Tranquilidad (Katherine. Tarde nublada)

La intimidad es un lujo del que todos gozamos y debemos aprovechar al máximo ya que no siempre se tiene al alcance.
Después del pequeño encuentro con Nessie y su mascota, con el tratado hecho y que respetaría hasta cierto punto, eche a andar por el bosque a un paso presuroso. Sostenía con vehemencia la mano de Katherine, obligándola a seguir mi paso constante, sin perder más tiempo para salir del lugar.
Mis pensamientos estaban fluyendo rápida y vertiginosamente, me molestaba en lo más profundo que ella se arriesgara de tal forma, sin valorar su vida. ¿No se daba cuenta que lo era todo para mí? ¿Por qué era tan egoísta? Lo hablaríamos dentro de su cabaña, ahora lo más importante era salir de ese terreno prohibido, si la regañaba y decía alguna indiscreción seguramente correría el rumor por los inmortales, no se sabe a ciencia cierta quienes son tus verdaderos amigos y quienes tus enemigo, y si se te escapa alguna cosa lo pueden usar en tu contra.
Segundos más tarde estábamos frente de la cabaña de Katherine, sanos y salvos, sin nada que temer. Apacigüe mi paso hasta caminar. El silencio aún era dueño de mí, no diría palabra hasta estar bien seguro dentro de esa cabaña.
Pronto estuvimos en el pórtico y entramos al hogar. No recordaba haber entrado nunca a esa cabaña tan rustica, encantador, era la primera vez que lo hacía. Admire cada detalle insignificante del lugar donde los olores de diversos vampiros se fusionaban, en especial el de Katherine y Paula, era claro que ellas ocupaban muy seguido el lugar y claro era el hogar de ambas. No teníamos gustos diferentes, más bien eran similares.
Me detuve en la sala y me vire para encarar a Katherine, la molestia aún está presente, su egoísmo era enorme y eso no me parecía de lo más justo, ahora era un problema de los dos, desde el momento en que habíamos decidido pasar nuestra eternidad juntos los problemas, los juegos, las confabulaciones y cosas por el estilo se volvían de los dos, no solo de uno.
Me cruce de brazos y la fulmine con la mirada.-Katherine no quiero que vuelvas a entrar al territorio de los lobos, ya estas amenazada y creo que cumplirán su palabra de matarte, así que por favor no hagas estupidez, por ti y por mí, como un favor para ambos.-Inquirí con la seriedad tiñendo mi voz.- Sabes que lo eres todo para mí, no sabría cómo continuar esta vida sin ti a mi lado... ¿Lo sabes no? Entonces no te arriesgues, no más, te lo imploro.- Mi voz tomo un tono suplicante.
Lo que menos deseaba era continuar sin ella, ¿Que sería de mí sin la razón de mi existencia? Apenas al había encontrado y no planeaba dejarla ir tan repentina y rápidamente.
Después de eso continúe mirando a mi rededor, tratando de mantener aquella mascara de frialdad. Recorrí la sala con la mirada y luego vi una escaleras, sin autorización de ella comencé a subirla admirado cada detalle hasta llegar a la parte superior. Indague cada habitación que ahí había, era enorme en comparación con mi departamento. Me metí a una habitación y la admire con más detenimiento. Tenía una cama, cosa anormal, un estante de roble enorme lleno de libros y cd´s que se acomodaban por orden alfabético y año de edición. En un extremo de la habitación hallábase un gran ropero junto con un espejo, una puerta hacia ver que existía un baño en esa habitación.
Mientras memorizaba aquella habitación escuche los pasos de Katherine seguirme.

