nervios mientras escuchaba sus pasos acercarse. Me pare rápidamente y asomaba mi rostro hacia l puerta para verlo, estaba a poco de lanzarme contra el y abrazarlo. Me detuve en seco cuando vi su demacrada imagen, parecía no haber tenido aseo en vario tiempo, me recordó a mí hace un par de días. No podía creer lo patético que nos había criado mi madre.

Matt no paro su descortesía y se siguió delante, solo le importaba mostrarle el estúpido trofeo semi humano que le había conseguido a mi hermano. Ignore por completo a Matt y camine rápidamente hacia el.
-Yael!!-Grite eufóricamente- ¿Cómo vives así?- pregunte mientras recorría con mis dedos las ojera profundas parecidas a dos moretones bajos sus ojos.
-Te extrañe.-Dije mientras besaba su mejilla y acraiciaba la misma.- Creo que estarás de mejor humor cuando sepas, para que has venido a este lugar.-Dije en un tono seco y margo detestaba que esa niña sea el único remedio para la infelicidad de mi hermano.

Tenia la esperanza de estar en el lugar correcto, no podía reconocer ningún rastro con el asqueroso aroma a sopa por todo el lugar. Esperaba fuera del gran portón negro mientras enterraba uno de mis pies en la nieve blanca. Una persona se acercaba a mí. Matt.

Era bueno no haber errado la dirección. Matt me rodeo con los brazos y sus palabras no causaron mas que una profunda incertidumbre que me hacia no saber el motivo de mi llegada. Matt decía térneme sorpresas. Una idea se proyecto en mí cuando reconocí un olor al entrar a la habitación. Amelia.
Me hacia tan dichoso encontrarla, ya que tenia tiempo de no saber de ella y de verdad era necesario que la viera y sentir su apoyo como lo había hecho en Venecia meses antes. Matt la señalo y se siguió derecho señalando el cuarto hacia arriba.

En ese momento no me importaba hacer esperar la gran sorpresa. Sabia que no cambiaria en nada mi situación. En la habitación se encontraba Katherine la amiga de mi hermana y un vampira cuyo nombre desconocía. Ignore a todos por un instante mientras Amelia se acercaba hacia mí.

Sus pequeños brazos me rodearon. Y los míos por igual rodearon su cuerpo envolviéndome de su aroma. Sabia que mi alimentación de la mañana no cambiaria mi imagen demacrada de hace varios meses atrás y Amelia lo notaba, y sus frágiles dedos remarcaban mis ojeras. Tome sus mano.-No es nada de que preocuparse Mía.-Dije con una sonrisa apagada.

Un beso en la mejilla de su parte fu correspondido tras uno mío en su frente.-Yo también te extrañe.-Dije mientras la rodeaba con mi brazo y daba vuelta hacia los demás presentes.
-Hola Katherine, hacia tiempo sin verte.-Dije mientras reía y miraba a Matt con picardía, era la única mujer que había conocido que entrara en el duro corazón de mi amigo.-Me alegra que estés con mi amigo, le hacia falta alguien.-Dije mientras reía y le daba un codazo amistoso a mi amigo.

-Pero no tengo el gusto de conocerte a ti.-Dije mientras me dirigía ala vampira carnívora en la sala.-Soy Yael Lovlier, mucho gusto.- Dije mientras le estiraba mi mano hacia ella, sin dejar de abrazar a mi pequeña hermanita.

Escuche mi nombre, deje de cubrirme la cara, y la levante rápidamente, era Matt, se ofrecía gentilmente a acompañarme a salir de caza. Sonreí espontáneamente, esas palabras sonaron a gloria.
Estaba a punto de decirle que si, gritarle SI, larguémonos de este lugar antes de que me arranque las orejas , pero de repente comenzó a besar locamente a Kath, trague saliva, estaban a punto de llegar a algo que yo solo había echo por dinero, o con Antonio, nada significativo.
Regrese mi mirada al suelo, intentando borrar esa imagen de mi mente, y sobre todo, borrar esa imagen que cree, imaginándome a mi con Andres, lo cual causaba una excelente sensación, pero se unía a un sentimiento de ardor peor que la sed.
Intente transformar ese a ardor en odia para encontrar una excelente forma de acabar con Luna de una buena vez, muerto el perro, se acaba la rabia, tendría por fin a Andres para mi.
De pronto llego alguien, por lo que entendí era el hermano de Amelia, y era el por quien habíamos traído hasta aquí a esa bola de carne llorón.
Lo mire saludar a todos, hasta que llego a mi, -hola Yael - estreche su mano - yo soy Paula, un gusto quise decirle que subiera de una buena vez a callar a la llorona, pero me limite, ese seria un mal comienzo, ya después se daría cuenta que ella me fastidiaba, así que solo le sonreí.

