Agotado (anochecer lluvioso, Luna)

No quería ver ni oír que mas sucedía a nuestro rededor, solo eramos mi hermanito y yo, si me salia de ese circulo, tal ves uno de los dos perdería el control.
Le costaba trabajo hablar, lo que se transformaba en cuchilladas en todo mi cuerpo, lo que me hizo inclinarme sin pensarlo sobre su pecho e inhalar fuertemente, gravisimo error, pero no podía perderme, el me necesitaba.
-Perfecto- dije mientras me alejaba de su cuerpo y lo tomaba de una mano- huyamos- era necesario hacerlo, y pronto, mis garganta ya sentía el sabor de la sangre pasando por ella, pero no me lo permitiría a mi misma.
Comencé a correr sin rumbo, con Franco de mi mano, no quería pensar en la chica, pero me era imposible, aun así debía poder.

Luna y su hermano me ignoraron, perfecto, podia soportar eso y mucho mas, eso habia aprendido en estos años en mi navio, ademas logicamente era mas importante calmar a Franco que poner atencion a lo que yo estaba diciendo, podia superar su indiferencia.
Asi que los mire partir, era una buena idea dejar el lugar, que haria yo ahi, totalmente solo, asi que decidi irme al igual que ellos dos, quienes al parecer no iban a casa de Luna, ni a ningun lado que yo conociera, asi que yo iria a casa de Luna, despejaria la mente y tal vez hablaria con Robbie, habia cabos sueltos entre nosotros, cosa que porsupuesto odiava.

El ser que se encontraba a mi lado me pasó uno de sus finos brazos a mi alrededor, estaba tibia, extrañamente tibia. Jamás había sentido a una persona con esa temperatura, pero no me quejé. Me estaba ayudando... -Gracias- le dije como un balbuceo mientras me arrastraba con rapidez por el terreno desparejo, mi mente volvía a razonar en silencio. -Todos son iguales...- dije para mi. Recuerdos vinieron a mi mente lo que había sucedido cuando conocí a Rennessme y Rosalie Hale. Un escalofrío recorrió mi cuerpo como un cuchillo al recordar la bestialidad de aquella mujer rubia. -Todos son iguales...-dije nuevamente mucho más fuerte y miré sus grandes ojos celeste. Su velocidad despavorida, su fuerza... -Eres uno de ellos?- Me alejé con fuerza, soltándome de su brazo y me estampé contra el suelo con un golpe seco que en otro momento me hubiera echo llorar del dolor. La furia se abrazó a cada partícula de mi cuerpo. -Maldito el día en que vine a este lugar!- grité con mucha fuerza... Las lágrimas traicioneras descendieron por mis mejillas sin permiso, apenas respiraba con un ritmo parejo. Me sentía un asco. Quería poder correr, largarme de allí -Por qué a mi? ¿Por qué?- Sin duda, no esperaba respuesta... Cuando lograse volver tomaría el primer vuelo directo a Paris. -Lo... siento...-le dije por mi descortesía, ella no tenía la culpa.

Caminaba gran velocidad, huyendo de los vampiros que repentinamente se habían tornado sedientos...Tan sedientos. Parecían animales incapaces de controlarse, o eso creí. Cuanto más nos alejábamos, mas podía sentir el alivio de la salvación, pero no debía cantar victoria tan prontamente, eran veloces, más veloces que yo y nos podían alcanzar con una facilidad increíble.
Mire a la chica para cerciorarme que se encontraba mejor, seguía igual de pálida y temerosa. De pronto se alteró, algún pensamiento la había alterado, tal vez los recuerdos recientemente vividos la hacían actuar de esa forma tan despavorida. Aún más extraño fue su reacción, me empujo con debilidad y yo no me resistí, para luego caer al suelo con un sonido seco y doloroso. El pánico comenzaba a fluir desde su interior, desbordándolo por sus ojos azules.
Humanos desafortunados que se enteraban de la existencia de seres míticos, esos desafortunados podían acabar locos o dementes, ella parecía estarlo, pero lo importante era saber cómo se había enterado del secreto... ¿Tan desprevenida había sido para que se diera cuenta?-Tú no tienes la culpa de vivir en un mundo lleno de rarezas, la cosa está en que ¿Cómo es que lo sabes?-Musite con calma, sonriendo con amabilidad.

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