Corríamos a una velocidad rápida y vertiginosa por los bosques, saliendo del territorio de los licántropos y haciéndose notar visiblemente cuando entramos a los territorios donde los vampiros podíamos estar, claro todo ello por el cambio tan drástico de olores en el ambiente. Matthew me jalaba de la mano con fuerza, obligándome a ir a su paso veloz, y se mantenía en un silencio sepulcral, tan adentrado en sus pensamientos. Yo podía adivinar esos pensamientos, seguramente estaban en la dirección del tratado recién hecho con Renesmee y su novio. Sabía que un regaño vendría de por medio por haber violado las normas, por arriesgar mi vida.
Suspire llena de tedio al imaginarme el curso que tomarían las cosas dentro de mi cabaña que ya comenzaba a verse cada vez más y más cerca de nosotros.
Pronto nos encontramos en la sala ya tan conocida por mí, pero que para Matthew era completamente nueva. Lo observaba con paciencia mientras el admiraba cada detalle insignificante de mi casa, esperando a que el fuego que se comía lentamente la pólvora llegara hasta los explosivos haciendo salir la furia de él, en cualquier momento sucedería.
Mi espera no fue mucha, segundos después se volvió a mí con una mirada fulminante e inquisidora, sus brazos se encontraban fuertemente cruzados contra su perfecto y marmoneo pecho. Sus palabras salieron con la rapidez de una cascada dejando caer toda su agua de caída libre. Si, mis predicciones habían acertado completamente. Me reprochaba el encontrarme con los licántropos a sabiendas de que me matarían. Y no, no volvería a hacer aquel acto de nuevo. Luego su voz se tornó llenada de súplica, simplemente no volvería a entrar a aquel terreno por que nos dañaría a los dos por igual.
-Te prometo no volveré a hacer.-Conteste frunciendo un poco el ceño, no me agradaba la idea de aburrirme en el bosque de vampiros, pero tampoco volvería a pisar tierras prohibidas.
Sin decir más se dio media vuelta y siguió observando el lugar con la misma minuciosidad de antes, suspire y me quite mis botas en lo que el admiraba el lugar. Sin permiso de nadie subió a la planta de arriba para continuar con su tarea. Bien yo podía quedarme ahí y esperarlo, o podía salir a divertirme... Lo mejor era quedarme a hacerle compañía, no era correcto que los anfitriones dejaran solos a sus invitados.
Subí las escaleras segundos después de él y me lo encontré en mi habitación, la miraba con sorpresa y claro no, no era común encontrarse con un cuarto normal y más cuando yo ni necesitaba una cama para dormir.
Camine y lo rodee para quedar frente de él, aún seguía molesto conmigo, pero eso dejaría de pasar. Sonreí de lado y me acerque un paso a él, enroscando un dedo en mi cabello.
-Tienes razón, he sido una chica muy mala...- Me abalance contra de él, tirándolo al suelo.- ¿Que vas a hacer al respecto? ¿Castigarme o perdonarme?-Musite en tono juguetón, clavándole la mirada.

El juego de la seducción se puede jugar por dos personas y siempre es bienvenido a la vida para dejar a un lado la monotonía de esta misma, seguir una rutina se vuelve aburrido e incluso eterno, tener diversión es para dejar a un lado los problemas y el estrés.

Mantenía una posición dura, seria y constante. No me hacía gracia el hecho que se siguiera arriesgando de la manera más estúpidamente absurda, careciente de sentido alguno. Y no me era de gran ayuda poner a los Cullen junto con sus mascotas los licántropos en nuestra contra, no ahora que nuestros posibles enemigos estaban en Lombardía buscando a Anya.

Katherine se paseó frente a mí, mirándome con la diversión y otras tantas emociones que yo igualmente sentía, reflejadas en sus ojos carmesí. Su sonrisa pícara me hacía estremecer, nuestras intenciones eran iguales pero había asuntos que arreglar, el juego de la seducción esperaría un momento.

En un abrir y cerrar de ojos se abalanzo contra de mí, tirándome al suelo de roble, mantenía aquella mirada y sonrisa burlona en su semblante, su voz como la de una niña tenía el mismo toque de burla que su rostro perfecto y encantador.
Sabía cómo provocarme, daba en el clavo exacto para seducirme, para atraparme en su trampa de la cual no tenía escapatoria.
¿Perdonarla o castigarla? Si me dejaba seducir, jugar aquello que ella me imponía solo significaba que no la castigaría. Un mejor castigo era no dejándome seducir, aunque después me odiaría a mí mismo por rechazar a aquel juego que tantas veces habíamos jugado.

Atraje su cabeza hacia mí y roce sus labios, provocando a que se desatara la pasión entre los dos, provocando aquello que sería irrefrenable. Pero mi decisión había sido un castigo bien merecido por arriesgar su vida.
La avente a la cama y aprisione sus manos, manteniéndola inmóvil.-Mereces un castigo, mi amor, bien merecido lo tienes.- Sonreí con picardía.
Volví a besar sus labios hasta bajar a su cuello donde me detuve y me aleje de golpe de ella. Mirándola con deseo más que cualquier otro sentimiento. Aquella electricidad que siempre sentía como una descarga me abatía, pero yo me mantenía firme en mi decisión.
-Ahora hablemos Katherine, basta de juegos.- Musite con voz entre cortada, tomando el aire que mis pulmones no necesitaban.

Sus ojos, ahora tan dorados y cálidos como la miel, se posaban fijos en mí. Inexorables, duros, serios y, al mismo tiempo, deseoso, débil, tierno.
¿Cómo era posible que tuviésemos tantos sentimientos tan diferentes en un solo momento? No lograba saberlo con certeza, solamente aparecían y los disfrutábamos con detalle.