¿Paciencia? Como era posible que ese vampiro tuviese el descaro de detenerse a saludar a su hermana, presentarse con la vampira y golpearme en son juguetón cuando estaba hecho un millón de fragmentos dentro de sí.
Puse los ojos en blanco y negué con la cabeza. No existía forma de modificar su carácter y sus buenos modales, ni siquiera cuando estaba destrozado de tal manera y eso era lo que más admiraba y, al mismo tiempo, envidiaba en mi amigo.
Camine y subí las escaleras esperándolo en el peldaño de estas con los brazos cruzados en manifiesta desesperación. Comencé a caminar de un lado a otro esperando a Yaeel. ¿Cuánto más planeaba quedarse en la estancia cuando su "medicina" se encontraba en el lugar más recóndito de la mansión?-! Que hermoso reencuentro! Ahora todos somos felices, muy bien. Y ya conoces a Paula, la mejor amiga de Katherine, grandioso... ¿Ahora podemos apresurar las cosas?- Musite en el tono más Cortez que me fue posible, pero la impaciencia se encontraba teñida en cada palabra. Y no era para más, deseaba que el calvario que vivía Yaeel terminara a la voz de ya, pero el parecía reusarse a acceder.-O si quieres puedes terminar todo este fabuloso reencuentro y alcanzarme.- Dije con un tono lleno de molestia mientras me giraba y caminaba, desapareciendo por el pasillo.

Camine varias habitaciones guiado por el olor de Anya, escondiéndolo con el mío, y el piqueteo de su corazón. Abrí la puerta y la vi dormida sobre su nuevo lecho, era realmente encantadora, como un pequeño querubín. Me introduje en la habitación y puse música a todo volumen para distraer a los oídos de los demás vampiros, sobre todo a Yaeel. No deseaba que escuchara el piqueteo de Anya y mucho menos lo que le diría.
Me recosté a su lado y la removí con suavidad.-Pequeña Anya, es hora de que ponga en marcha la parte del plan que acordamos. Yaeel ya está aquí, solo esperemos con paciencia.-Susurre cerca de su oído, en una voz apenas audible.

.Ahora todo comenzaba a fluir de manera más rápida.
Amelia salto llena de euforia y se abalanzo a los brazos de su "hermano", a mí consideración el amor que le tenía Amelia a Yaeel no era de hermanos sino, más bien, ella se encontraba interesada en él más que como hermano como pareja y ella ni cuenta se daba de eso, ilusamente lo confundía con amor de hermanos.
Ahora que lo miraba mejor podía apreciar las manchas negras que poseía debajo de los ojos como si lo hubieran golpeado un sin fin de veces hasta marcarle tales manchas que en realidad eran sus ojeras. Lo salude con un movimiento de mano mientras en arqueaba una ceja.-A mi también me da gusto verte, Yaeel.-Dije con cortesía
Por su lado Matthew avanzo con desesperación palpable hasta subir las escaleras, en mi vida lo había visto perder su inmaculada educación y los estribos por algo tan insignificante ante mis ojos pero, al mismo tiempo, algo tan importante para él. Arriba se paseaba de un lado a otro como perro desesperado por salir a pasear para luego desaparecer en el pasillo con voz desdeñosa, y por su lado Yaeel hacia amistad con Marie. En un rápido movimiento me pose justo al lado de Marie y como de costumbre recargue mi cabeza en su hombro. De la nada comenzó a fluir la música desde la habitación donde se suponía estaba la hibrida, al parecer la preparaba para fingir frente a su nuevo novio.-Creo que es mejor que lo alcances antes de que venga por ti y te arrastre hasta allá arriba.- Musite en tono juguetón

El sueño era completamente profundo. Más que un sueño parecía una terrorífica pesadilla de la cual deseaba despertarme con rapidez.
Mi cerebro se negaba rotundamente a aceptar los hechos, confundiéndolos con un mal sueño, pero mi subconsciente trabajaba de forma diferente asimilando los hecho tal y como eran. Y así dentro de mi cabeza se realizaba un debate caótico. Tal vez acabaría loca si nunca lograba terminar tal batalla interna. A eso le sumaba que una gran parte de mí deseaba e imploraba que, tal y como mí cerebro lo sopesaba, todo fuera una pesadilla y que despertara envuelta en los fuertes y gélidos brazos de Franco, que se amoldarían a mi cuerpo como unas cadenas aprisionándome, pero que me hacían sentir segura en esa prisión de la cual no tenía ni la mínima pizca de escapar.

No supe cuánto tiempo paso desde que había dejado a los vampiros en la planta baja, subiendo y sacando toda la impotencia que me abrigaba. El tiempo solamente había pasado tan inexistente, desvaneciéndose y perdiéndose en el espacio, imposible encontrarlo.
Repentinamente comenzó a fluir la música desde un radio muy cercano, al principio solo era un murmuro apenas audible que pronto se convirtió en un ruido estruendoso, ensordecedor.
Segundos después sentí la presencia de alguien que se recostaba a mi lado y me movía con delicadeza, incluso dulzura. Cerré fuertemente los ojos con el pensamiento y creencia de que ese era Yaeel, nadie me trataba así en esa enorme casa. La voz melodiosa y aterciopelada de Matt me sobresalto, me había precipitado al creer que era Yaeel.
No debía cantar victoria, Matt solamente confirmaba que Yaeel ya estaba presente en la casa. Me voltee para verlo, con el ceño fruncido.
-Ya sé que es lo que debo hacer.- Dije con desdén.- No debes de recordármelo.
Me volví para ver la nieve caer con un baile suave y encantador, en otra circunstancias habría disfrutado de su danza, pero ahora solo la fulminaba.

Los brazos de Yaeel me correspondieron, colapsándonos en un abrazo inmenso. Su mano detuvo mis dedos al dibujar la silueta de sus ojeras. Un gran peso de encima se disminuía al tener a mi hermano conmigo. Habían pasado minutos mientras los dos nos sumergíamos en un espejismo donde no existía otra persona más que los dos.

Yaeel salió mas pronto de el espejismo que yo y sin perder los buenos modales que nuestra madre nos había inculcado, los cuales yo había perdido sin ningún escrúpulo. Yaeel se presento frente a Paula y saludo amistosamente a Katherine como si fueran los mejores amigos.

Una vez más me sumí en completa vergüenza, donde cada segundo que pasaba aumentaba más la estupidez en mi persona. No podía creer que mi hermano, inexistente, del cual nadie tenia la noción de donde se encontraba sabia de la relación de Katherine y Matt.

Matt le ha de haber corrido hacia Yaeel para contarle sobre su relación. Eso se suponía que debía hacer un amigo. Cada vez me sentía mas traicionada por mi amiga. El enojo que traía con Katherine no influía ni en la más mínima parte con la tranquilidad de tener a mi hermano cerca de mí.

Matt rompió mi tranquilidad desquebrajándola en mil fragmentos como un cristal sobre el asfalto. Deambulaba como si tuviera necesidad de ir al baño, lo cual era sumamente irritable su ir y andar de vuelta en vuelta. Mientras bufaba y se cruzaba de brazos. Me complacía haber roto sus planes, de ir directo a la sorpresa y saltarse el reencuentro con mi hermano.

Afortunadamente Yaeel reacciono y sin saberlo me ayudo a hacer enojar a Matt. Este subió rápidamente con la hibrida, del cual su corazón latia tan rápido que podría confundirse con el latir de un pájaro cercano. Matt encendió el radio a un tono ensordecedor, para difuminarlo con le latido arrítmico de la niña.