Tan rápido como una bala siguió mi juego, ese juego al que estábamos completamente acostumbrados. Seducirlo y convencerlo de cualquier cosa me era sencillo, como robarle un dulce a un niño, una sola cosa cambiaba, con el no deseaba jugar, todo lo que hacía y decía era por él, porque de verdad lo amaba, lo amaba como nunca había sido capaz en dos siglos completos. Daría mi vida por el si fuera necesario, no lo dejaría escapar nunca, mi egoísmo no me lo permitía, él era para mí, era mío y siempre sería de aquella forma.
Sus labios carnosos y seductores rozaron los míos con delicadeza y dulzura, una tremenda dulzura que provocaba a cada una de mis células a estallar en un choque de electricidad por su solo roce, no quería ni llegar a imaginar que sucedería si el juego de verdad tomara un rumbo interesante y apasionado en toda la extensión de la palabra.
En un momento rápido, fugas, invisible, me aventó a la cama y mis manos se encontraron en su prisión de hierro, incapaz de soltarme y no deseaba hacerlo.

La electricidad comenzaba a absorberme con la rapidez y fuerza de un huracán, tan devastadora e incontrolable como un terremoto... Y de repente todo desapareció, sus labios constantes y desesperados bajando pro mi cuello ya no estaban ahí, la electricidad se paró en seco, mis deseos seguían a flor de piel, necesitaba tenerlo, más que por deseo o capricho era una necesidad, algo por lo que sentía morir cada segundo.
Abrí mis ojos y lo mire con incredulidad. Se encontraba parado frente de mí, con deseos derrochando por sus ojos, el deseaba y necesitaba, igual que yo, esa electricidad que se volvía un vicio. Su voz sonó sin fuerza, un murmuro, su respiración era inconstante.
Gemí y me revolqué en la cama. ¿Cómo era capaz de refrenar sus deseos así y dejarme a mí de aquella forma? No lo entendía, pero me lo merecía por estar un lugar "prohibido".
-¿por qué eres tan cruel conmigo? -Musite en voz desesperada, sentándome en la cama.- No quiero hablar, tu sabes que es lo que quiero.- Suplique y moví la cabeza de un lado rápidamente.

La desesperación es un sentimiento que te lleva a hacer cosas realmente absurdas y que deja en evidencia las cosas que te desagradan al punto de volverte loco.

Absorbí suficiente aire reteniéndolo en mis pulmones y cerré mis ojos con determinación para tratar de calmar las oleadas abrazadoras de emociones que me incitaban a hacer tantas cosas. Deje que los segundos pasaran tan largos como los minutos.
Cuando creí estar los suficientemente preparado para enfrentar a la vampira con sus coqueteos e insinuaciones abrí lentamente mis ojos y deje salir el aire con suavidad.
Ella se revolcaba en la cama con desesperación. Haciendo un berrinche por no cumplir uno de sus caprichos. Sonreí lleno de burla al ver la escena tan graciosa que ella me representaba.

Sentía la tentación, sí, pero debía ser más fuerte que ella, mantener mis convicciones y decisiones que ya había tomado y nada, ni siquiera ella, me harían cambiar de opinión.
Me acerque con pasos precavidos hasta ella, sin insinuar nada, bastante había hecho con rechazarla. La empuje hacía atrás, dejando que cayera en la cama, y me puse sobre de ella, recargando mis codos en la cama blanda.
-He dicho que no Katherine, me diste dos opciones a elegir y tome la que más me convino,- Dije con una sonrisa pintada en mis labios.- ahora bien, podemos charlar por las buenas o por las malas, tú decides mi vida.- Acaricie lentamente su rostro con afecto.

Odiaba la forma en la que me hacía sentir, aquella burla adherida a su rostro petrificado en su hermosa juventud.
Mire con atención cada uno de sus movimientos, trataba de reprimir aquel deseo que tanto teníamos los dos. Tardo segundos eternos en volver a sí mismo y cuando por fin lo hizo esa calma que lo rodeaba como un aura regreso.

Sus ojos ya no reflejaba aquel deseo intenso, lo reprimían y escondían con una máscara perfectamente calma, ahora vendría la charla que yo tanto quería evitar y, que sin en cambio, debíamos tener. Existían tantos puntos a tratar, tantas cosas que decir, planes en los cuales confabularnos.

Camino hasta mi con pasos decididos y lentos, me empujo con suavidad haciendo que me recostara en la cama y luego se me encimo, sus codos estaban a lado de mis hombros y su mirada penetraba mis ojos, perforando mi alma y dejando al descubierto todos mis secretos.

Hablo con calma, tranquilidad y decisión mientras acariciaba mi mejilla lentamente, en gesto cariñoso.
Suspire y sonreí de lado, ya había pasado mi desesperación por no haber obtenido aquello que yo tanto deseaba.
-Hablemos, pues.-Musite con calma.- ¿De qué quieres hablar? ¿De mis visitas a los perros? ¿De Ray? ¿De Anya? ¿De Luna? Tú pon el tema sobre la mesa y lo discutimos, amado mío.