El rostro de Yaeel mostraba incertidumbre a causa del ruido. Al ver sus ojos notaba una profunda tristeza, sabia perfectamente por que estaba sufriendo y aunque ahora reflejaba sonrisa sus ojos no decían lo mismo. Tenia la perfecta idea que lo único que le haría cambiar su mirada, aquella mirada que recordaba y que tanto amaba de cuando vivíamos con mi madre.La cual reflejaba felicidad pura. Lo único que podía devolverle ese brillo a los ojos es la persona que mas aborrecía en el planeta. Y se encontraba tan cerca de el. Aspire aire profundo y mordiéndome un labio y pellizcando mi muñeca, pude soltar a mi hermano.
-Deberías ir con Matt, y veras que todo cambiara.- Dije con una sonrisa fingida y derrotada al saber que en cuanto viera ala niña, mi Yaeel se olvidaría por completo de mi.

La vampira carnívora respondía al nombre de María Paula, estrecho mi mano en forma de saludo. Note en su rostro tonos de desesperación. Parecía no ser la única con ese problema, si no al contrario, invadía la sala completa padeciéndola todos.

Katherine me saludo amablemente, mientras mi hermana le lanzaba miradas furiosas a Katherine no tenia idea del motivo por el cual lo hacia. Pero bufaba cada vez que hacia un comentario sobre Katherine y Matt.

Mi amigo se coloco en las escaleras dando pasos insistentes de una lada a otro, no entendía el por que su desesperación. Pero era a causa de Amelia, tenia la idea de que ellos no se llevaban bien. Ignore un poco los comentarios insistentes de Matt sobre subir por la gran “sorpresa”. Podía hacerla esperar un poco, presentía que no era de suma importancia. Y decidí saludar como es debido a mi hermana menor.

El rostro de todos era de profunda insistencia, querían que subiera junto con Matt. El cual ya se había adelantado, no entendía la razón pero cada vez mas me provocaba mas duda. Quería seguir a Matt a la habitación la cual se mantuvo de repente rodeada de música escandalosa por todos lados. Pero mi hermana seguía colgada de mi brazo y no quería dejarla, sabia cuanto me había extrañado por que yo la había añorado por r igual.

Amelia me soltó y se unió alas peticiones invitándome a subir. El rostro de Amelia no era de curiosidad o emoción como el que conservaban los demás, al contrario su rostro era el de una gran perdida. Como si alguien hubiera muerto y me lo quisiera ocultar.

No pensé más en sus expresiones y estar conjeturando ideas de las cuales podría ninguna ser cierta. Me apresure a subir escalón por escalón mientras la música se acercaba cada vez mas a mi, acompañado por el latido de un corazón.

No podía creer lo que escuchaba, aquel latido era similar al de un colibrí y ahora podía percibirlo mejor. Me detuve ante la puerta mientras olfateaba el lugar, donde había adquirido un aroma exquisito del cual estaba enamorado.

No dude mas, entre ala habitación. En ella había una cama con cobertores azul cielo, contrastando el blanco de las paredes. En la cama se encontraba delicadamente, una dulce figura la cual parecía ser mi mejor alucinación. Junto se encontraba mi amigo riendo. Su risa mostraba satisfacción pura.
-¿Anya?.-Pregunte dudosamente a pesar que o tenia la entera seguridad que era ella. Espere a que volteara su cuerpo y me mostrara su rostro angelical hacia mi.

Perfección, esa era la característica principal que poseíamos solo los vampiros y como debía de ser, hacíamos las cosas perfectas. Yo había planificado el secuestro en un momento tan lucido y repentino que la niña no tuvo tiempo de sopesarlo correcta mente, aunado a que tres vampiras amedrentadoras me apoyaban. Cada hilo estaba cocido en una maraña gigantesca de la cual, a simple vista no se podría descifrar, pero si te detenías con paciencia a ver el camino correcto llegarías al clavo correcto de toda la telaraña tejida. Pero si alguien tan observador daba con el clavo tenía un plan "b", esto era solo el plan "a", como buen preventorio veía todas las posibles fallas de mi plan.
Mantenía la calma mientras esperaba a Yaeel, quien parecía disfrutar de estar abajo y planeaba demorase cuanto pudiera ignorando la presencia de Anya. Sonreí lleno de burla al escuchar el comentario de la hibrida, parecía una niña caprichosa y emberrinchada, algo que encajaba con su estilo de vida. Los segundos pasaron y el vampiro no aparecía, por el momento me detuve a juguetear con el largo y sedoso cabello color caramelo de Anya, quien estaba en un mundo diverso al mío.
Mi sonrisa se ensancho cuando escuche los pasos ligero de Yaeel pararse a dudar frente a la habitación, el ya había adivinado quien se encontraba posada a mi lado, no era común escuchar a un colibrí en plena nevada. Entro con pasos igualmente dudosos y vi la chispa de esperanza y emoción pintada en sus ojos dorados, regresándole un atisbo de vida a mi amigo.
Deje caer el mechón que poseía y me pare con la velocidad y gracia que me era común. Comencé a caminar hasta pararme frente de Yaeel, puse mi mano sobre su hombro y mire sus rostro iluminado por el amor.-Me agrada que ya estés en mejor estado que hace unos segundos. No me agradezcas nada, sino a ella por estar aquí. Te dejo, saldré a cazar con las chicas, regresamos en un rato.- Musite con alegría, la misma que el transmitía y desaparecí por el corredor para salir a cazar.

El tiempo comenzaba a tomar forma y fuerza, esa fuerza que ejercía en cada uno de nosotros, tan importante e imparable. Los minutos se hacían cada vez menos, casi no los sentía pasar pero ahí estaban tan insolentes ante la idea de saber que Yaeel podía arribar en cualquier momento. Pero se volvían siglos al saber que tal vez nunca más volvería a ver a Franco, y si lo veía tenía que destrozar su corazón de la manera más cruel que pudiese. Tenía que escapar o por lo menos hacer que Matt me llevase a ver a Maximiliano donde, seguramente, estarían Luna, Roberto y Franco, solo veía esa forma de volver a ver a Franco... O tal vez podía escapar, no lograba concebir bien la idea pero con el paso del tiempo se armaría en su esplendor.
Sentí mi rostro deformarse al pensar las palabras que en el futuro le diría a Franco, pero era por su bien hasta el momento ya vería la forma de ganarme a la horda de vampiros que me rodeaban, ya tenía ganado a Yaeel y Matt, solo faltaban las tres vampiras déspotas que andaban por ahí con su aire de superioridad. Sabía que la más difícil sería Amelia, no planeaba ganármela como amiga cuando podía verla sufrir con mi propio sufrimiento. Yaeel era la excusa perfecta, el arrebataría lo que ella me estaba arrebatando a mí, Yaeel por Franco, no era agradable pero si así sufría ella valía la pena sufrir yo también.

Matt jugaba con un mechón de mi cabello, jaloneándolo con dulzura mientras esperábamos a nuestro mejor amigo. Las ideas ya estaban concebidas y debían tomar la forma correcta, pero antes de correr se aprende a caminar y antes de eso se aprende a gatear, así pues, debía saber cómo actuar cuando apareciera Yaeel. Quizás lo más correcto era actuar de la forma en que antes solía hacerlo con él, antes de saber que deseaba arrebatarme al amor de mi vida por su puro egoísmo. Suspire llena de desesperación, ¿Cómo verlo así de nuevo?
Mis pensamientos se detuvieron en seco al escuchar a alguien acercarse lentamente y pararse en la puerta, me sentía alertada al instante. Mire por entre mi cabello la expresión de Matt, quien había dejado caer mi cabello, sonreía tan fascinado y feliz de que todo corriera como el quería. Imbécil. Dije para mis adentros apretando los dientes con tal fuerza. El segundo siguiente Matt había desaparecido de mi lado y, en cambio, el aroma de Yaeel se hacía notar con una fuerza amedrentadora. Abrí los ojos desmesurados, no quería enfrentar la realidad y el hecho que Matt se largara para cazar no me era de gran ayuda. La voz impregnada de dulzura desbordante y empalagadora de Yaeel me llamo y me vi en la forzosa necesidad de contestarle tal vez de la misma forma.
-Yaeel...- Susurre con calidez mientras me paraba y caminaba hasta el rodeándolo por el cuello.- Te he extrañado tanto.- La voz se me partió ante la mentira que salía de mis labios, pero tal vez se confundía con emoción de la añoranza.